10 consejos para una formación católica que haga pensar a los jóvenes


En Dabar, consideramos crucial que la educación en la fe debe complementar el proceso formativo de los estudiantes de preparatoria, logrando que las y los alumnos escuchen, vean, compartan y piensen en su fe.

No pensamos

“Un grave problema de la educación en Latinoamérica es que la mayor parte de nosotros no pensamos, ni los alumnos, ni los papás de los alumnos, bueno, ni los maestros de los alumnos” (Pablo Latapí Sarré, Manual de los valores, p.37).

Pensar es asunto del espíritu, y los seres humanos vivimos hoy, la mayor parte del tiempo, fuera de nosotros mismos. Es desconsolador comprobar cómo malgastamos nuestra fuerza mental; percibimos, pero no pensamos, unos quizá por pereza y muchos más porque no hay casi nada ni nadie que nos haga pensar.

Jean Guitton, también filósofo y pedagogo, escribió una obra titulada El nuevo arte de pensar y la dedicó así: “Dedico este libro también a todos aquellos que están enterrados en la existencia y han renunciado al gozo del pensamiento. Quisiera probarles que no tienen razón y que es deber de todo humano ser inteligente, es decir, pensar” (p. 20). ¿Por qué es importante para formarnos pensar? Porque, de acuerdo con los expertos, al asistir a las lecciones, los educandos podrán escuchar, estudiar y hasta aprender, pero si no piensan también, difícilmente entenderán lo que se supone que aprendieron.

Transmitir conocimientos haciendo pensar

Por lo anterior, consideramos necesario compartir algunos consejos que nos permitan transmitir la fe y sus contenidos, ayudando y acompañando a los alumnos a pensar.

  1. Antes que nada, cerciórate de que las y los jóvenes que acompañas realmente quieren asistir, realmente quieren estudiar y están dispuestos a ser acompañados. Nadie puede lograr lo que no quiere ni se propone conseguir.
  2. No olvides preguntarles siempre, antes de empezar, qué esperan de la formación en la fe este año o del tema de cada sesión. Nadie va a abrirse al conocimiento y al entendimiento, si no tiene pensada alguna expectativa de este.
  3. Después de terminado el año o el tema, pregúntales si resultó lo que esperaban. Sea que te respondan que sí o que no, pídeles que dialoguen sobre las similitudes y/o diferencias entre lo que esperaban y lo que resultó. De las similitudes y diferencias irá surgiendo la reflexión, y de la reflexión, el pensamiento. Nadie puede realmente entender lo que no compara, lo que no cuestiona y lo que no reflexiona.
  4. Plantea con frecuencia a tus educandos pensamientos que les generen expectativas para los tres años de la prepa, por ejemplo, este pensamiento de Juan Pablo II: “Una simple mirada a la historia demuestra que en todas las culturas brotan al mismo tiempo las preguntas de fondo que caracterizan el recorrido terrenal de la existencia humana: ¿quién soy? ¿de dónde vengo y a dónde voy? ¿por qué existe el mal? ¿Qué hay después de esta vida? Estas mismas preguntas se encuentran en todos los libros sagrados de las religiones tanto en oriente como en occidente” (Encíclica Fe y Razón, 1.) Concluye tú:Las respuestas a cada una de estas preguntas las descubriremos a través de los tres años de formación en la fe”.
  5. Genera con frecuencia entre tus educandos, si es posible en cada encuentro, oportunidades de diálogo y de cuestionamiento; de elección y de contradicción; de invención y de juicio. Esto genera investigación, reflexión y comparación y de ahí se genera el pensamiento.
  6. Comenta con frecuencia con tus educandos pensamientos que les ayuden a comprender que parte importante de nuestra misión de cristianos, es no sólo saber, sino profundizar, comprender y transmitir la fe. Por ejemplo: “Hemos sido hechos partícipes de esta misión de Cristo-profeta, y, en virtud de la misma misión, junto con él servimos a la misión divina de la Iglesia. La responsabilidad de esta verdad significa también amarla y buscar su comprensión más exacta para hacerla más cercana a nosotros mismos y a los demás en toda su fuerza salvífica, en su esplendor, en su profundidad y sencillez juntamente” (Juan Pablo II, Redemptor hominis, n.19). Esto implica que pensemos mucho en nuestra misión, reflexionemos y analicemos sus consecuencias.
  7. La encíclica La fe y la razón nos insiste en que precisamente por los rápidos cambios de los tiempos, debemos reflexionar más profundamente en los contenidos de nuestra fe, porque muchos de ellos forman una especie de patrimonio de la humanidad que vale la pena vivir y difundir. Nos dice: “Piénsese… también en la concepción (cristiana) de la persona como sujeto libre e inteligente, en su hacer, y que son comúnmente aceptadas… en los cuales es posible reconocer una especie de patrimonio espiritual de la humanidad” (n. 4). Piénsese, es decir, profundicemos, reflexionemos, meditemos para vivir testimoniar y difundir.
  8. Otra encíclica, El esplendor de la verdad, enlista una serie de verdades cristianas que por no ser reflexionadas corren el riesgo de ser deformadas o negadas, y advierte: “No se puede negar, en efecto, que en este período de rápidos y complejos cambios, expone especialmente a las nuevas generaciones, a las cuales pertenece y de las cuales depende el futuro, a la sensación de que se ven privadas de auténticos puntos de referencia” (n. 6). De aquí la importancia de hacer reflexionar a los y las jóvenes; así serán capaces de discernir mejor y consecuentemente pensar mejor la fe.
  9. El papa Francisco nos da este consejo: “Es muy urgente que la educación y los que se dedican a la educación logren poner en juego los tres lenguajes de la educación y la cultura: el lenguaje de la mente (pensar), el lenguaje del corazón (sentir) y el lenguaje de las manos (hacer): Piensa lo que sientes y haz; siente lo que piensas y haz; haz lo que piensas y sientes. El estudiar debe ya contener el pensar, junto al hacer y al sentir” (Dios es joven, 39). Pensar, sentir y hacer es lo que conducirá a los jóvenes a aprender, entender y realizar su vida humano-cristiana.
  10. Un último consejo: “La síntesis entre cultura y fe no es sólo una exigencia de la cultura, sino también de la fe. Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida” (Juan Pablo II, Carta autógrafa para la fundación del Consejo Pontificio para la Cultura, n.3). Si queremos que las y los jóvenes vivan fielmente la fe y sus consecuencias, debemos acompañarlos a acogerla plenamente y a pensarla en su integral totalidad.

Los jóvenes y la educación en la fe

Estamos seguros que con estos consejos podrás transmitir la fe a las y los jóvenes, logrando que la piensen a fondo, la acepten conscientemente y la vivan responsablemente.

 

 

Un pensamiento de Jean Guitton: “Que esto inspire confianza para atreverse a pensar a aquellos que me leen. He aquí el mundo ante ti, joven, ¿y qué le hace falta para que tú lo comprendas? Simplemente falta que lo admires. Para hacer el mundo más maravilloso, más habitable, solo falta transformar los ojos con los que lo contemplamos, si no lo hemos pensando, reflexionando, no es el universo el que se esconde, él está siempre ahí silencioso, mudo. No es el universo el que se escapa y se muda, es a ti a quien se le escapa el universo, porque no lo piensas, no lo contemplas, no lo admiras… no lo conoces”. (El nuevo arte de pensar, p. 38). Para este autor, la admiración, el amor siempre en búsqueda y siempre saciado, la sorpresa ante el objeto que quiero conocer, es la imagen menos imperfecta del pensamiento. Si analizamos detenidamente este pensamiento, veremos que lo podemos aplicar al pensamiento cristiano, al mundo de la espiritualidad y la fe.

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