Cómo lograr que las comunidades cristianas participen con entusiasmo y sentido en las celebraciones litúrgicas


 

 

“Mas, para asegurar esa plena eficacia, es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina para no recibirla en vano. Por esta razón, los pastores de almas (y sus animadores) deben procurar que, en la acción litúrgica, […] los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente” (Vaticano II, “Sacrosantum Concilium”, n. 11).

 

Los obstáculos para las celebraciones litúrgicas

Como educadores en la fe en las comunidades cristianas escolares y parroquiales tenemos que procurar que éstas vivan en espíritu y en verdad el sentido auténtico de las celebraciones litúrgicas.

Son varios factores que, en muchas comunidades, obstaculizan la participación activa de los fieles en la liturgia y que se dan también en nuestras comunidades.

  • La ausencia: si no vamos, no estamos y no participamos.
  • La presencia física: quizá obligada, estamos corporalmente, pero nuestra mente y nuestro corazón están en otro lugar.
  • El individualismo excluyente: yo me entiendo directamente con Dios y no tengo por qué hacer lo que hacen los demás.
  • La clericalización: todo lo hace el cura y los consagrados (una de las deformaciones más fuertes que enfrenta América Latina, según el papa Francisco).
  • La expropiación: el grupo de disque animadores se apropia de todas las funciones litúrgicas y la comunidad es solo espectadora.

La animación litúrgica

Lo anterior nos muestran la enorme necesidad de impulsar la vivencia real de la liturgia, lo que llamamos: Animación Litúrgica. ¿Cómo se puede participar en la liturgia si no hay nadie que nos invite, nos ayude y nos enseñe a vivirla?

La animación litúrgica consiste en dar vida, provocar movimiento, transmitir aliento e infundir entusiasmo por las expresiones religiosas. Se trata de ayudar a la comunidad a tener una experiencia de encuentro con Cristo presente en cada celebración, participando plena, consciente, activa, alegre y fructuosamente en todos los momentos de las mismas. Además, crea y sostiene un ambiente alegre, de recogimiento, de oración, de respeto y de silencio interior. Ayudar a los integrantes de la asamblea a descubrir y gustar del carácter didáctico y pastoral, connatural de la liturgia. También, contagia a los fieles reunidos del “entusiasmo” que les permita, con su mente, su corazón y su vida, ofrecer un culto a Dios, “en espíritu y en verdad” (Juan 4, 23).

La finalidad de la animación litúrgica

La animación pretende que el grupo de creyentes reunidos tome conciencia de su identidad cristiana de bautizados, se perciban como asamblea eclesial celebrante y se asuman como coprotagonistas de la celebración comunitaria. En pocas palabras, la pretensión de la animación litúrgica es construir y sostener una asamblea cristiana celebrante.

El carácter de la animación litúrgica

La liturgia, por su propia naturaleza, tiene un carácter didáctico y pastoral: la animación litúrgica, por tanto debe tener ese mismo carácter. Es decir, la animación debe poner en juego y armonizar el pensar, el sentir y el hacer; enseñar, emocionar e impulsar a la acción. Por tanto, la animación debe:

  • Enseñar a creer y experimentar la presencia de Jesús muerto y resucitado: en las especies de pan y de vino, en el sacerdote que preside “en la persona de Cristo”, en el dinamismo de los respectivos signos sacramentales, en la presencia personal prometida en medio de los reunidos en su nombre, y en la presencia de un Dios que nos habla y nos interpela en el signo de su Palabra.
  • Hacer que la comunidad en asamblea viva y sienta la celebración como una alegre fiesta sí, pero que, por eso mismo, incida en la vida real y el entorno de cada una de las personas que participan y celebran.
  • Enseñar a los participantes de la comunidad a darle expresividad y autenticidad a los signos y símbolos litúrgicos, enseñándoles a hacerlos bien, haciendo que expresen con emoción y sentido el lenguaje simbólico de la liturgia,
  • Suscitar con prudencia pero con claridad un cambio de mentalidad (conversión) e impulsar al compromiso social.

La participación que promueve la animación

De acuerdo a los números 11, 14, y 48 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II, la participación de los fieles reunidos debe procurarse que sea:

  • Participación externa e interna: se exterioriza por las posturas, las palabras, gestos, cantos, etc.; se interioriza por la implicación de la mente, el corazón, la conciencia y el espíritu para acoger el misterio pascual que se celebra, y responder vitalmente al mismo.
  • Participación consciente y activa: que entiende a fondo el sentido de lo que se celebra en cada momento y el sentido de cada palabra, gesto y símbolo; además del comprender, implica el actuar e intervenir en todo lo que les corresponde de principio a fin.
  • Participación piadosa y ferviente: la que hace que el fiel experimente y se conecte con la relación paterno filial que viene del Padre por el hijo en toda celebración; y la conmoción de la fe por el misterio pascual que se celebra, y por el amor a las personas que coparticipan y aquellas por las que se ofrece la liturgia.
  • Participación personal, comunitaria y plena: cada integrante de la asamblea es corresponsable de que la celebración sea digna y fructuosa; la participación que nos reúne a todos en asamblea y nos une con toda la Iglesia, “de aquí abajo y de arriba”, y con toda la humanidad; y la que hacemos con cuerpo y espíritu y en la que integramos nuestra actividad, nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro.
  • Esta participación de los fieles en comunidad celebrante es parte integrante y constitutiva de toda celebración litúrgica (Para todo el número 4, Cf Martín Irure, Una liturgia para la vida, Dabar, p. 53-54).

Como es evidente, la animación litúrgica eficaz no puede recaer exclusivamente en el sacerdote y los consagrados (sería clericalización), ni en una sola persona, ni en un grupito excluyente de laicos (sería privatización) por muy capaces que se crean. La verdadera animación exige un grupo de personas creyentes que voluntariamente quieran integrarse y formarse para prestar el servicio de animación en favor de su comunidad cristiana escolar o parroquial.

Como educadores de la fe nos corresponde interiorizar lo más posible de los conceptos y reflexiones sobre la liturgia y su animación. Además, promover y colaborar para que en nuestras comunidades se vaya integrando un equipo de animación eficiente que pueda dar vida a nuestras celebraciones.

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