Interpelar la fe en la formación católica de las y los jóvenes, no solo es recomendable, sino necesaria


 

Amigas y amigos, formadores en la fe de jóvenes de preparatoria, compartimos un tema que nos habla de una formación que no solo eduque, sino también cuestione la fe de nuestros jóvenes.

 

 La crisis de fe

El papa Benedicto XVI, en su carta apostólica Porta fidei (La puerta de la fe), nos advierte de que en amplios sectores de la sociedad actual, muchas personas están siendo afectadas por una “profunda crisis de fe” y  que esto se debe a que “Sucede con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no solo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado” (n. 2).

En otras palabras, los creyentes católicos de todas las edades, y quizá sobre todo los jóvenes, damos por hecho que tenemos fe, creemos que creemos, pero nunca nos cuestionamos acerca de cuáles son las consecuencias de creer, ni a qué nos compromete la fe.

 

La formación para superar la crisis de fe

Como católicos debemos reflexionar y cuestionar nuestra propia fe. Para los más jóvenes tenemos que buscar y procurar una formación que los impulse a que no tengan una “fe líquida”, sino una fe firme, cierta, sólida y coherente. Y con esa intención, te compartimos ocho reflexiones que ayudarán a indagar y encaminar la educación católica de los más jóvenes de nuestra comunidad en esa dirección.

Las reflexiones que compartimos están inspiradas en diversos documentos autorizados, a los que haremos referencia, y que vale mucho la pena aplicar al modelo de educación en la fe.

  1. La formación cristiana debe cubrir la necesidad de que los contenidos esenciales de la fe tienen “que ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva” a fin de fundamentar un testimonio cristiano coherente en las situaciones actuales que no lo favorecen (Cfr. Porta fidei, que, en su número 4, cita a Paulo VI).
  2. Esta educación en la fe debe provocar en los educandos la reflexión consciente “sobre el acto mismo con el que se cree” (acto de fe) y el descubrir y redescubrir los contenidos de la fe que profesa, que celebra, que vive y con la que ora, porque esto es un compromiso de todo creyente (Cfr. Porta fidei, 9).
  3. Es así que, la formación en la fe debe ser como un laboratorio, en el que los educandos investiguen su fe, ensayen su fe, prueben su fe, se descubran y se experimenten creyendo, para ser capaces de, con su fe y sin ocultar su identidad, dialogar con todas las personas, creyentes o no creyentes y con el mundo y la cultura que les tocó vivir (Cfr. Directorio para la catequesis, n. 53).
  4. La enseñanza y el aprendizaje cristiano deben suscitar en las y los jóvenes una conciencia de su fe e impulsarlos a confirmarla de manera individual y colectiva, “para reanimarla, para purificarla, para reconfirmarla y para confesarla” (Cfr. Porta Fidei, 4). Para que los jóvenes sean conscientes de lo implica el decir “creo”, implica  que acepto que existe otra forma de acceso a la realidad, distinta al ver, oír y tocar.
  5. La educación cristiana debe hacer que los jóvenes se cuestionen si para ellos la fe es como la estrella de los magos que ilumina su peregrinar por este mundo; si su fe es realmente un criterio de pensamiento y acción que cambia sus vidas (Cfr. Porta Fidei, n.6). De otro modo la fe no tendría sentido; porque la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del ser humano. (Cfr. Papa Francisco, Lumen Fidei (La luz de la fe), 3).
  6. Es importante que las y los jóvenes, por la educación, se con venzan de que la fe cristiana, lejos de ser un mero sentimiento, una devoción o un pensamiento, es algo que nace del encuentro con el Dios vivo que nos quiere vivos, nos llama y nos revela que nos ama. Y, por tanto, la fe en ese amor “es en lo que podemos apoyarnos para estar seguros y construir la vida” (Cfr. Lumen fidei, 4).
  7. También es importante que la formación en la fe enseñe a las y los jóvenes que ésta no es un momento en el que dicen “creo”, sino un camino que hay que recorrer toda la vida y una cultura que deben acoger, cultivar y vivir durante toda su existencia. Y también en señarles que la fe concebida como camino, “concierne también a la vida de los hombres que, aunque no crean, desean creer y no dejan de buscar”, con los que la fe los invita a dialogar (Cfr. Lumen fidei, 35).
  8. Finalmente, la formación en la fe cristiana debe concientizar a las y los jóvenes de hoy que profesarla no implica solamente decir “creo”, sino aplicarla a toda nuestra vida (vivir con fe), difundirla en todo momento, para incidir, por su fe, en lo social, lo político, lo económico y la espiritualidad de las comunidades en que viven y se mueven (Cfr. Caridad en la verdad, 29).

 

Acompañemos a los jóvenes para descubrir su fe

No solo es importante hacer estas reflexiones sobre la formación cristiana de las y los jóvenes a quienes nos toque acompañar, sino también lo es el utilizarlo para auto cuestionarnos y reflexionar en “cómo creemos que creemos”. Como formadores en la fe debemos tener muy presente que “la fe, precisamente porque es un acto de la liberad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree” (Porta fidei, n.10). Debemos estar conscientes de “la importancia de reavivar el sentido religioso y la necesidad de reanimarlo para despertar en los jóvenes creyentes el deseo de entrar en su propia interioridad y allí reconocer el amor de Dios, y, en los jóvenes no creyentes o muy alejados, generar una inquietud estimulante del sentido de las cosas y de la propia existencia (Cfr. Instrumentum Laboris del PEG, p. 4).

 

Estamos seguros de que todo lo compartido los ha puesto a pensar. Si algo se les ocurre al aplicarlo, nos gustaría saberlo.

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