LA VIRGEN MARÍA NOS CONTAGIA SU ALEGRÍA PORQUE LLEGA JESÚS A NUESTROS CORAZÓNES

IV Domingo de Adviento


En este cuarto y último Domingo de Adviento, estamos a unos días del nacimiento del Hijo de Dios. La figura central ahora es María, la Virgen que espera contagiando su alegría. Contemplemos a María y repitamos sus palabras: Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.

  1. Nos ponemos en la presencia de Dios

En el nombre del Padre…

 

  1. Lectura: Lucas 1,39-49.

Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!»

María dijo entonces: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz. El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su Nombre!»

 

  1. Reflexionamos

La presencia del Señor Jesús entre nosotros nos llena de gozo y alegría. Es la Madre quien nos lo hace cercano, quien nos permite que esa Luz llegue a nosotros e ilumine nuestra vida.

Digamos como María: Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.

 

  1. Oración

Al momento de encender la última vela de nuestra corona de Adviento, recitamos la siguiente oración:

Padre misericordioso, que quisiste que tu Hijo se encarnara en el seno de Santa María Virgen, escucha nuestras súplicas y concédenos tu gracia para que sepamos acoger al Señor Jesús, tu Hijo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

  1. Finalizamos con un Padrenuestro y nos despedimos con una canción

Canto: ¡Ven, ven, señor, no tardes!

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