La educación en la fe debe fomentar la misión
Tú, como maestro o maestra de educación católica ¿ya descubriste cómo vivir tu misión? o ¿sabes cómo hacer tu misión a la manera de Jesús? Te recordamos que octubre es el mes dedicado especialmente a las misiones. Es por eso que te invitamos a reflexionar y compartir con tus alumnos sobre cómo hacer y continuar con la misión que heredamos de Jesucristo.
Revisar los contenidos con miras a la misión
Algunos educadores en la fe están preocupados por seguir la temática de los libro de trabajo, y que los niños completen todas las actividades para que los padres de familia no les llamen la atención. Sin embargo, muchos descuidan la planeación del curso y olvidan concretarse en acciones que inviten a salir al encuentro de los demás. Afortunadamente, cada vez es más visible la empatía de muchos maestros de religión con la invitación del papa Francisco: educar para salir, educar para la misión.
Creemos que, para que tus clases tengan una orientación hacia la misión, sería bueno reflexionar sobre 3 preguntas fundamentales. Así podemos estar muy cerca de la línea que trazó Jesús, el enviado del Padre.
- Educo en la fe, ¿para qué?
- ¿Las actividades que propongo ayudan a salir al encuentro de los demás?
- ¿Yo mismo salgo en busca de los niños, escucho sus problemas, me intereso por ellos?
Eduquemos para salir al encuentro de los demás
El nuevo Directorio para la Catequesis afirma: “En su dignidad propia de hijos de Dios, todos los creyentes son sujetos activos de la propuesta catequética, no son convidados pasivos o meros destinatarios de un servicio y, por tanto, están llamados a ser auténticos discípulos misioneros”. Esto quiere decir que la educación en la fe, no solo se recibe y se guarda, sino que aporta a los demás lo que de suyo ya trae: sus experiencias, aprendizajes y valores. Y como tal, podemos decir, que cada niño y niña es misionero(a) a su manera.
Como ya debes saber «misión» significa salir, ir el encuentro de los otros. De hecho, cuando participamos en la eucaristía, al final de la misa, el sacerdote dice: “La misa ha terminado. Pueden irse en paz a vivir lo que aquí hemos celebrado”. Esto significa que una nota muy importante de nuestra vida cristiana tiene que ver con la misión. Cada vez que participamos de una celebración se nos recuerda que somos enviados, que somos misioneros de Dios.
Por otro lado, en el documento La Alegría del Evangelio, del papa Francisco, encontramos ideas muy motivadoras sobre nuestro tema: “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien”. En el n. 39 de este mismo documento abona la misma idea: “El evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos”.
Con estas referencias tan iluminadoras deberíamos sentirnos bien motivados a promover, entre los niños y niñas, a descubrir lo valioso de salir, de ayudar a otros, de compartir nuestra fe. O como dice el papa: a “buscar el bien de todos”. ¡Cuántos niños, niñas, hoy necesitan una compañía, nuestra escucha, o una palabra de aliento! Y no solos en la escuela, sino también en la casa, con los amigos, vecinos, conocidos. La educación en la fe haría mucho bien en atender esta situación.
Preparemos la clase con los ojos puestos en la misión
¡Ya descubriste esta dimensión de la catequesis! Ahora hay que ponerlo en práctica e incluirlo en la planeación de cada tema, de cada encuentro. Incluye en tus actividades acciones donde los niños tengan que compartir lo que van aprendiendo; por ejemplo, invítalos a platicar con su familia o con un amigo para hacer la tarea juntos, contesta sus dudas, hagan actividades grupales. En realidad, así nuestra catequesis sería más completa y los niños aprenderán más y mucho mejor.
Y es que, la medida de nuestra fe es ponernos al servicio de otros. A ejemplo y semejanza de Jesús, el Siervo que sana nuestras heridas.
La misión se celebra agradeciendo la invitación de Jesús
Realizar nuestra misión debe de ser, como lo hicieron los primeros amigos de Jesús, un acto de alegría: “Los setenta y dos discípulos volvieron muy contentos…” (Lucas 10,17). Por tal motivo hay que aplaudirla, y más si los resultados son positivos porque favorecen un mundo mejor para todos.
Una buena forma de celebrarla es con una oración. Para ello te compartimos unas palabras tomadas de Antonio Pagola.
“Gracias Jesús, porque nos tomas en cuenta; porque quieres que seamos tus amigos, llevando a cabo tu misión; porque saliendo nos sentimos hermanos de todos, aprendemos qué es amar, y nos hacemos más humanos, esto es, comprensivos, incluyentes, solidarios.
Auméntanos la fe. Haznos vivir una relación más vital contigo, sabiendo que tú, nuestro Maestro y Señor, eres lo primero, lo mejor, lo más valioso y atractivo que tenemos en la Iglesia. Danos una fe contagiosa que nos oriente hacia una fase nueva de cristianismo, más fiel a tu Espíritu y tu trayectoria”.
Los niños y niñas tienen mucho que aportar a la misión de Jesús. Démosles la oportunidad de hacerlo, promovámoslo con acciones pequeñas, confiando en que lo harán con excelencia. ¿Será por algo que Jesús los pone como ejemplo para los adultos?