Aprende de estos cuatro testimonios eucarísticos luminosos


Estimados catequistas.

A su modo, santos y esplendorosas figuras de nuestra tradición cristiana se han pronunciado sobre la importancia de la comunión. Como testigos del amor de Dios, han escrito su experiencia. Esperemos que estas enseñanzas te inspiren a ti como a nosotros para que también busques ese encuentro con Jesús y así seamos inspiración para nuestros catequizandos.

Los cuatro personajes que nos dejaron sus muy significativos posts sobre su experiencia eucarística son: san Agustín, san Francisco, santa Catalina y sor Isabel de la Trinidad.

Para poder entender mejor sus mensajes, en primer lugar, ubicamos al personaje en su tiempo; enseguida anotamos algunas de sus frases o reflexiones sobre la eucaristía y, finalmente, hacemos unas breves reflexiones sobre dicha enseñanza. Cada quien, si gusta, puede seguir más de cerca a estos santos y santas a través de la web o leyendo alguno de sus libros.

 

✨ SAN AGUSTÍN DE HIPONA

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia.

La eucaristía, al igual que el bautismo, es para san Agustín uno de los más grandes sacramentos de la Iglesia. Una “realidad en la que una cosa es lo que se ve y otra lo que se entiende. Lo que se ve tiene forma corporal, lo que se entiende posee efecto espiritual” (Sermón 272, 1). “Si quitas la palabra, no hay más que pan y vino; pronuncias la palabra, y ya hay otra cosa. Y esa otra cosa, ¿qué es? El cuerpo y la sangre de Cristo. Elimina, pues, la palabra: no hay sino pan y vino; pronuncia la palabra, y se produce el sacramento” (Sermón 229, 3).

“Lo que ustedes ven en el altar de Dios…, es el pan y el cáliz: es lo que les enseñan sus ojos. Pero lo que su fe tiene que aprender, es que ese pan es el cuerpo de Cristo, que ese cáliz es la sangre de Cristo”.

En la Eucaristía «es Cristo el que me quiere asimilar a él… “No eres tú el que me convertirás en ti, como haces con el cuerpo. Sino que soy yo quien te convertiré en mí”. Es decir, en la eucaristía hay una doble comunión: yo lo comulgo y él me comulga. Es lo mismo que Cristo dijo en la última Cena: “Yo en ellos y ellos en mí”. Eso sería la unión».

«En la eucaristía, Cristo es él mismo el que ofrece y él mismo el don ofrecido. Ha querido que el sacramento de esta realidad sea el sacrificio cotidiano de la Iglesia que, siendo Cuerpo de esta Cabeza, aprende a ofrecerse ella misma por él».

“La Iglesia celebra la eucaristía y en su celebración descubre la fuente y la cumbre de su vida. El cuerpo de Cristo no puede vivir sino del Espíritu de Cristo. Por eso el apóstol Pablo nos habla de este pan diciendo: Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque participamos de ese único pan (1 Corintios 10, 17). ¡Qué misterio de amor, qué símbolo de unidad y qué vínculo de caridad! Quien quiera vivir sabe dónde está su vida y de dónde le viene la vida. Que se acerque y que crea, y que se incorpore a este cuerpo, para que tenga participación de su vida. No le horrorice la unión con los miembros, y no sea un miembro podrido, que deba ser cortado; ni un miembro deforme, de quien el cuerpo se avergüence; que sea bello, proporcionado y sano, y que esté unido al cuerpo para que viva de Dios y para Dios, y que trabaje ahora en la tierra para reinar después en el cielo” (Comentario al Evangelio de san Juan 26, 13).

“La eucaristía es pan nuestro de cada día, pan del tiempo; y hemos de recibirla no solo como comida que alimenta el cuerpo, sino también la mente. La virtud que en él se simboliza es la unidad, para que nosotros mismos seamos lo que recibimos: miembros de Cristo integrados en su cuerpo. Solo entonces será pan nuestro cotidiano” (Sermón 57, 7). “Solo reciben el cuerpo de Cristo quienes ya lo son. Comer esta comida y beber esta bebida es lo mismo que permanecer en Cristo y tener a Jesucristo, que permanece en sí mismo…” (Comentario al Evangelio de san Juan 26, 18.).

San Agustín no se interesa por la eucaristía en sí misma, sino por su fin último: la unión de los cristianos con Cristo y entre ellos. La finalidad de la celebración de la eucaristía no es «estar delante» sino «estar dentro». Recibido el pan eucarístico, que es símbolo real de su unión con Cristo, los participantes no siguen siendo individuos, existen dentro de Cristo y están unidos los unos con los otros en el cuerpo místico de la Iglesia. La participación en la eucaristía nos hace cuerpo de Cristo.

👉 https://www.aciprensa.com/Oracion/sanagustin.htm

 

✨ SAN FRANCISCO DE ASÍS

De este santo sabemos bastante más. Francisco nació en Asís, Italia en 1181 ó 1182. Su padre era comerciante y su madre pertenecía a una familia noble. San Francisco fue un santo que vivió tiempos difíciles de la Iglesia y Dios le encargó: “Ve, Francisco, y repara mi Iglesia en ruinas”. Renunció a su herencia y le dio más importancia en su vida a los bienes espirituales que a los materiales. El Papa actual tomó su nombre y su inspiración para llevar adelante la Iglesia de Jesús.

Entre los documentos que dejó, el Testamento es uno de los escritos donde mejor se refleja la dimensión espiritual de este gran hombre de Dios. Es como una confesión, un balance de su vida. En él valora y afirma su experiencia evangélica poniendo en guardia, al mismo tiempo, al grupo que nació en torno suyo sobre las malas interpretaciones que pudieran hacer de los valores fundamentales de la Fraternidad. Su finalidad es dejar bien sentado cuál era su proyecto y el de los primeros hermanos que se le unieron, como punto de referencia para la Fraternidad.

Sobre la eucaristía, tema que nos ocupa, el documento confiesa:

Ardía en fervor, que le penetraba hasta la médula, con el sacramento del cuerpo del Señor, admirando locamente su cara condescendencia y su condescendiente caridad. Juzgaba notable desprecio no oír cada día, a lo menos, una misa, pudiendo oírla. Comulgaba con frecuencia y con devoción tal, como para infundirla también en los demás. Como tenía en gran reverencia lo que es digno de toda reverencia, ofrecía el sacrificio de todos los miembros, y al recibir al Cordero inmolado, inmolaba también el alma en el fuego que le ardía de continuo en el altar del corazón (2 Cel 201).

El sacramento de la eucaristía es para el santo, sobre todo en sus últimos años, casi una obsesión. En la mayoría de los escritos epistolares aparece este tema con mayor o menor extensión. En sus reglas manda que los frailes, cuando deseen comulgar, reciban contritos y confesos el cuerpo y la sangre del Señor nuestro Jesucristo con gran humildad y veneración (1 R 20,5).

Francisco vivía esto con gran intensidad, y entre el asombro y la alabanza decía:

“¡Tiemble el hombre entero, que se estremezca el mundo entero, y que el cielo exulte, cuando sobre el altar, en las manos del sacerdote, está Cristo, el Hijo del Dios vivo (Jn 11,27)! ¡Oh admirable celsitud y asombrosa condescendencia! ¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, pues el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, de tal manera se humilla, que por nuestra salvación se esconde bajo una pequeña forma de pan!”

La fe de Francisco y sus hermanos tiene como centro la devoción a la eucaristía. El Santo no especula sobre el misterio, sino que lo vive y lo expresa en formas sensibles y llanas. A través de sus escritos eucarísticos, Francisco había expresado su devoción con detalles. Ahora, en el Testamento, proclama por última vez, y con una simplicidad y transparencia inigualables, aquello que había sido su obsesión y su fuerza durante toda su vida.

Enseñanzas eucarísticas en el testamento de Francisco de Asís, en:
👉 https://www.franciscanos.org/sanfraneucaristia/mico.htm

 

✨ SANTA CATALINA DE SIENA

Segunda doctora de la Iglesia (1347-1380). Virgen, esposa mística de Cristo, dominica terciaria y consejera de algunos papas.

Catalina de Siena no alcanzó los 34 años de vida. Fue la penúltima de 25 hijos. De niña tuvo un encuentro decisivo con Cristo. Le prometió a Dios que nunca se casaría. Con 17 años vistió el hábito de las Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo. Pasó tres años dedicada intensamente a la oración. Hacia los 20 años vivió una íntima comunión afectiva con su Señor. Sin dejar la casa de sus padres, se dedicó a socorrer a pobres y enfermos. Catalina era encantadora, alegre, cariñosa, espiritual y al mismo tiempo, práctica. Se distinguió por su devoción a la eucaristía, presencia real de Jesús, como motivación para unir y reformar la Iglesia.

Jesús confió a santa Catalina las siguientes palabras acerca de la eucaristía: “Ustedes reciben toda la esencia divina en aquel dulcísimo sacramento que está bajo la blancura del pan. Y así como el sol no se puede dividir, de igual modo todo Dios y hombre no se puede dividir en esta blancura de la Hostia. Supongamos que la Hostia se divida; aún si fuese posible hacer miles de migajas, en cada una está Cristo, todo Dios y todo hombre. Así como se hace añicos un espejo, pero la imagen reflejada se sigue viendo; del mimo modo, dividiendo esta Hostia, no se divide ni Dios ni el hombre porque en cada parte está el todo. Y no disminuye en sí mismo, como sucede con el fuego, según el siguiente ejemplo: si tú tuvieses una llama y si todo el mundo quisiera encenderse con esta llama, ella no disminuiría y tampoco cada uno tendría el todo. Es verdad que hay quien participa más y quien menos de esta llama porque cada uno recibe el fuego según la materia que lleva…”

👉 http://therealpresence.org/eucharst/mir/spanish_pdf/Catalina-spanish.pdf

Para apreciar la vida de esta santa, tan engalanada con dones extraordinarios, no podemos olvidar su incondicional amor a la cruz. Tuvo grandes y prolongados sufrimientos, tanto los físicos como del corazón. Y es que cuando se ama mucho se sufre por el amado. Ella sufría las ofensas contra Jesús, contra su madre, contra la Iglesia, contra los pobres. Sufría por los pecadores. Aunque muchos la admiraban, muchos también la tildaban de farsante y la hacían sufrir. Sus virtudes heroicas la hicieron victoriosa sobre sus pasiones en las pruebas más difíciles. Es por todo esto que la debemos admirar y nos sirve de inspiración para nosotros buscar también la santidad. En santa Catalina vemos lo que Dios puede hacer con un corazón que se deja traspasar de amor a él y a la Virgen.

 

✨ SOR ISABEL DE LA TRINIDAD

Santa Isabel de la Trinidad, de nombre secular Elisabeth Catez, y conocida también como Isabel de Dijon, fue una religiosa y mística francesa de la Orden de los Carmelitas Descalzos. Nació el 18 de julio de 1880, en Avord, Francia y falleció el 9 de noviembre de 1906, en Dijon, Francia.

Se propuso como lema ser «alabanza de gloria de la Santísima Trinidad». Entre sus frases más célebres están:

  • “Presiento que mi misión en el cielo consistirá en atraer las almas, ayudándolas a salir de ellas mismas, para unirse al Señor a través de un movimiento sencillo y amoroso, y conservarlas en ese gran silencio interior que permite a Dios imprimirse en ellas, transformarlas en él mismo” (EP 295).
  • “¡Amar! Es tan sencillo… Es entregarse a los designios de su voluntad divina como él (Jesús) se entregó a la voluntad del Padre. Es permanecer en él, porque el corazón del que ama ya no vive en sí sino en aquel que es el objeto de su amor” (EP 257).
  • “Creo que nada refleja mejor el amor del corazón de Dios que la eucaristía. Es la unión, la comunión, es él en nosotros, nosotros en él. Y ¿no es esto el cielo en la tierra?” (EP 165).

La vivencia que descubrimos en la vida de Isabel, muy presente en los últimos meses de su vida, no es algo que surja de la nada. Su vida fue una preparación para la consumación de su entrega. Sabe que solo es posible asumir así el sufrimiento en la medida en que se vive verdaderamente unida con Dios. Así le aconsejaba a su madre: «Querida mamaíta, esa es tu misión… Vive siempre unida al Dios de la Hostia, al que tanto quieres. Él te enseñará a sufrir, a inmolarte, a orar, a amar». Pero ya Isabel percibía antes que ser hostia es ser como ese pedacito de pan en que Cristo se hace presente, por lo que su deseo implica también convertirse en «presencia» de Cristo, en reflejo de su amor. Además, implica una misión: mantener en los otros la comunión con el Amor. Con estas palabras lo expresa: «quiere ser su hostia para que more siempre en ella y pueda darle a los demás».

Convertirse en hostia no es un camino fácil, como tampoco lo fue para Cristo. El gozo de la entrega de amor ha de pasar por Getsemaní. La hostia es, además, sinónimo de víctima, de inmolación. Como Cristo en su agonía es consolado, también Isabel en su sufrimiento siente que es consolada: «Su pequeña hostia sufre mucho, mucho. Es una especie de agonía física. Se siente extenuada, ¡extenuada hasta querer gritar! Pero el Ser que es la Plenitud del Amor la visita, le hace compañía, la hace entrar en comunión con él. Y entretanto le hace comprender que, mientras la deje en esta tierra, le dará sufrimientos».

«Ya que usted es sacerdote suyo, conságreme a él como una pequeña hostia de alabanza que quiere glorificarlo en el cielo, o bien en la tierra en medio del sufrimiento, todo el tiempo que él quiera». Estas palabras de Isabel condensan la grandeza de convertirse en hostia: «Cuando consagre esa hostia en la que Jesús, el solo Santo se va a encarnar, conságreme a mí con él como hostia de alabanza a su gloria” (Ef 1,121), para que todas mis aspiraciones, todos mis sentimientos y todos mis actos sean un homenaje tributado a su Santidad».

Así oraba la santa (extracto de la oración Elevación a la Trinidad):

¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para tu corazón; quisiera cubrirte de gloria, amarte… hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y te pido ser revestida de ti mismo; identificar mi alma con todos los movimientos de la tuya, sumergirme en ti, ser invadida por ti, ser sustituida por ti, a fin de que mi vida no sea sino un destello de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.
¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para aprenderlo todo de ti… ¡Oh, Astro mío querido!, fascíname para que no pueda ya salir de tu esplendor.

100 fichas sobre Sor Isabel de la trinidad, pp 174-176 en: 👉 https://1library.co/article/sufrimiento-eucarist%C3%ADa-fichas-sor-isabel-trinidad.zwo9p40y

 

Como podemos deducir de estas cuatro grandes figuras de fe, todos los santos, sin excepción, han centrado su vida en Cristo vivo, presente en la eucaristía. Su fe en la presencia real era tan fuerte que se pasaban horas y horas acompañando, amando, adorando a Jesús sacramentado.

Esperemos que estos santos inspiren tu misión para que promuevas con tus catequizandos que, después de hacer su primera comunión, realicen una segunda, y que Jesús sea el centro de sus vidas para que sean felices, y hasta quizá dejen alguna huella como lo hicieron estos grandes santos y santas de las que te ofrecimos una pincelada de sus vidas.

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