El rumbo de la enseñanza frente al cambiante futuro de la humanidad y del planeta


 

Pensar en la educación es pensar en las generaciones futuras y en el futuro de la humanidad; es algo que está profundamente arraigado en la esperanza y requiere generosidad y valentía.

Papa Francisco

 

Actualmente la educación se está viendo desafiada por nuevas tendencias educativas y que ya se tienen que tomar en cuenta para construcción de los perfiles académicos. En este sentido, si no queremos seguir educando a niños y jóvenes bajo un esquema mecanicista y reduccionista de la fe, minimizándola a la memoria y repetición de concepto o replicación de acciones piadosas que no responden a la realidad de hoy, entonces tenemos que buscar otras soluciones. ¡Lo bueno es que las hay!

 

La educación integral

Las últimas tendencias en la educación a nivel mundial contemplan las directrices presentadas por Jacques Delors (UNESCO) que sustentan la educación escolar en cuatro pilares: Aprender a conocer, Aprender a saber, Aprender a convivir y Aprender a ser.

También, en la agenda de la UNESCO para el 2030 –El futuro de la Educación– plantea el “aprender a convertirse” como otro elemento fundamental; toda vez que nuestra relación con el planeta Tierra es de descuido y abandono, planteando la urgencia de preguntarnos ¿en qué queremos convertirnos? Los cuatro pilares se verán enriquecidos por una educación que incorpore algo que aún no hemos llegado a ser: aprender a convertirnos.

Se debe insistir en una educación que fomente las “competencias, actitudes y comportamientos que llevarán al crecimiento sostenible e inclusivo” para criar ciudadanos empoderados, reflexivos y comprometidos; capaces de trazar el camino a seguir hacia un planeta más seguro, más ecológico y más justo para todos” (Declaración de Incheon 2030, UNESCO).

Lo maravilloso de estas iniciativas es que el aprendizaje no se reduce al área cognitiva o meramente técnica, sino que abarca los diversos ámbitos y realidades de los alumnos. Tienen por objetivo procurar el bien común de la humanidad y del planeta que habitamos, y al mismo tiempo proponen las bases de una formación integral y sustentable para su vida.

 

La ecoeducación

Desde la Iglesia, se han dado orientaciones que crearon nuevas tendencias para la educación en la fe y la evangelización. Juan Pablo II planteó que dicha misión debía ser “… nueva en sus métodos y nueva en su expresión”. El anuncio del Evangelio siempre transformador, debe ser actualizado de acuerdo al contexto y los nuevos métodos y con expresiones nuevas para no trasmitir una formación repetitiva o únicamente doctrinal.

Más recientemente, el papa Francisco nos convoca a participar de un pacto educativo revolucionario. Un nuevo movimiento ecológico que busca recuperar “los distintos niveles de equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios. Es una toma de conciencia de sí mismo y en favor de una nueva práctica solidaria en favor del planeta. Los estudiantes no pueden aprender solo en el salón de clase. Hay que lograr que “toquen” la vida, la realidad, la naturaleza.

 

 

La integración de todos

La educación se debe pensar como un movimiento inclusivo, en favor de los desfavorecidos, los excluidos y las víctimas de nuestro mundo. Enfatizar el proceso de fraternidad y oponernos a la cultura del descarte; no solo porque desecha bienes y cosas, sino que también desecha personas, sobre todo a los pobres.

Por tanto, se vuelve en un movimiento pacificador, portador de armonía y contra la egolatría que generan las rupturas entre generaciones, entre pueblos, entre culturas, entre ricos y pobres, entre mujeres y hombres. La educación está llamada con su fuerza pacificadora a formar personas capaces de comprender que la diversidad no obstaculiza la unidad, sino que es indispensable para la riqueza de la propia identidad y de la de todos.

La educación es un movimiento de equipo. Nunca es la acción de una sola persona o institución. “Deben participar a un tiempo las familias, los maestros, las diversas asociaciones que promueven la vida cultural, cívica y religiosa, la sociedad civil y toda la comunidad humana”.

 

El rumbo que debemos tomar

Desde hace tiempo, en América latina se ha hecho hincapié en que la formación religiosa no debía quedarse solo en el cultivo doctrinal o moralista, debía ser incluyente, liberadora, transformadora, atenta a la realidad; de ahí que con mayor razón con estas nuevas líneas del papa Francisco habrá que tener un nuevo lenguaje y una nueva práctica incluyente y equitativa, con nuevos métodos, nuevos contenidos y nuevos temas, pero vinculados con esta realidad que desde ahora debemos enfrentar.

La educación en la fe en muchos colegios y parroquias en la práctica no debe estar en segundo término ni limitarse a verdades abstractas u oraciones como si la tarea fuera lograr una síntesis de la fe y poner una calificación. Al contrario, la educación en la fe estará marcada por una pedagogía del encuentro con Dios y con los hermanos, evidente del compromiso y del cuidado de la vida. Es un proceso incluyente y colaborativo, con un enfoque humanista-cristiano global y de bien común. Es un proceso transformador que puede dar solución a la realidad que vivimos.

 

Hay que procurar que los niños de hoy se conviertan en adultos más solidarios con la vida y ocupados por el cuidado de la Madre Tierra. Que sean conscientes de construir un mundo fraterno, más justo y equitativo para todos.

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