Las reflexiones necesarias para no perder motivación como educador en la fe en el mundo de hoy
Si eres maestro o maestra de educación en la fe, seguramente después de una difícil jornada de trabajo en la que has puesto todo tu empeño y no ves resultados inmediatos en tus alumnos, te has preguntado: ¿para qué estoy educando en la fe? Por eso queremos compartirte algunas reflexiones que te pueden ayudar a descubrir la respuesta.
La fe es para este tiempo y para este mundo
Este mundo que se encuentra a medio camino entre la modernidad y la posmodernidad con sus riesgos de materialismo, hedonismo, individualismo, consumismo a ultranza. Este mundo que cada vez más se satura de conflictos y miedos, y que impulsa una globalización y un progreso sin compromiso ni rumbo común. Este tiempo que va generando pluralismos diluyentes que forman sociedades desarraigadas y líquidas. Es un tiempo en el que el cristianismo no acaba de pasar de una cultura de cristiandad a una pluralidad cultural y religiosa. Para este mundo y para este tiempo la formación en la fe representa una urgencia.
La fe es necesaria para este mundo
“Estoy convencido de que el mundo, hoy más que nunca, necesita de Dios; pero me preocupa que este mundo no aceptará a Dios si no es a través del testimonio social y creíble de aquellos que nos llamamos cristianos” (Papa Benedicto XVI, en su libro Dios y el Mundo, España 2002, p. 422). Para que esto no nos siga preocupando es para lo que debe servir la educación en la fe, porque formar en la fe:
- Es transmitir al prójimo el interés de Cristo por la vida de cada uno de nosotros y por el mundo en que habitamos. Jesús dijo: “Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10).
- Es enseñar a otros a pensar en cristiano, que no es pensar en una doctrina o en unos mandatos, sino en buscar y acercarse a Cristo en un encuentro íntimo y personal que implica necesariamente ir a buscar el encuentro fraterno con los demás.
- Es instruir a los miembros de nuestra comunidad a vivir y convivir en cristiano, que no es simplemente rezar y pedir por sí y por los otros y observar los mandatos, sino ser amantes de la realidad y responsables de ella. Asumir las diferencias que existen en su sociedad e impedir que se conviertan en desigualdades. Es estar abiertos a la participación en las diversas situaciones de sus pueblos y sociedades y, sobre todo, interesarse activamente en las necesidades y sufrimientos de los más pobres.
- Es formar a otras personas en la cultura integral del cuidado: cuidar el agua, la basura, y el medio ambiente, cuidar nuestras relaciones con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Cuidarlos para que no se sigan degradando. (Cf. Papa Francisco Alabado seas).
- Es educar a tener, en todas las circunstancias y sucesos de sus vidas, los mismos sentimientos y actitudes de Jesús que veía, se compadecía y actuaba (Mt 14,13, Mc 6,34; Jn 6,1).
- Es educar sobre que el cristianismo no es una religión de autoconsumo, ni de autocomplacencia, ni de auto salvación, sino de proyección, de compromiso y de servicio a los demás: “Porque quien quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará” (Marcos 8, 35-36).
- Es enseñar que la espiritualidad del cristiano implica la imitación y el constante seguimiento de Jesús, en tal grado, que haga patente y creíble su testimonio social.
- Es hablar de Jesús a los demás con el lenguaje de la cabeza, del corazón y de las manos. Que sepan, que amen y que actúen (Paráfrasis a lo del papa Francisco en Dios es joven).
¿Qué nos queda por hacer?
En nuestro papel de educadores y educadoras en la fe, convenzámonos de que sí hay un motivo y que éste es muy importante y urgente para nuestra sociedad y, consecuentemente, para la Iglesia.
Porque “formar en la fe a niños y niñas, a muchachos y muchachas, a jóvenes y adultos hoy, puede parecer una aventura; pero una aventura hermosa y es quizá el mejor don y el mejor legado que podemos dejar a nuestros educandos” (Papa Francisco, Alocución del 27 de septiembre 2019 a catequistas y educadores en la fe).