A pesar de la incredulidad y la necedad, debemos cuidarnos con mayor empeño


 

Por todos lados hemos oído, visto o sentido el dolor, la angustia, la preocupación a la que nos ha llevado la pandemia. Y por todos lados también hemos escuchado o visto que a pesar de la situación hay muestras de ayuda, comunión y esperanza para todos. Aunque al mismo tiempo constatamos que hay resistencias para emprender un camino cuesta arriba pues no sabemos a ciencia cierta qué va a suceder a mediano o largo plazo.

Aparte de todas las recomendaciones y medidas sanitarias que debemos seguir, han habido voces diversas de las más autorizadas, en distintos idiomas y en tono solidario, que nos dan consejos para vivir con sabiduría, previsión y cuidado. Algunos expresan:

  • “Cuando salgamos de esta pandemia, no podremos seguir haciendo lo que veníamos haciendo, y como lo veníamos haciendo. No, todo será distinto. Todo el sufrimiento no habrá servido de nada si no construimos entre todos una sociedad más justa, más equitativa, más cristiana, no de nombre, sino en realidad, una realidad que nos lleve a una conducta cristiana. Si no trabajamos para terminar con la pandemia de la pobreza en el mundo, con la pandemia de la pobreza en el país, de cada uno de nosotros, en la ciudad en donde vive cada uno de nosotros,  este tiempo habrá sido en vano” (Papa Francisco).
  • “Debemos recordar que nadie está libre de sufrimiento, y que podemos extender nuestras manos a otros que carecen de hogares, de recursos o de familia para estar protegidos; porque esta crisis nos muestra que, aunque vivamos separados, en realidad no estamos separados unos de otros. Por lo tanto, todos tenemos la posibilidad y la responsabilidad de ejercer la compasión y la ayuda. Rezar no es suficiente…hay que ser compasivos” (Tenzin Gyatso o Dalai Lama).
  • “Nuestro amor a la vida, la sabiduría humana de los pueblos y la necesidad del cuidado, nunca han sido tan urgentes” (Leonardo Boff, téologo).
  • “Si en esta pausa forzada y compartida, ganara la empatía y la solidaridad, habríamos perdido varias dolorosas batallas, pero saldríamos victoriosos como humanidad” (Rosa Ramos, laica, educadora).
  • “Debemos ver la Tierra, el agua y todos los seres vivos como tabernáculos o íconos vivos del Espíritu Divino. Es necesario que la vida postpandémica se guíe por la ecología integral que une el cuidado del medio ambiente, la justicia social y la espiritualidad de la paz y la belleza universal” (Marcelo de Barros, teólogo).

 

 

Lo mínimo y lo básico que debemos hacer de aquí en adelante: el cuidado esencial

La nueva realidad que nos pide sabiduría, previsión y cuidado, la podemos enfocar al tema básico del cuidado esencial.

Esto exige la responsabilidad de cuidarnos para protegernos del “enemigo invisible” y salvar vidas.

Mientras no se tenga una vacuna, y aunque se tuviera, tenemos que seguir con la protección personal y la máxima responsabilidad seguramente durante muchos meses más: usando cubrebocas, lavándonos las manos con mayor frecuencia y cuidando la sana distancia.

Pero, además, como lo expresan los especialistas, es necesario el cuidado esencial, el cual supone una relación amiga con la vida, con la naturaleza; buscando la protección de todos los seres y de la propia vida humana con la responsabilidad de prevenir y respetar. Leonardo Boff propone cuatro dimensiones de cuidado.

 

Es la falta de cuidado lo que muchas veces ha lesionado a las personas, a la naturaleza, a la Madre Tierra. En este mundo acostumbrado al consumo y a la cultura del descarte, hemos invertido los papeles, en lugar de cuidar lo esencial que es la vida, más bien nos hemos empeñado en maquillarla a expensas de descuidar su calidad. La voluntad de no querer ser responsables con los mínimos de cuidado es lo que nos ha traído consecuencias de las cuales tampoco hemos querido hacernos responsables por cuidarnos y ser cuidadores.

Las escuelas se enfrentarán con una realidad donde los alumnos, después de un encerramiento, traerán ansiedad, distracción, dificultades de concentración, insomnios, falta de control de conductas, etc. Todo esto también tiene que ser sanado en el proceso educativo.

En los colegios estamos ante la oportunidad de desarrollar muchos aprendizajes y prácticas sobre el cuidado. No podemos dejar la fe en un confinamiento que nos aísla y nos desconecta de los demás. La comunión nos ayuda a ser colaborativos y solidarios.

 

Actuar con sabiduría nos debe llevar a promover relaciones, actitudes y comportamientos saludables que a todos nos ayuden a bien vivir. Cuidar es amar, amar es cuidar. Los colegios tienen una riqueza y un potencial espiritual que es capaz de procesos que ayuden a cuidar. Nada de lo que le suceda al ser humano es ajeno, nada de lo que suceda al planeta tampoco debe ser ajeno. Parafraseando al Señor Jesús, el gran  “Cuidador” por excelencia, tal vez él también nos diría “cuídate que yo te cuidaré”.

2 Comentarios. Dejar nuevo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.
Tienes que aprobar los términos para continuar