II Domingo de Adviento


Escuchen ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos” (Mc1,3).

En este segundo domingo de adviento la Iglesia nos hace una invitación abierta a todos para fijarnos en la persona de Juan el Bautista, quien nos llama a la conversión y a preparar nuestros corazones para el Señor.

Es momento de la reconciliación con Dios por medio de la confesión.

  1. Nos ponemos en presencia de Dios, haciendo la señal de la cruz.
  1. Leemos Marcos 1,1-8.

Este es el comienzo de la Buena Nueva de Jesucristo (Hijo de Dios). En el libro del profeta Isaías estaba escrito: “Mira, te voy a enviar a mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Escuchen ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”. Es así como Juan el Bautista empezó a bautizar en el desierto. Allí predicaba bautismo y conversión, para alcanzar el perdón de los pecados. Toda la provincia de Judea y el pueblo de Jerusalén acudían a Juan para confesar sus pecados y ser bautizados por él en el río Jordán.

Además de la piel que le ceñía la cintura, Juan no llevaba más que un manto hecho de pelo de camello. Su comida eran langostas y miel silvestre.  Juan proclamaba este mensaje: “Detrás de mí viene uno con más poder que yo. Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias, aunque fuera arrodillándome ante él. Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará en el Espíritu Santo”.

  1. Ahora, interiorizamos el Evangelio, repitiendo alguna palabra o haciendo una petición por alguna necesidad de nuestra familia.

 

  1. Oramos a un solo coro y encendemos la segunda vela de la corona de adviento, como símbolo de nuestro proceso de conversión.

Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros, como un símbolo, encendemos estas dos velas. El viejo tronco está brotando nuevamente, se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra carne.

Señor, que cada uno de nosotros, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor! ¡Ven, Salvador!

  1. Concluimos con un Padrenuestro y agradeciendo la participación de todos.

Y tú, ¿ya entraste con tu familia a la dinámica de este Adviento?

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