La imagen de Jesús que resulta llamativa a las y los adolescentes de hoy
“¿Quién fue Jesús?, ¿Qué secreto se encierra en este galileo fascinante, nacido hace más de dos mil años en una aldea insignificante del Imperio romano y ejecutado como un malhechor cerca de una vieja cantera, en las afueras de Jerusalén, cuando rondaba los treinta años?”
(J.A. Pagola, Jesús aproximación histórica, Madrid, 2007)
La pregunta que nos hemos hecho con Pagola en el epígrafe, no es una pregunta más, ni la estamos haciendo, como muchos, por una mera curiosidad histórica y/o intelectual. Es un cuestionamiento que nos confronta directamente con la pretensión de tu labor educativa y la nuestra: formar en la fe a los y las adolescentes. ¿No crees que para lograrla necesitamos, tú y nosotros, saber quién está en el origen de esa fe cristiana en la que pretendemos formar?
Por eso hoy queremos construir, junto contigo, un perfil o imagen de Jesús que sea capaz de llamar la atención y despertar el interés de los educandos, que les provoque el deseo de encontrarse con Jesús, relacionarse como amigos con él, al que su Espíritu los impele a seguirlo siempre con fidelidad.
Perfilar así a la persona que ha impactado decisivamente la religión, la historia, la cultura y el arte, no es una tarea fácil, es como querer descubrir dónde reside la fuerza de su persona y la originalidad de su mensaje. Sin embargo, queremos intentarlo junto contigo, pidiéndole al mismo Jesús perdón por el atrevimiento, y suplicándole su comprensiva ayuda para lograrlo. Que podamos presentar una imagen de Jesús como “superhéroe” o de “Jesucristo superestrella” que atraiga y cautive a sus amigos de secundaria.
Nos apoyaremos en los cuatro evangelios que, al reportar los hechos y dichos de Jesús, pretenden precisamente responder a dos preguntas: ¿Quién es Jesús? ¿De dónde viene?
Jesús el “Niño-Dios”
En una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, un ángel del Señor anunció a una virgen llamada María que había sido elegida por Dios, que quedaría embarazada por obra del Espíritu Santo y que al hijo que daría a luz le pondría el nombre de Jesús.
Después de un corto diálogo entre los dos, María dijo que sí, que aceptaba que sucediera en ella según la Palabra de Dios. Curiosamente, el evangelista Juan llama a ese niño que se estaba gestando en el vientre de María, “la Palabra”, “el Verbo”, y dice que ese Verbo, esa Palabra, existe desde el principio junto a Dios, que es Dios, que nada se ha hecho sin él… Y que esa Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Nueve meses después, María dio a luz a su hijo, al “Verbo”, y le puso el nombre de Jesús. Desde entonces tú y nosotros y todos conmemoramos, en Navidad, el nacimiento de Jesús, el “súper-niño-Dios (Lucas 1,23-38 y Juan 1,1-14).
Jesús el adolescente “sabio” y “obediente”
Al cumplir los doce años de edad, Jesús acompañó, por primera vez, a María y José a la peregrinación anual que acostumbraban hacer a Jerusalén con ocasión de la Pascua en compañía de una “comunidad en camino”. Al regreso, Jesús, sin avisar, se queda en Jerusalén. María y José, al final del día, se dan cuenta, se alarman y regresan a buscarlo.
A los tres días, lo encuentran en el templo, en medio de los maestros de la ley que lo escuchan asombrados de su inteligencia y sus respuestas. María, con emoción y ternura le reprocha su conducta. Jesús les responde algo que no se esperaban: debo preocuparme de los asuntos de mi Padre. Ellos no comprenden muy bien la respuesta de Jesús, pero él baja con ellos a Nazaret y sigue bajo su autoridad…
Y, como todo adolescente, Jesús va creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y delante de los hombres. Jesús a la edad de doce años sabía muchas cosas: conoce al Padre-Dios desde dentro y en sí mismo, sabe cuál es su misión y el sentido de su vida. Él está con el Padre y ve las cosas y las personas en su luz; pero sabe también que la obediencia a su Padre no lo dispensa de la obediencia que le debe a María y a José, sus padres también. Por eso, con ellos, y bajo su guía, crece en todos los sentidos ante su Padre y ante los hombres. Es muy bueno imitar y seguir a este Jesús adolescente “super sabio” y “super obediente” (Lucas 2,41-52, Benedicto XVI-Joseph Ratzinger, La Infancia de Jesús, pags.125-132).
Jesús el profeta “itinerante” del Reino de Dios
Es prácticamente imposible calcular la cantidad de kilómetros que Jesús recorrió en los polvorientos caminos de Galilea y Judea. Poblaciones visitadas por Jesús una y otra vez: Nazaret, Caná, Naín, en la baja Galilea. Cafarnaum, Magdala, Corozaín, Betsaida, en torno al lago. Tiro y Sidón, Cesarea de Filipo y Decápolis, regiones vecinas de Galilea. Más tarde, Samaria, Betania y Jerusalén, en Judea. Iba y venía proclamando la “Buena Nueva de Dios” y profetizando: “que tiempo se ha cumplido, el plazo está vencido, el Reino de Dios ha llegado, conviértanse y crean en esta buena noticia” (Marcos 1, 14-15).
Jesús recorre esos caminos, no enseñando una doctrina, sino anunciando un acontecimiento que responde a la gran esperanza de su pueblo y que debe ser acogido con gozo y con fe: El Reino de Dios que ya viene, que está cerca, que ya está aquí, en sus corazones. Jesús busca con todas sus fuerzas que Dios sea acogido y que su reino de justicia y misericordia se vaya extendiendo con alegría. Presenta un Dios interesado en su pueblo y lleno de amor y misericordia por él. El mismo Jesús, en su hablar y en su obrar, muestra una compasión que nace de sus entrañas y mueve toda su persona, un amor gratuito, incondicional y desbordante, y siempre fiel. (Los tres sinópticos, en especial Mateo 5,38-45).
Jesús es un maestro poco convencional que impulsa un cambio de vida a fondo, no solo un cambio de mente, sino sobre todo del corazón. Se preocupa de la vida y es un curador y sanador de enfermos del que fluye una energía que cura y rehabilita a ciegos, paralíticos, leprosos, poseídos y hasta llega a devolver la vida a muertos.
Jesús es amigo de pecadores, perdonador de pecados. Es defensor y liberador de los últimos, de los que no tienen nada ni a nadie. Es, contra la cultura reinante, amigo y defensor de las mujeres a las que mira diferente, con respeto, compasión y simpatía. Incorpora a mujeres en la “comunidad en camino” que lo sigue a todas partes. (Lucas 5, 27-35; Mateo 9,9-13; Lucas 8,2-3; Mateo 21,31).
Jesús el “conflictivo y peligroso”, signo de contradicción
El trágico final de este Jesús no se puede tomar como algo sorpresivo e inesperado. Él no buscó el conflicto, pero su decir y hacer hace que ese final se vaya gestando día a día, desde que en la sinagoga afirma que la profecía de Isaías se está cumpliendo precisamente en él, desde que comienza a anunciar con gran pasión el Reino de Dios que trae en su corazón. La autoridad y la libertad con que enseña y profetiza diciendo y repitiendo “han oído que se les dijo… pero yo les digo”, lo hacen inquietante y peligroso; se conflictúa con sectores fariseos, confronta y cuestiona a maestros de Israel, se opone y contrapone a autoridades religiosas. Al aceptar que es Hijo de Dios, contradice al sumo sacerdote; al aceptar que es rey, genera recelo en el poder romano. Por ello, sabiendo que sus días están contados, organiza con los suyos la cena de Pascua que resulta una despedida inolvidable.
Jesús, el ”mártir” del Reino de Dios que resurgió de la muerte
Después de la cena de inolvidable despedida, Jesús lleva a sus discípulos a un huerto cercano y allí, apartándose un poco de ellos se arrodilla y empieza a orar. El que nos enseña a orar con ternura y confianza en el Padre, el que frecuentemente se retira al monte para dialogar amorosa y confiadamente con el Padre, ahora, en este huerto, se estremece, siente miedo, suda sangre y siente necesidad de pedirle a su Padre que lo libre del trance de la pasión, pero se decide y le dice: “no se haga mi voluntad sino la tuya”… Entonces empieza todo: los guardias del templo lo aprenden, el sanedrín lo “juzga”, lo entregan al poder romano, Roma lo condena a muerte de cruz, lo obligan a cargarla hasta llegar al calvario, y allí Jesús, a pesar de los horrores de la cruz, sigue siendo el mismo: sigue anunciando el Reino de Dios, perdona, ama, se despoja, salva y ora, quizá no solo al Padre sino con él, hasta expirar con un gran grito. Creen que plantaron una cruz, pero en realidad plantaron un árbol cuyas ramas y raíces abrazan al mundo hasta nuestros días.
Los detractores de Jesús, sus seguidores, casi todos, piensan que todo se terminó con la muerte de aquel nazareno, pero no es así. Dios no iba a abandonar a su amado Hijo en la inmovilidad y el silencio de la muerte. Jesús resucita.
Cristo vuelve a la vida con cuerpo y persona, maravillosamente transformados. Sus discípulos dan testimonio de cómo se les presenta, se les aparece, abriendo sus mentes sus corazones y sus vidas, restaurando y solidificando su fe hasta que, antes de ascender al Padre, les confía la misión de bautizar y evangelizar a la humanidad, con la promesa, ya hecha, de enviarles al Espíritu Santo y de estar con ellos hasta el fin de los tiempos.
Cristo vive. Con la llegada del Espíritu Santo sobre los discípulos se cierra una etapa y se abre otra espectacular. Se inicia la “comunidad caminante” de Jesucristo, tan grande y permanente que ha llegado hasta nuestros días. Está en casi todas partes y tú y nosotros y muchísimos millones vivimos y nos movemos con ella, La Iglesia de Cristo.
A pesar de que ya ocupamos algunas cuartillas, se nos quedan muchas cosas en el tintero. Ojalá que tú y nosotros hayamos logrado perfilar al “Jesucristo” que atrape a sus amigos de secundaria, los inspire a ser seguidores suyos como camino, como verdad y como vida y los ilumine para que, como él, sean capaces, con sus dichos y sus hechos, de transformar el mundo que les toca vivir. ¿Qué te pareció?, esperamos tus comentarios y aportaciones.