Conoce cómo se ora en la Biblia y anímate a entablar un diálogo con Dios al estilo de Jesús


 

El mejor momento para leer la Biblia es el de la oración y la mejor manera de hacer oración es escuchar a Dios en la Biblia. En este sentido, santa Teresa escribió: “A Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras”. Si queremos hacer una oración rica y provechosa, hay que acercarnos al mundo de la Biblia. En ella encontramos personajes, motivos y modelos de oración que nos inspiran a buscar una mejor versión de nosotros mismos y un mundo mejor para todos. ¿Te animas a adentrarte en este camino de oración?

Si decides acompañarnos, transcribimos algunas de las más bellas oraciones de la Biblia, sin contar los salmos que de suyo es un “manual de oraciones”, para animarte a entrar en ese diálogo con el Dios que nos ama.

 

Oración de bendición de Moisés

Yahvé dijo también a Moisés:

«Di a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los hijos de Israel. Dirán:

“¡Yahvé te bendiga y te guarde!

¡Yahvé haga resplandecer su rostro sobre ti y te mire con buenos ojos!

¡Yahvé vuelva hacia ti su rostro y te dé la paz!”

Es así como ellos pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.»

(Números 6, 22-27).

 

Oración de Sara

Inmediatamente extendió los brazos hacia la ventana y se puso a orar:

 «¡Tú eres bendito, Dios lleno de misericordia,

que tu nombre sea bendito por los siglos

y que todas tus obras te bendigan eternamente!

Mira cómo levanto mi rostro y dirijo mis ojos hacia ti.

Manda que deje esta tierra para que no sea más insultada.

Señor, tú lo sabes, yo soy pura y ningún hombre me ha tocado».

(Tobías 3,11-14).

 

Oración de Jeremías

 ¡Bendito el que confía en Yahvé,

y que en él pone su esperanza!

Se asemeja a un árbol plantado

a la orilla del agua,

y que alarga sus raíces hacia la corriente:

no tiene miedo de que llegue el calor,

su follaje se mantendrá verde;

en año de sequía no se inquieta,

ni deja de producir sus frutos.

(Jeremías 17,7-8).

 

Oración de Salomón

Salomón estaba de pie delante del altar de Yahvé, frente a toda la comunidad de Israel. Levantó entonces sus manos al cielo, y dijo:

«¡Yahvé, Dios de Israel! Ningún dios arriba en los cielos, abajo en la tierra es semejante a ti, porque tú respetas tu Alianza y tu fidelidad para con tus servidores cuando caminan delante de ti con todo su corazón.

Mantuviste la promesa que habías hecho a tu servidor David, mi padre, y hoy has llevado a cabo por ti mismo lo que habías prometido. Ahora Yahvé, Dios de Israel, mantén la promesa que hiciste a tu servidor David, mi padre…

Yahvé mi Dios, pon atención a la oración y a la súplica de tu servidor, escucha el grito alegre y la oración que tu servidor hace hoy ante ti. Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del cual has dicho: Allí habitará mi Nombre. Escucha la oración que hará tu servidor en este lugar.

Escucha la súplica de tu servidor y de tu pueblo Israel cuando vengan a orar a este lugar. Escúchala desde lo alto del cielo, del lugar donde tú habitas, escucha y perdona.

(1 Reyes 8,22-26.28-30)

 

Oración de Judit

Judit se arrodilló con el rostro inclinado, puso ceniza sobre su cabeza y dejó ver el saco que tenía puesto. Era precisamente a la misma hora en que se ofrecía en la casa de Dios de Jerusalén el incienso de la tarde. Y dirigió su voz al Señor, diciendo:

«Señor, Dios de mi padre Simeón, a él le diste una espada para castigar a aquellos extranjeros que violaron a una virgen ultrajándola, que desnudaron su cuerpo para su propia vergüenza y que profanaron su seno para su propia deshonra. Ellos hicieron eso, aunque tú dijiste: Esto no se hace. Pero entregaste a sus jefes a la muerte, y su lecho, rojo de vergüenza, lo dejaste rojo de sangre por su engaño…

¡Dios mío, escúchame! Tú hiciste las cosas pasadas, las presentes y las venideras, tú has pensado el presente y el futuro, y solo se realiza lo que tú dispones, ya que los acontecimientos que tú quieres se presentan y te dicen: ¡Aquí estamos! Pues preparas tus intervenciones, y tus decisiones están previstas de antemano.

(Judit 9,1-3. 5-6).

 

Oración de Jeremías ante el pecado de Israel

Tú sabes, Yahvé, que el hombre no es dueño de su camino, y mientras camina no está seguro de sus pasos. Corrígenos, Yahvé, pero con prudencia, sin enojarte, no sea que desaparezcamos.

Derrama tu enojo sobre las naciones que no te conocen, sobre los pueblos que no han invocado tu nombre. Mira cómo están devorando a Jacob y se lo comen hasta terminarlo. Ya le han arruinado su casa.

(Jeremías 10,23-25)

 

Oración de la reina Ester intercediendo ante Dios por su pueblo

La reina Ester se refugió junto al Señor, presa de una angustia mortal. Se había quitado sus vestidos de reina y se había puesto vestidos pobres y de luto. En vez de ricos perfumes se había cubierto la cabeza de cenizas y de basura. Humillaba severamente su cuerpo: en vez de adornarlo con joyas lo cubría con sus cabellos sueltos y así suplicaba al Señor, el Dios de Israel:

«¡Oh Señor mío, nuestro rey, tú eres el Único! Ven en mi socorro, porque estoy sola y no tengo más ayuda que tú, y debo arriesgar mi vida. Desde mi nacimiento aprendí de mis padres que tú elegiste a Israel entre todos los pueblos, y a nuestros padres entre todos sus antepasados. Tú los nombraste tus herederos y tú cumpliste con ellos tus promesas. Pero luego pecamos contra ti y nos entregaste en manos de nuestros enemigos porque habíamos servido a sus dioses. ¡Tú eres justo, Señor!

(Ester 4,1-7.18)

 

Oración de Ana por su hijo

Entonces Ana pronunció este cántico:

«Mi corazón se alegra con Yahvé,

llena de fuerza me siento con Yahvé;

ya puedo responder a quienes me ofendían

porque me salvaste, y soy feliz.

No hay otro Santo que Yahvé,

nadie hay fuera de ti

ni otra roca fuera de nuestro Dios…

Él guía los pasos de sus fieles,

pero los malos desaparecen en las tinieblas:

pues no por la fuerza triunfa el hombre.

¡Cuando truena en los cielos el Altísimo,

los que odian a Yahvé son aplastados!

Yahvé manda hasta el confín del mundo:

da la fuerza a su rey

y hace invencible a su ungido».

(1 Samuel 2,1-2. 9-10)

 

Oración de Tobit

Ese asunto me dio mucha pena. Suspiré y lloré. Oré y me lamenté:

«Señor, tú eres justo y todas tus obras son justas. Tus caminos son misericordia y verdad, tú eres el juez del mundo. Ahora, Señor, ¡acuérdate de mí y mírame! No me castigues por mis pecados y mis faltas, ni por los que cometieron mis padres contra ti. Debido a que ellos no obedecieron tus mandamientos, tú nos condenaste al pillaje, al destierro y a la muerte. Somos el blanco de los insultos de todos los paganos entre los que nos has dispersado.

Justa es tu sentencia cuando me tratas según mis pecados y según los pecados de mis padres, porque no obedecimos tus mandamientos y no nos portamos correctamente ante ti. Ahora trátame como quieras. Toma mi vida: me gustaría que me sacaras de este mundo y me volvieras al polvo, porque para mí la muerte vale más que la vida. He soportado insultos sin motivo y estoy sumido en una profunda tristeza. Líbrame, pues, Señor, de esta prueba; déjame partir para la morada eterna. No apartes de mí tu mirada, Señor. Es mejor para mí morir que seguir viviendo con un mal incurable».

(Tobías 3,1-6)

En estas nueve oraciones encontramos a varios personajes, hombres y mujeres, profetas, reyes y reinas que se dirigieron a Yahvé para dialogar con él, para pedirle su ayuda o para agradecerle su favor. El corazón de su oración tiene que ver con la Alianza, con la intervención que Dios hace a favor de su pueblo. Otras tienen que ver con la intercesión ante el desvío (pecado) del pueblo por alejarse de Dios. Todas estas oraciones tienen un fondo comunitario.

También podemos decir que, el Antiguo Testamento es un libro de oración, y dicha oración tiene como fondo la “historia de la salvación”. Los grandes momentos de la historia de Israel y su origen están impregnado de oración. Así lo es también la creación del mundo y del hombre.

Oración de María en su visita a su prima Isabel (Magníficat)

María dijo entonces:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

 y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador,

porque se fijó en su humilde esclava,

y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz.

El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí:

¡Santo es su nombre!

Muestra su misericordia siglo tras siglo

a todos aquellos que viven en su presencia.

Dio un golpe con todo su poder:

deshizo a los soberbios y sus planes.

Derribó a los poderosos de sus tronos

y exaltó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su siervo,

se acordó de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

a Abraham y a sus descendientes para siempre.

(Lucas 1,46-55)

 

Cántico de Zacarías

Su padre, Zacarías, lleno del Espíritu Santo, empezó a recitar estos versos proféticos:

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo.

Ahora sale triunfante nuestra salvación

en la casa de David, su siervo,

como lo había dicho desde tiempos antiguos

por boca de sus santos profetas:

que nos salvaría de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

que nos mostraría el amor que tiene a nuestros padres

y cómo recuerda su santa alianza.

Pues juró a nuestro padre Abraham

que nos libraría de nuestros enemigos

para que lo sirvamos sin temor, justos y santos,

todos los días de nuestra vida.

Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo

porque irás delante del Señor para prepararle sus caminos,

para decir a su pueblo lo que será su salvación.

Pues van a recibir el perdón de sus pecados,

obra de la misericordia de nuestro Dios,

cuando venga de lo alto para visitarnos

cual sol naciente,

iluminando a los que viven en tinieblas,

sentados en la sombra de la muerte,

y guiar nuestros pasos por un sendero de paz.

(Lucas 1,67-79)

Cómo debemos orar según Jesús: el Padre nuestro

Ustedes, pues, recen así:

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre,

venga tu Reino,

hágase tu voluntad

así en la tierra como en el Cielo.

Danos hoy el pan que nos corresponde;

y perdona nuestras deudas,

como también nosotros perdonamos a nuestros deudores;

y no nos dejes caer en la tentación,

sino líbranos del Maligno.

(Mateo 6,9-13)

 

Jesús da gracias al padre por el éxito de la misión

En ese momento Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo:

«Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,

porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos

y se las has dado a conocer a los pequeñitos.

Sí, Padre, pues tal ha sido tu voluntad».

(Lucas 10,21)

Oración de Jesús por la unidad del pueblo de Dios

Dicho esto, Jesús elevó los ojos al cielo y exclamó:

«Padre, ha llegado la hora; ¡glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te dé gloria a ti!

Tú le diste poder sobre todos los mortales y quieres que comunique la vida eterna a todos aquellos que le encomendaste. Y esta es la vida eterna: conocerte a ti, único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesús, el Cristo.

Yo te he glorificado en la tierra y he terminado la obra que me habías encomendado. Ahora, Padre, dame junto a ti la misma gloria que tenía a tu lado antes que comenzara el mundo.

He manifestado tu nombre a los hombres: hablo de los que me diste, tomándolos del mundo. Eran tuyos, y tú me los diste y han guardado tu palabra. Ahora reconocen que todo aquello que me has dado viene de ti. El mensaje que recibí se lo he entregado y ellos lo han recibido, y reconocen de verdad que yo he salido de ti y creen que tú me has enviado.

Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que son tuyos y que tú me diste —pues todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío—; yo ya he sido glorificado a través de ellos.

(Juan 17,1-10)

La oración del AT culmina en Jesús. Cristo inaugura, en muchos aspectos, una forma de oración nueva. Para el cristiano, Jesús es el “hombre orante” por excelencia.

  • Jesús ora con y como su pueblo: “Llegó a Nazaret, donde se había criado, y el sábado fue a la sinagoga, como era su costumbre…” (Lc 4,16).
  • Jesús ora unido a su Padre en el Espíritu: “Y mientras estaba en oración, se abrieron los cielos:  el Espíritu Santo bajó sobre él y se manifestó exteriormente en forma de paloma, y del cielo vino una voz: «Tú eres mi Hijo, hoy te he dado a la vida.» (Lc 3, 21- 22).
  • La oración de Jesús es para hacer la voluntad del Padre. Jesús se adelantó un poco, y cayó en tierra suplicando que, si era posible, no tuviera que pasar por aquella hora. Decía: «Abbá, o sea, Padre, para ti todo es posible, aparta de mí esta copa. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» (Mc 14, 35-36).
  • Da gracias y alaba a su Padre (Lc 10,21).

Orar siguiendo las indicaciones de Jesús

  • No orar por apariencia (Mt 6,5), ni con mucha palabrería (Mt 6, 7-8).
  • Orar en privado y con recogimiento: “Tú, cuando ores, entra en tu cuarto y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto…” (Mt 6,6).
  • Orar dirigiéndose a Dios como Padre, es decir, confiados en que seremos escuchados: “Así deben orar: Padre nuestro…” (Mt 6, 9-13; Lc 11, 1—4).
  • Orar para hacer la voluntad de Dios: “Santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo” (Mt 6, 9-10).

Por este breve recorrido bíblico, la oración es un elemento esencial de la vida del pueblo creyente. El hombre religioso no va solo por la vida, se siente acompañado, guiado por su Dios. Y por eso, en momentos de oscuridad, lucha o desconcierto acude a él para pedirle su compañía y su ayuda. El culmen de esta forma de vivir en la fe es, para nosotros, Jesús de Nazaret. Jesucristo no solo ora, sino que su vida misma es oración. Él encarna la voluntad de Dios en su persona. Por eso nosotros, sus seguidores, pedimos que nos enseñe a orar para hacer de nuestra vida una continua oblación a Dios: vivir en fraternidad y hacer un mundo más saludable, justo e incluyente por el bien de todos.

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