Amigo o amiga, que buscas relacionarte con Dios. Después de haberte compartido los 10 consejos de oración que te ayudarán a empezar, ahora queremos sugerirte unos pasos para que te inicies en un camino que te lleve a la vida de oración.

¿Vida de oración en este tiempo y en este mundo?

En nuestro tiempo estamos absorbidos por numerosas actividades, compromisos, preocupaciones, problemas y temores; tenemos cierta tendencia a llenar y saturar todos los espacios del día con todas esas ocupaciones y asuntos. No nos damos ni un momento de respiro. Por eso, quizá te vaya a sonar fuera de moda, exagerado o imposible de alcanzar, el invitarte a que te atrevas a caminar, a seguir un itinerario que te ayude, no solo a orar, sino a desarrollar y adquirir una vida de oración en tu existencia, en tu día a día. Estamos seguros de que las tres citas que te vamos a compartir te convencerán de que no es tan inalcanzable, y que más bien es necesario y es lo que más conviene a tu vida cristiana.

 

Tres convincentes citas

  • El papa Francisco, en su exhortación apostólica Alégrense y regocíjense, nos dice que “todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra” (n.14). Y más adelante afirma: “Finalmente, aunque parezca obvio, recordemos que la santidad está hecha de una apertura habitual a la trascendencia, que se expresa en la oración y en la adoración. El santo es una persona orante que necesita comunicarse con Dios” (n. 147). Esa apertura habitual y esa necesidad de comunicarse con Dios es la vida de oración. Si, como todos, eres llamado, y es lo que Dios quiere de ti, no puede ser para ti inalcanzable.
  • El Catecismo de la Iglesia Católica, en el capítulo tercero sobre “La vida de oración”, afirma que “La oración es la vida del corazón nuevo. Debe animarnos en todo momento. Nosotros, sin embargo, olvidamos al que es nuestra Vida y nuestro Todo”. Y, citando algunos pensamientos de san Gregorio Nacianceno, te recuerda que “los Santos Padres insisten en la oración como un “recuerdo de Dios”, un frecuente despertar la “memoria del corazón”. “Es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar”. El buscar constantemente a quien es tu Vida y tu Todo, y recordarlo con mayor frecuencia que tu respiración, es tu vida de oración.
  • San Pablo, en su primera Carta a los Corintios, después de insistir en que debemos preocuparnos de las cosas del Señor y entregarnos a él en cuerpo y alma, te dice: “Les digo esto para bien de ustedes…para que puedan vivir constantemente y sin distracciones en presencia del Señor, tal como conviene” (7, 35). Estar en comunicación constante y permanente es lo que más conviene a tu vida humana y cristiana.

¿Cómo caminar hacia la vida de oración?

Tomando en cuenta que el Señor conduce a cada uno de nosotros por los senderos que él determina y de la manera que él quiere, y que cada uno le respondemos según la disposición de nuestro corazón y las expresiones personales de nuestra oración, no puede haber un camino único, sino que cada uno debe descubrir su propio camino hacia el contacto constante y permanente con el Señor (CIC, n. 2699). Por tanto, aquí solo te sugerimos dos posibles vías que, al intentarlas y practicarlas, te ayuden a descubrir (discernir) tu propio camino hacia una vida de oración.

La primera vía es la que te sugiere el CIC al afirmar: “La tradición cristiana ha conservado tres expresiones principales de la vida de oración: la oración vocal, la meditación y la oración de contemplación”. Te comentamos algo de cada una:

  • La oración vocal: Por medio de su palabra, Dios te habla a ti, y por medio de palabras tú le hablas a Dios. Es un elemento ordinario de tu vida cristiana. La necesidad de asociar los sentimientos y emociones a las expresiones externas y viceversa es una exigencia de nuestra naturaleza humana. Jesús, al enseñar el Padrenuestro, enseñó una oración vocal. La oración vocal, no solo es individual, sino que también es la oración por excelencia de las comunidades y de las multitudes, sobre todo cuando peregrinan. Los diez consejos que te compartimos en otro artículo te sirven precisamente para tu oración vocal.
  • La oración de meditación: Es una oración que no se hace con palabras, sino que es una toma de contacto de tu mente con el corazón de Dios, buscando descubrir lo que él te quiere enseñar acerca de tu vida y de cómo él actúa y está presente en ella. San Agustín decía que “meditar es rumiar los misterios de Dios”. Meditar quiere decir crear en ti una actitud de recogimiento, de silencio interior, para reflexionar y asimilar los misterios de tu vida de fe confrontados con los misterios de tu vida humana, y descubrir lo que Dios obra en ti. Los misterios de Dios deben resonar continuamente en ti mismo para que te resulten familiares, guíen tu vida y te nutran. Esto es lo que logras al meditar. La meditación hace intervenir tu mente, tu imaginación, tu emoción y tu deseo en la profundización de las convicciones de fe; suscita la conversión del corazón y fortalece la voluntad de seguir a Cristo. En realidad, lo importante es que avances con el Espíritu Santo, por el único camino: Cristo Jesús.
  • La oración de contemplación: es la expresión más sencilla y, a la vez, la más profunda del misterio de tu vida de oración. La contemplación implica un acto de fe en la presencia de Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- frente a ti y dentro de ti, en el que tú lo miras y dejas que él te mire. Son momentos en los que Dios te habla y tú lo escuchas, en los que tú le hablas y él te responde. En la contemplación, el Señor que te ama, te concede el don de su propia mirada que tiende a crear en ti una “visión sapiencial”, según Dios, de la realidad y a formar en ti “la mente de Cristo” (1 Corintios 2, 16), para que sepas discernir (descubrir) cuál es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto (Romanos 12, 2). Y así le puedas preguntar, “espíritu a espíritu”: ¿cuál es la conversión de mi mente, de mi corazón y de mi vida que tú me pides, Señor? Resumiendo, la oración de contemplación es mirada: “tú lo miras y él te mira”. Es escucha: “él te habla y tú lo escuchas”. Es silencio, “amor silencioso” (San Juan de la Cruz) En medio de este silencio, el Padre nos pone en contacto con su Verbo encarnado, sufriente, muerto y resucitado y con su Espíritu Santo, Señor y dador de vida, es unión y comunión con la oración de Cristo, único mediador de tu vida de oración (CIC n. 2700-2719; Verbum Domini 87, para toda esta primera vía).

La segunda vía es la que se inspira en la práctica de la Iglesia y también en las experiencias de los creyentes y de las comunidades cristianas y que les han servido, a través del tiempo, para mantener viva la fe y sostener, en el día a día, el “recuerdo de Dios” y el contacto con él. Te resumimos dichas prácticas en diez que consideramos importantes y más acostumbradas:

  1. La liturgia de la Asamblea Eucarística dominical, no es solo un mandamiento que hay que cumplir, sino, sobre todo, una oportunidad de tener, en comunidad, un encuentro vivo y vivificante con Cristo y de alimentar tu vida cristiana con el pan de la Palabra y del Cuerpo de Cristo. Participando activamente y en espíritu y en verdad, estarás desarrollando tu vida de oración en sus tres expresiones: vocal, meditativa y contemplativa. Esta última, sobre todo, después de haber recibido el Cuerpo de Cristo: míralo, escúchalo y, en silencio entra en comunión íntima con él. Se dice que Paul Claudel pensaba que “cumplir con el precepto dominical es relativamente fácil, lo difícil es recordarlo y vivirlo el resto de la semana”. Para ello pueden ayudarte las siguientes prácticas cotidianas.
  2. Ora por la mañana, al levantarte, dale gracias a Dios por el nuevo día y pídele que te acompañe el resto de tu jornada.
  3. Acostúmbrate a orar, de ser posible en familia, antes de los alimentos. Dale gracias a Dios porque lo que tienes. Pídele que bendiga las manos que los prepararon, que dé pan a los que no lo tienen y hambre y sed de él a ustedes que lo tienen.
  4. Si sales a trabajar, encomiéndate a Dios, o mejor invítalo a ir contigo, y encomiéndale a los que quedan en casa.
  5. En el trayecto de ida y de regreso comenta con Jesús lo que vas viendo, positivo o negativo, y pídele que a ti y a los tuyos los haga capaces de cambiar o mejorar, al menos en algo cada día, la realidad que han contemplado tú y él de camino.
  6. Apréndete y procura hacerte un espacio para rezar el Angelus a la mitad de tu jornada. Si te es posible, con algunos compañeros.
  7. Cuando Jesús y tú regresen a casa, den gracias al Padre, porque han vuelto con bien y porque los de casa también lo están, e iluminados por el Espíritu Santo compartan en familia lo que vieron y dialogaron en el camino.
  8. Cuando llegue la hora de dormir, despídanse deseando mutuamente un buen descanso. Si es oportuno en familia, si no en privado, den gracias al Señor por ese día. Dejen en sus manos el universo, el planeta y toda la humanidad y pídanle la gracia de volver a ver la luz del día. Como final, dos prácticas muy recomendables para tu vida de oración individual o, mejor, en familia.
  9. Familiarízate con la “lectura orante o lectio divina”. Diariamente, date un tiempecito para llevar a cabo, en familia, el proceso de esta lectura orante: lean con atención algún pasaje de la Biblia, mediten lo que leyeron, dialoguen con Jesús al respecto, contemplen un buen tiempo el rostro de Dios y decídanse a hacer lo que con él se hayan comprometido.
  10. Siempre que te sea posible, reza en familia el Santo Rosario. Es una devoción hermosa que puede enriquecer mucho tu vida de oración porque también te ayuda a revivir y volver a hacer la oración vocal en la reiteración del Padrenuestro y las Avemarías. La oración de meditación al pensar en lo que cada uno de los misterios te dice. Y la oración de contemplación al hacerte presente en cada uno de los misterios de la vida de Jesús y de María. Esta oración, hecha bien y conscientemente, te lleva a profundizar en los misterios de tu fe y de tu vida.

Queremos terminar con un pensamiento del papa Francisco, en el documento citado, sobre el llamado a la santidad: “Tampoco se puede pretender definir dónde no está Dios, porque él está misteriosamente en la vida de toda persona, está en la vida de cada uno como él quiere y no podemos negarlo con nuestras supuestas certezas” (n. 42). Entonces quiere decir que el esfuerzo que hagas por caminar hacia tu vida de oración está prácticamente garantizado porque Dios lo quiere y te está buscando. Te pedimos compartir las experiencias que tengas con lo compartido ahora.

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