Los 4 pilares que necesitas para la formación inicial de la fe


 

Uno de los problemas más frecuentes en el ministerio de la catequesis de iniciación y maduración de la fe es la falta de conocimiento sobre los aspectos se deben tomar en cuenta para vivir mejor la fe. Esto nos lleva a considerar que tenemos que conocer los pilares principales que la sostienen y se conectan entre sí, de tal modo que tengamos en cuenta que la fe no solo es un don sino también una tarea integral.

 

Los pilares de la catequesis

La finalidad de la catequesis es propiciar el encuentro con Jesucristo, para conocerle mejor, creer en él y estar en comunión con él y con su causa del Reino. Para conseguir este propósito deben tenerse en cuenta los 4 pilares de la fe cristiana. Esto es importante porque “la catequesis es una educación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana”. Por lo que la fe en Jesús y su Reino no solo se basa en razones, también se sustenta en su ejercicio, su celebración, su vivencia y su transformación; de tal modo que si se descuida alguno de estos principios, la fe cristiana no alcanzaría todo su crecimiento y tendríamos una identidad cristiana frágil.

Se denominan “Pilares” porque hacen alusión a las columnas sobre las que se construye una casa, edificada sobre la roca firme que es Cristo. Esto quiere decir que, la catequesis tiene una base sólida y duradera.

El encuentro, la comunión y el seguimiento de Cristo. Los cuatro pilares necesarios para la iniciación en la fe.

La fe profesada

Como primer pilar, la Palabra de Dios y el Credo de la Iglesia es lo que creemos y en quién creemos, y nos atrevemos a confesar con gusto y alegría. Nos apropiamos de la fe de la Iglesia, usando la memoria para mantenerla viva y la inteligencia para comprenderla y discernirla; dando oportunidad de experimentarla para creer mejor y conectarla con nuestra realidad.

Damos razón de esa fe porque la sostenemos en el Dios revelado en Jesucristo, el anunciador del Reino, defensor de los pobres, amigo de la vida, vencedor de la muerte que vive entre nosotros.

Ayudemos a los catequizandos a iluminar su vida con la palabra de Dios, a conocer la riqueza de la tradición de la Iglesia y a comprender el contenido de la fe, apoyados en el Credo.

 

La fe celebrada

Es el segundo pilar. Tiene como base los sacramentos de la Iglesia y la liturgia. La fe celebrada expresa la presencia viva de Jesús Resucitado en la comunidad. Por este motivo la fe se celebra en comunidad.

La fe que se ha aprendido se puede celebrar a través de cantos, signos, símbolos, gestos, palabras y oraciones. Llevamos al Señor las victorias, las alegrías, los dolores y las esperanzas de la vida cotidiana y del mundo y las compartimos para fortalecer la fe y la vida cristiana.

Cuidemos que nuestras celebraciones sean más vivas, festivas, fraternas y solidarias. Que los catequizando aprendan la riqueza simbólica de los sacramentos y de la litúrgica.

 

La fe vivenciada

En este tercer pilar, eso en lo que creemos es motivo de testimonio. Se trata de tener coherencia entre lo que se cree y lo que se vive cristianamente. Se busca que la experiencia de fe se traduzca en la vida y en la realidad.

El encuentro con Cristo no es un sentimentalismo, sino que tiene consecuencias éticas y sociales en la vida diaria. Los valores y principios se vuelven servicio efectivo, ayuda solidaria, trato humano y testimonio digno y ejemplar.

Con ello anunciamos nuestra apuesta por un mundo mejor, por la paz universal, por una vida más justa, fraterna y solidaria. Al mismo tiempo nos situamos ante la realidad como cristianos que no se acomodan a la actual situación de injusticia que el mundo vive y que nos oponemos a la cultura del descarte que deshumaniza y excluye a los pobres.

 

La fe transformada

Este último pilar se apoya en la vida de oración.

Completamos el ejercicio haciendo énfasis en que la educación de la fe debe formar la espiritualidad de los catequizandos.

Si decimos que creemos en Dios entonces vamos aprendiendo a gustar de él, a tratar con él, a encontrarnos con él. A través de toda la riqueza orante (oraciones, meditaciones, salmos, técnicas) ayudamos a que los alumnos se relacionen con Dios como hijos e hijas y hermanos en el mundo en que vivimos.

 

Cuando prestemos el servicio catequético no hay que limitar nuestra fe al ámbito personal y privado, ni al ámbito meramente cognitivo. Tenemos que conectar la fe a nuestra vida y al cuidado de los demás y de la Madre Tierra.

No perdamos de vista la fuerza transformadora de la fe, su dimensión festiva, su experiencia de sentido, ni su compromiso fraterno con el mundo. Como cristianos y miembros de la Iglesia nos jugamos la credibilidad de nuestra misión.

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