Los diez rasgos más frecuentes en la Biblia de cómo es Dios


Alguna vez te has preguntado, ¿cómo es Dios? o ¿quién es Dios? Estas preguntas nos la hacemos en algún momento de nuestra vida, ya sea por curiosidad o porque de verdad queremos conocerlo. De cualquier forma, queremos compartir contigo algunos rasgos sobre cómo es Dios que encontramos en la Sagrada Escritura. Con esto, esperamos despertar en ti la curiosidad por conocer mejor al Señor a través de la lectura y reflexión de la Biblia.

5 Rasgos de Dios en el Antiguo Testamento

  1. Dios se autopresenta y revela su nombre: Yavé

Dios se revela a Moisés en el del desierto y en la figura de fuego (Ex 3,13-15). Su nombre es Yavé: “Yo-Soy”. “Así dirás al pueblo de Israel: Yo-soy me ha enviado a ustedes. Y también les dirás: Yavé, el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob me ha enviado. Este será mi nombre para siempre, y con este nombre me invocarán de generación en generación” (Ex 3,14-15).

El nombre de Yahvé, con el que se manifiesta comparte, por un lado, un misterio: “Yo soy”; nadie puede forzarlo y ni siquiera penetrarlo. Pero también expresa una presencia histórica y liberadora: se acuerda de Abraham y de sus descendientes (3,6), está atento a la miseria de los hebreos en Egipto (3,7), resuelto a liberarlo (3,8) y a hacer su felicidad.

  1. Dios el Creador de todo lo visible y lo invisible

“En el principio, Dios creó el cielo y la tierra” (Gn 1,1,). El símbolo de la fe recoge estas palabras confesando a Dios Padre Todopoderoso como el “Creador del cielo y de la tierra”, de todo lo vivible y lo invisible.

La creación es el fundamento de “todos los designios salvíficos de Dios”, el comienzo de la historia de la salvación, que culmina en Jesucristo. La verdad de la creación es tan importante para la vida humana que Dios quiso revelársela al hombre. También, Dios reveló progresivamente a Israel el misterio de la creación; eligió a los patriarcas e hizo salir a los judíos de Egipto para formar Israel, y así enseñar que a Él pertenecen todos los pueblos de la Tierra y la Tierra entera (Sal 115,15; 124,8; 134,3). Por eso, afirmamos que Dios es creador y nosotros cuidamos su obra.

  1. Dios es único y verdadero

Otra afirmación fundamental y recurrente en la Escritura es que este Dios es único y verdadero. “Yo soy Yavé, tu Dios, el que te sacó de Egipto, país de la esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí” (Ex 20,3). Amós anuncia que Yahvé es el único conductor y juez, incluso de los pueblos extranjeros (Am 1-2; 9,7). Isaías, afirma que hasta los seres celestes se tienen que cubrir la cara ante la gloria del Dios único (Is 6,1-4). El segundo Isaías canta de manera solemne: “No hay otro Dios fuera de mí. Dios justo y salvador no lo hay fuera de mí” (Is 45,21; 41,28; 43,10; 45,22; 46,9).

Esto es lo que se llama el monoteísmo. Esto supone el convencimiento de que el Dios adorado -Yavé- es el único Dios no sólo del pueblo Israel, sino de todas las naciones. La predicación profética fue acentuando esta dimensión. A través de la promesa, del éxodo y de la alianza, el pueblo experimentó que no tenía otro Dios, fuera del único Dios de Israel.

  1. Dios es el Dios que hace alianza con su pueblo. Se casa porque lo ama con el cariño loco de un enamorado

El profeta Oseas ha sido quien más ha desarrollado esta imagen del esposo enamorado. La Alianza es para Yavé una alianza matrimonial con el pueblo (Os 2-3). Una alianza en la que se expresa un amor de tal intensidad y cuando la esposa se va tras otros dioses, Yavé es capaz de perdonar y acoger todavía con ilusión y cariño (Os 3,1). “Por eso, ahora la voy a conquistar, la llevaré al desierto y allí le hablaré a su corazón” (Os 2,16), hasta que ella me llame “marido mío” (Os 2,18).

Jeremías, concibe la alianza de Yavé con Israel como un “pasión de juventud” (Jer 2,2; 3,1). “Aún me acuerdo de la pasión de tu juventud, de tu cariño como de novia, cuando me seguías por el desierto, por la tierra sin cultivar” (Jer 2,2). El segundo Isaías llega a afirmar que se trata de un amor maternal: “¿Acaso puede olvidar una madre a su niño de pecho, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella llegue a olvidarse, yo no te olvido” (Is 49,15).

Como se desprende de estos textos, el Dios del AT es un enamorado fuera de serie. E incluso los amores más apasionados, desde el punto de vista de nuestra experiencia humana, son un pálido reflejo de la estremecedora realidad del amor entrañable y profundo de Dios.

  1. Dios es siempre fiel y misericordioso con los que sufren

La palabra fidelidad significa “estar firme” tanto en las palabras como en las acciones. Esto quiere decir que Dios no falla, es la “roca” firme y sólida a la que los hombres se pueden acoger siempre (Gn 49,24; Is 30,29; Sal 18,3; 42,10; 94,22). Por eso, si el Dios de la Alianza pide al hombre fidelidad, es porque él mismo es un “Dios leal”, “Dios fiel” (Dt 32,4; Sal 31,6; 2). Porque Dios “es misericordioso y clemente… rico en amor y en fidelidad” (Ex 34,6; Sal 86,15) y ejercita la fidelidad en la alianza (Gn 32,11; Ex 18,9; Neh 9,33).

Él es el Dios fiel que guarda la alianza y la benevolencia (Dt 9,7). Es fiel y segura su promesa (1 Re 8,26; 2 Cron 1,9); y por eso los hombres pueden apoyarse firmemente en él (sal 106,12; 119,16). Dios es fiel, pero el hombre no. Apenas establecida la alianza, el pueblo se aparta de Yavé y adora el becerro de oro (Ex 32,1-6). Con el paso del tiempo, las infidelidades se repitieron. Por eso los profetas no se cansan de recordar al pueblo su dureza de corazón (Is 46,12; 48,4.8; Ez 2,4) y la magnitud de su maldad (Jer 5,1; 8,10; Is 64,6).

Como puedes darte cuenta, el AT muestra un Dios que se revela, se muestra con las personas, está atento a su pueblo, hace alianza por amor, la guarda por su fidelidad y busca profetas para que vengan en su ayuda, pensando siempre en el bien del ser humano, especialmente de los que sufren y están al margen de la sociedad. Te invito a releer los textos para conocer mejor el Dios que quiere darse a conocer también contigo.

Dios se revela en Jesucristo – El Nuevo Testamento

“Nadie ha visto jamás, pero Dios-Hijo único nos lo dio a conocer; él está en el seno del Padre y nos lo dio a conocer” (Jn 1,18).

En este apartado queremos responder a la pregunta: ¿Cómo es el Dios que se revela y se da a conocer en Jesús de Nazaret?

  1. El Dios que se revela en Jesús es el Emanuel: Dios con nosotros

En Jesús apareció el Dios del AT. El “Yo-Soy” ahora es “Emanuel”: “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo había dicho el Señor por boca del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le podrán pro nombre Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros” (Mt 1,22).

Mateo cita una profecía de Isaías (7,14) para confirmar que Jesús es a la vez el descendiente de David y la presencia de Dios en la tierra. Es una manera de recordar el misterio que entraña su persona. Jesús, que nace de María en el tiempo, es el propio Hijo único del Padre, nacido de Dios desde la eternidad.

San Juan habla de la Palabra: “Y la Palabra se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria: la Gloria que recibe del Padre el Hijo único; en él todo era don amoroso y verdad” (Jn 1,14).

En esta misma línea, san Pablo, en la carta a los Gálatas: “Pero, cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, que nació de mujer y fue sometido a la Ley, con el fin de rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que así recibiéramos nuestros derechos como hijos” (Gal 4,4-5).

  1. El Dios que se revela en Jesús es el Dios de la cercanía y de la solidaridad con el ser humano

Porque, efectivamente, eso fue la vida de Jesús: un camino de incesante solidaridad. Esto es lo que encontramos en las bienaventuranzas (Mt 5,1-12; Lc 6,20-23), en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,18-19; Is 61,1-2) y respuesta que el propio Jesús da a los enviados de Juan el Bautista (Mt 11,4; Lc 7,21).

Jesús enseña que para crear un dinamismo de solidaridad es necesario ir más allá del derecho y la justicia. Esto lo encontramos cuando se habla de “pongan la otra mejilla” (Mt 5,38-42). Lo mismo en relación con el dinero (Mt 6,19-34). Y, sobre todo, en las exigencias a quienes deciden ser parte de su comunidad: no llevar nada (Mt 10,19), no ser como los dirigentes de las naciones (Mt 20,26), no buscar puestos (Mc 12,38), ni títulos (Mt 23,8) y deben estar libres de los lazos familiares (Mt 8,18).

El Dios que se nos da a conocer en Jesús, en su vida y en su comportamiento, es el Dios de la cercanía y la solidaridad. Un Dios que no resulta amenazante, sino solidario sobre todo con el débil y el marginado.

  1. El Dios que aparece con Jesús es un Dios-Padre lleno de bondad, cercanía y ternura

El nombre propio de Dios, para los cristianos, es Padre. Dios es Padre porque da su propia vida. Es decir, establece una comunión de vida y de intimidad entre él y aquellos a los que llama sus hijos. En el AT, el concepto padre está referida al pueblo de Israel en general (Dt 32,6…) o al rey de Israel (2 Sam 7,14), pero nunca se habla de Dios como padre de una persona particular. Además, la idea de paternidad representaba autoridad y respeto (Ex 20,12; 21,15; Prov 23,22).

Lo novedoso de Jesús y que impactó a sus seguidores es la forma en que lo llama Padre o “Abbá” para referirse a él como “Padre mío querido” o “Papito Dios”. Lo llama Abbá (Papito), por su amor y su bondad. Jesús capta su misterio como un misterio de bondad… Dios es una Presencia buena que bendice la vida. Y por esta razón, Dios como Padre es uno de los títulos más citados en todo el N.T. Por eso Dios, el Padre, es amor que es un rasgo de su ser y de su hacer, y por eso es el Dios liberador.

Dios se muestra como Padre de los discípulos en su misericordia (Lc 6,36), bondad (Mt 5,45), amor perdonador (Mc 11,25) y providencia (Mt 6,8. 32; Lc 12,30); concede a sus hijos lo que necesitan (Mt 7,11) y les prepara la salvación definitiva (Lc 12,32). Y cuando un hijo se aleja de casa, el Padre sale a su encuentro, le perdona y hace fiesta al encontrarlo (Lc 15,11-32).

  1. El Dios que se muestra en Jesús también es Espíritu

El NT habla con frecuencia del Espíritu de Dios (Mt 3,16; Rom 8,9; 1 Pe 4,14; 1 Jn 4,2) o Espíritu del Señor (lc 4,18; he 5,9, o de Espíritu de vuestro Padre (Mt 10,20), o de Espíritu de Jesús (He 16,7), o de Cristo (Rom 8,9) o simplemente el Espíritu (Mc 1,10).

Este Espíritu ha sido interpretado por la teología católica como la tercera persona de la trinidad divina. Procede el Padre (Jn 14,26), se distingue del Padre por sus acciones (Jn 14,16; Mc 1,10; Mt 28,19) y del Hijo (Jn 15,26; 16,7). Su acción se representa con símbolos: la paloma (Mt 3,16), el viento (Jn 3,8; He 2,2); el agua (Jn 7,38), la lluvia (1 Cor 12,13), el sello (2 Cor 1,22; Ef 1,13).

Ese Espíritu se comunica mediante el bautismo (He 2,38), se hace presente en la comunidad a través de la predicación (He 4,31), provoca iniciativas y conduce a los creyentes (He 10,47). Este Espíritu de Dios crea la comunidad de fe (He 2,42), la impulsa hacia la audacia ((Mc 8,32; Jn 7,26; 18,20), defiende la libertad frente a la estrechez religiosa (He 11,3 10,13-14) y defiende a los cristianos como abogado defensor de los creyentes (Jn14,16).

  1. El Dios de Jesús es un Dios comunidad (trinitario)

Toda la Biblia es la afirmación más solemne del monoteísmo. Dios solo hay Uno. En el AT leemos: “Escucha, Israel: Yavé, nuestro Dios, es Yavé-único. Y tú amarás a Yavé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6,4-5).

El NT asume esta fe en la unicidad de Dios (Mc 12,29. 32) y con la revelación del Espíritu Santo culmina la revelación de Dios en Jesucristo. El NT afirma la divinidad de Jesucristo (el Hijo). En él se da la plenitud del Espíritu (Lc 4,18), el perdón de los pecados (Mc 2,1-12), la suprema cercanía de Dios a los hombres (Mt 11,25). El NT también revela la divinidad del Espíritu Santo, como absoluta plenitud salvífica (Lc 4,18; Tit 3,5). Por eso las fórmulas trinitarias son frecuentes en el NT. Así lo vemos en el relato del bautismo de Jesús (Mc 1,10), en el mandato misionero (Mt 28,19), lo mismo que en la doctrina de san Pablo (Rom 1,3; Gal 4,4-6; 1 Cor 12,4-6).

Por lo tanto, el NT, a la vez que sostiene con toda firmeza la unicidad de Dios (AT), reconoce también una tríada en ese mismo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, que se distinguen entre sí por medio de su acción a favor del pueblo de Dios. Esto significa que conocemos lo que Dios es en sí mismo a través de lo que Dios ha hecho con nosotros y por nosotros. Dios es Padre porque da su vida al ser humano y está siempre a favor de éste. Dios se revela como Hijo, amigo, cercano y familiar que muestra el camino a la vida verdadera. Dios es Espíritu porque es amor absoluto y libertad soberana para que Dios llegue a ser el centro de nuestra vida.

Estos son algunos de los rasgos del rostro de Dios que encontramos en la Biblia. Hay otros más que podemos descubrir porque sabemos que Dios es un misterio y que solo se le va conociendo en la medida que uno se va adentrando en las Escrituras. Esperamos que este ejercicio te anime a seguir buscándolo en tu Biblia y una vez conocido, puedas hacer tuyo ese proyecto de vida y de amor por el bien de todos.

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