Los 3 motivos para iniciar un proceso de iniciación cristiana con jóvenes y adultos
“Si en la Iglesia primitiva se bautizaba a los convertidos, hoy nuestra labor es en cambio convertir a los bautizados”
(Don Samuel Ruiz, Obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, “La Evangelización en América Latina” ponencia, en la Semana de Estudio sobre Evangelización, CDMX, 1968).
Estimados amigos y amigas catequistas y agentes de pastoral, si en un blog anterior descubrimos en la historia lo importante y esencial que fue la iniciación cristiana de jóvenes y adultos para la formación de las primeras comunidades verdaderamente cristianas, ahora proponemos reflexionar sobre la necesidad que hoy existe, en México y Latinoamérica, de restaurar esa iniciación.
La reevangelización en América Latina
¿Qué está pasando en México y América Latina? ¿América Latina es realmente un continente católico? ¿La Iglesia mexicana y latinoamericana y sus comunidades son verdaderas comunidades de fe, de esperanza y de caridad?
Las injusticias sociales, las fusiones de creencias, supersticiones y pensamientos mágicos con pensamientos y elementos religiosos diversos, el “ateísmo” y la incredulidad crecientes y manifiestas, el laicismo excluyente de las instituciones, la religiosidad individualista (sin compromiso social, ni político, ni eclesial), la penuria vocacional al sacerdocio y a la vida consagrada, la recepción y administración de los sacramentos más mecánica que pastoral, la ausencia cada vez mayor de jóvenes y adultos jóvenes en la vida de las comunidades cristianas, el clericalismo y las insuficiencias del clero para la atención pastoral. Todas estas situaciones y muchas más, son señales de una Iglesia cuyos “creyentes” no acaban de ser capaces de construir ni una Iglesia joven y vigorosa, ni unas sociedades más humanas y justas. Y también nos hacen pensar que hace falta, en México y en Latinoamérica no sólo una Nueva Evangelización, sino una “reevangelización”, sobre todo de los Jóvenes y adultos jóvenes, para que sean y vivan conscientemente como verdaderos y auténticos cristianos, siendo sal y levadura en sus sociedades.
Los motivos para la iniciación cristiana de jóvenes y adultos
Dicho lo anterior, hay tres realidades que hacen hoy no solo necesaria, sino quizá urgente, la in iniciación cristiana de jóvenes y adultos.
Primeramente, en 1963, el Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, exhortó: “Restáurese el catecumenado de adultos dividido en distintas etapas”. Además, el decreto sobre la actividad misionera de toda la Iglesia habla claramente acerca de la naturaleza del catecumenado y de los elementos de la iniciación cristiana. Posteriormente, en 1972, la Iglesia preparó y publicó el Ritual para la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA) que propone un itinerario progresivo y ofrece una serie de principios y orientaciones de gran importancia para dicha iniciación. Los directorios para la catequesis, tanto el de 1997, como el más reciente de 2020, asumen el catecumenado y la iniciación cristiana como fuente de inspiración catequética y la catequesis como vertebrada por la iniciación cristiana. La insistencia documental de la Iglesia nos habla de la necesidad e importancia de esta iniciación.
En segundo término, hay que hacer un reconocimiento doloroso pero real. Y es que hay un fenómeno específico de México y de América Latina, existen dos tipos de cristianismo: el cristianismo que llamaremos oficial o de élite que es el de los movimientos laicos y ministeriales que brotan del Vaticano II, por una parte, y por la otra el cristianismo popular, masivo y de “fe analfabeta”. El primero es a lo más el 20% del total de católicos y nos dan una imagen de que todo está bien. Pero el segundo es el 80 % restante y es el que nos da la imagen real y mayoritaria de nuestro catolicismo. Esto quiere decir que la mayoría de los bautizados no llega a tener una fe consciente y madura. Muchos católicos se quedan, si acaso, con la catequesis infantil, sin una verdadera conversión al Evangelio, sin un encuentro íntimo y personal con el Salvador Jesús y sin asumir un verdadero compromiso con él. Esta realidad pide a gritos la restauración de la iniciación cristiana.
Finalmente, hay que ser conscientes de la palpable crisis de la religiosidad en general y del cristianismo en particular: Las sociedades latinoamericanas se industrializan, se urbanizan y se tecnifican cada vez más. Y al no haber una religiosidad consciente y formada, los seres humanos de estas latitudes confiamos más en nosotros mismos, en la organización, en el “bienestar” y en la técnica. La fe y la confianza no está en Dios, la religión no parece ya necesaria para nuestro desarrollo ni para nuestro bienestar, los valores cristianos no tienen por qué tomarse en cuenta en las leyes civiles ni en las manifestaciones del ingenio humano, como las artes, las ciencias y la tecnología. Dios y la religión no son actuales, son “cosas del pasado”. Y esto sucede porque la catequesis se quedó en la niñez y nadie más nos ayudó y acompañó a profundizar nuestra experiencia y nuestra relación con Dios y a madurar nuestra incipiente fe. Quizá por la falta de esta maduración, las celebraciones litúrgicas de nuestras comunidades dejan mucho que desear, porque la liturgia no es para convertir, sino para convertidos.
Podríamos añadir muchas otros motivos, pero nos quedamos con las que creemos más importantes.
Participemos de la iniciación cristiana
Como catequistas, hay algunas acciones con las que podemos empezar procesos de iniciación cristiana con jóvenes y adultos, que son tan necesarias en nuestras comunidades.
Primeramente, preguntémonos qué pasa con nuestra comunidad parroquial, y busquemos la respuesta está en alguna o en todas las realidades que anteriormente se describieron.
Si identificamos un motivo para trabajar con jóvenes y adultos, seamos responsables en descubrir cuáles son los sectores de nuestra comunidad que están necesitando más de la iniciación cristiana.
Finalmente, revisemos y auto cuestionemos si no estamos en nuestra zona de confort como “cristianos oficiales o de élite”, pensando en que todo está bien, porque nosotros estamos bien.
Con esta rápida revisión podremos concluir si debemos inaugurar un nuevo período y un nuevo proceso que dé vida a nuestra comunidad cristiana, para bien de nuestra sociedad y consecuentemente de la Iglesia.