Conoce los 3 ambientes en los que un adolescente se tiene que sentir acompañado y amado. La familia, la comunidad de fe y la escuela


 

Como maestros educadores en la fe, a veces perdemos de vista que en el trabajo pastoral con los adolescentes estamos solos, pero no es así. En el ambiente que nos encontremos tenemos tres ámbitos muy importantes de los que podemos echar mano. Estos son la familia, la comunidad de fe, que puede ser la parroquia, y la escuela. He aquí algunas ideas de por qué pueden ser “puentes” de apoyo.

  1. La familia, primer espacio de acompañamiento

La familia debería ser el primer espacio de acompañamiento. La pastoral juvenil propone un proyecto de vida desde Cristo: la construcción de una casa, de un hogar edificado sobre roca (cf Mt 7,24-25).

Sabemos que el papa Francisco tiene un interés especial en la familia y ha pronunciado mensajes muy alentadores en varios momentos de su pontificado. “Las familias cristianas son familias misioneras. Ayer hemos escuchado, aquí en la Plaza, el testimonio de familias misioneras. Son misioneras también en la vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, ¡poniendo en todo la sal y la levadura de la fe! Conservar la fe en familia y poner la sal y la levadura de la fe en las cosas de todos los días”.

¿Cómo está tu relación con tu familia? ¿Te has sentido acompañado por tu familia? ¿Tienen momentos de diálogo, de descanso, de oración, en familia?

Recuerda que en el acompañamiento a los jóvenes no estás solo. Echa mano de tu familia y de la familia de quienes acompañas. Quizá así tu siembra pueda caer en mejor tierra.

  1. La comunidad de fe cumple un rol muy importante en el acompañamiento

“La comunidad tiene un rol muy importante en el acompañamiento de los jóvenes, y es la comunidad entera la que debe sentirse responsable de acogerlos, motivarlos, alentarlos y estimularlos” (Cristo vive, 243).

Este número es todo un programa de acompañamiento a los jóvenes. Después de la familia, está la comunidad. ¡Qué importante es la comunidad! A través ella recibimos la fe, en ella la cultivamos y desde ella tenemos que acompañar a otros. Si revisas tu experiencia podrás descubrir esta verdad. La comunidad puede acompañar porque es la que ha sido introducida en el misterio de Dios. De ahí viene precisamente la palabra mistagogía (introducción al misterio). Recuerda que el Dios en quien creemos es “la mejor comunidad”. Nadie es más y nadie es menos. La distinción está en las actividades que cada uno realiza: Dios Padre crea, Dios Hijo salva y Dios Espíritu, santifica.

Es difícil la vida comunitaria, pero también allí está la gran riqueza porque todos podemos aportar algo de lo que sabemos a los demás.

¿Cómo va tu vida comunitaria? ¿Qué haces para cultivarla? Acompañar es apostar por la comunidad. Es hacer comunidad.

  1. Una escuela que acoge y acompaña

Sin duda, las instituciones educativas de la Iglesia son un ámbito comunitario de acompañamiento que permite orientar a los jóvenes, sobre todo cuando “tratan de acoger a los jóvenes, independientemente de sus opciones religiosas, proveniencia cultural y situación personal, familiar y social” (Cristo vive, 247).

Para el papa Francisco “educar no es solamente transmitir conceptos, esta sería una herencia de la ilustración que hay que superar, o sea, no sólo transmitir conceptos, sino que es una labor que exige que todos los responsables de la misma -familia, escuela e instituciones sociales, culturales y religiosas- se impliquen en ella de forma solidaria”.

“Para educar hay que buscar integrar el lenguaje de la cabeza con el lenguaje del corazón y el de las manos. Que un educando piense lo que siente y lo que hace, sienta lo que piensa y lo que hace, haga lo que siente y lo que piensa. Integración total”.

Como puedes darte cuenta, estas tres instituciones a nivel de acompañamiento de los adolescentes pueden ser un buen aporte para llevar adelante la misión de hacer que la educación ayude de verdad a la transformación del espacio que nos toca vivir.

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