Las 7 señales comunitarias de la necesidad de una catequesis para mayores de edad


 

Quizá deberíamos empezar por cuestionarnos cuáles están siendo los resultados reales de la manera como estamos educando en la fe y de la forma como alimentamos la vivencia cristiana en los jóvenes adultos (18-29 años) y los adultos jóvenes (30-55 años), de nuestras comunidades.

Documento de Aparecida (n. 287)

Si tu misión, como catequista, es impulsar en tu comunidad un proceso de iniciación cristiana para jóvenes y adultos, queremos platicarte de los indicios a identificar en tu Iglesia para detectar esa necesidad.

 

Abrir los ojos ante las necesidades de nuestra comunidad

Cuando queremos promover la iniciación cristiana en nuestra comunidad católica, somos conscientes de que se requiere un cambio de estilo, de mentalidad y de costumbres y también el reconocimiento de que, o no estamos haciendo bien las cosas, o, por alguna razón, lo que hacemos no da buenos resultados. Intentar ese cambio y ese reconocimiento, puede hacernos topar con una resistencia a salir de una zona de confort administrativo de la comunidad, o con un clericalismo conforme con tener “mandaderos de élite comprometidos” y más “preocupado por controlar y dominar espacios que por generar procesos”. En estos casos, lograr impulsar que se implante la iniciación cristiana como actividad pastoral permanente y acostumbrada en una comunidad, puede no resultar sencillo y fácil. Por eso creemos que conocer algunas señales para descubrir que una comunidad necesita establecer la iniciación cristiana de sus jóvenes adultos y de sus adultos jóvenes, puede servir para lograr el reconocimiento de la necesidad y el cambio pastoral.

 

Las siete señales en una comunidad para empezar la iniciación cristiana de jóvenes y adultos

  1. Si en una comunidad, hay muy pocos los jóvenes y los adultos que participan en la eucaristía dominical, frecuentan los sacramentos y se incorporan activamente en la comunidad eclesial, necesita echar mano de la iniciación cristiana en esas edades (Cfr. Documento de Aparecida, n. 286).
  2. Cuando la mayoría de sus bautizados, mayores de edad, por ser de una identidad cristiana débil y vulnerable, no tienen conciencia de su responsabilidad de ser sal y fermento de su comunidad cristiana, de la sociedad en que viven y del mundo en el que habitan, necesita catequizar seriamente a sus jóvenes adultos y a sus adultos jóvenes (Cfr. Documento de Aparecida, 286).
  3. Si la catequesis parroquial es meramente sacramental, que solo se ocupa de niños y adolescentes, y lo hace de manera fragmentada y discontinua, necesita reevangelizar a sus jóvenes y adultos si quiere que el Evangelio incida en la vida y en las relaciones de las familias y de las personas que integran su sociedad humana.
  4. Si en una comunidad cristiana, sus ministros ordenados y sus agentes laicos de pastoral están conformes con mantener lo existente y asegurar solo la administración de los sacramentos, el que juntos intentaran establecer una verdadera iniciación cristiana de jóvenes y adultos, los sacudiría y provocaría que salieran de su “acedia pastoral”, los haría estar en contacto con los hogares y con la vida del pueblo y evitaría que se convirtieran en “un grupo de selectos que sólo se miran a sí mismos” (Cfr. Documento de Aparecida, n. 291).
  5. Si la Iglesia quiere que su pastoral sea expansiva y abierta y que los agentes de esta estén en una constante actitud de salida, nada le ayudará tanto como el implantar y desarrollar, de manera constante, la iniciación cristiana con todas sus instancias pastorales disponibles.
  6. Catequistas y agentes de pastoral deciden asumir la opción misionera, que es “capaz de transformarlo todo”, porque busca que toda la vida y la estructura eclesial (costumbres, estilos, horarios, servicios, acogida y lenguaje) se convierta en un cauce adecuado para la evangelización, la mejor manera de empezar es instaurando un itinerario permanente de iniciación cristiana de jóvenes adultos y adultos jóvenes, que le irá proporcionando el recurso humano convencido que necesita para lo que busca (Cfr. La alegría del Evangelio, n. 27).
  7. Si al párroco de una comunidad le cuesta cada vez más trabajo conseguir agentes de pastoral y catequistas para relevar a los adultos mayores que llevan años desempeñando su papel, es un indicador de que hemos llegado a lo que el papa Francisco llama “el gris pragmatismo de la vida cotidiana eclesial” que aparenta por años una normalidad, pero que, en realidad, oculta “un desgaste de la fe y una mezquindad en la caridad”. El decidir establecer y desarrollar la iniciación cristiana de jóvenes y adultos, reactivará las baterías de la comunidad eclesial e irá proporcionándole dinamismo y agentes capacitados para una pastoral viva, activa y en continua renovación y cambio. (Cfr. La alegría del Evangelio, n. 81-83).

Seguramente, si somos observadores de la vida de nuestras comunidades, encontraremos otras señales, además de las anteriormente compartidas. Considera que éstas son las más frecuentes.

 

Acciones a tomar con estas señales

Como agentes y catequistas, no podemos dejar de lado estas señales y reflexionar para descubrir cuáles de ellas encontramos que aplican en nuestra comunidad cristiana. Revisemos las que se manifiestan y preguntémonos cómo cuestionan la vida y la estructura de nuestra comunidad.

 

Ambas reflexiones deben ser llevadas al párroco y a toda la comunidad, poder llegar, junto con ellos, a conclusiones favorables a la institución de itinerarios permanentes de iniciación cristiana de jóvenes adultos y de adultos jóvenes en la comunidad.

Nos gustaría saber qué resultados obtuvieron.

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