Actitudes y orientaciones básicas que pueden favorecer tu labor de pedagogo de la fe
Como maestros de religión en secundaria y prepa, el reto de educar en la fe a los adolescentes y jóvenes se complejiza debido a múltiples factores, como el ambiente secularizado que nos ha tocado vivir, a la mala prensa que a la Iglesia se le ha dado y a otros muchos factores que están viviendo nuestros alumnos y alumnas. Pero, en medio de todo esto, los educadores en la fe nos sentimos llamados por Dios a poner nuestro granito de arena de ir sembrando la semilla de la fe porque sabemos que es bueno que los adolescentes y jóvenes se sientan amados, incluidos, y que pueden encontrar un poco de luz y sentido a sus vidas que tanto anhelan.
Es por eso que te compartimos algunas reflexiones que han surgido de nuestra experiencia y que esperemos puedan ser una luz en tu misión de acompañar y facilitar el aprendizaje de la fe.
Actitudes del maestro catequista
En primer lugar, revisemos 5 actitudes que todo educador en la fe debería poner en práctica.
- Estar enamorado de Cristo y de su Iglesia. Esto es lo básico y fundamental, puesto que esta materia se enseña con el discurso, pero ante todo con nuestro testimonio. A la manera de san Francisco de Asís: primero, el testimonio personal, después, “de ser necesario, usar la palabra”.
- Empatía. Ponerse en los zapatos de los adolescentes y jóvenes. Conocer su realidad, su lenguaje, su situación familiar. Hacerles sentir que la Iglesia está ahí para acompañar, proponer y no para imponer o juzgar sus vidas.
- Cercanía. Mostrarse cercano, abierto, disponible. No solo con los alumnos, sino también con sus familias. Buscar momentos apropiados para facilitar estos encuentros: misa mensual, invitar a un tema especial para las familias, hacer alguna convivencia, ayudarles en sus tareas.
- Diálogo. Buscar en todo momento el diálogo abierto y sincero. Poner en práctica aquello de “Dios nos amó primero”; Dios viene a nuestro encuentro; Dios es principio de comunicación.
- Salir al encuentro de nuestros alumnos, como ha insistido el papa Francisco: “Amar como Cristo -dijo Francisco- significa salir de uno mismo y decir no a otros “amores” que el mundo nos propone como “el amor al dinero, al éxito y al poder”. “Donándose, Jesús nos trata como amigos, dándonos a conocer al Padre y nos involucra en su misma misión por la vida del mundo”.
Sugerencias pedagógicas
En segundo lugar, exploremos 5 tips pedagógicos que puedes aplicar en tu grupo.
- En el primer encuentro, preparar el terreno para la siembra
- Antes de iniciar un curso con adolescentes y jóvenes, escucha sus expectativas. Qué esperan del curso, qué les gusta, qué les molesta, qué preguntas tienen sobre la temática. Las formas de hacerlo pueden ser varias: escribiendo, dibujando, expresando sus sentimientos.
- Desde el principio, aclarar la forma de trabajar y de evaluar los aprendizajes. Lo mejor es dejar bien claro esto para que ellos sepan cómo actuar en los encuentros: trabajos en equipos, investigar temas, entregar el reporte a tiempo… Lo mismo para la evaluación, dejar claro que en esta materia, debido a que tenemos que poner una calificación, necesitamos también medir de alguna manera los aprendizajes: la participación, trabajos escritos, los ejercicios del libro del alumno…
- Delegar responsabilidades. Por ejemplo, pedir a alguno del grupo que se encargue de la oración inicial, otro de preparar una dinámica, otro hacer una breve bitácora de la reunión, y todos entregar evidencias del trabajo al final de cada sesión. Esto obliga a que todos hagan algo y no estén esperando que el educador o educadora lo hagan. Lo apliqué con alumnos de secundaria y me funcionó bastante bien.
- Respecto a los contenidos o el mensaje que queremos sembrar
- Se supone que el colegio ya tiene previsto algún recurso básico a seguir para cada grado, que puede ser un libro, un itinerario de enseñanza de años anteriores… Lo normal es partir de lo que hay y, previo discernimiento, o se continua con el mismo recurso, o si es posible se busca otra opción más acorde con el perfil del colegio.
- Te recuerdo que el núcleo del mensaje debe estar centrado en el kerigma: sentirse amados, perdonados, incluidos en el amor de Dios. Como ha dicho el papa Francisco en la exhortación apostólica dirigida a los jóvenes: “Él está en ti, él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, él estará ahí para devolverte la fuerza y la esperanza” (Vive Cristo, n. 2).
- Te recuerdo las fuentes en las que debes inspirarte siempre: la Biblia, en primer lugar; en segundo lugar, el Catecismo de la Iglesia católica, La alegría del Evangelio, Vive Cristo, etc.
- Cuando los alumnos te pregunten sobre temas que han causado mucho “revuelo”, recuerda que algunos solo quieren llamar la atención. Y si no tienes una respuesta concreta o no estás seguro, será mejor decirles que lo investigarás y que lo verán en otra sesión, pero no evadas esos temas. Siempre trata de volver al tema principal, al corazón de nuestra fe: al amor, al perdón, a la misericordia.
- Adaptemos siempre los contenidos, las actividades, las dinámicas, a la edad de nuestros alumnos y alumnas.
- Cuidemos el lenguaje: que sea cercano, directo, que hable de la realidad de los y las adolescentes y jóvenes para que sea significativo.
- Los ejemplos: hay que tratar de usar lo más posible aquellos con los que ellos y ellas se comunican y que se usan y conocen en su ambiente.
- Usar una metodología dinámica e inductiva para que la semilla nazca
Esto significa partir de la vida, de lo que traen de casa, de lo que viven a diario nuestros alumnos y alumnas. De lo contrario, no habrá interés, y ambos sufriremos las consecuencias. Recordemos que el punto de partida debe ser siempre antropológico y en un segundo momento conducirlos al ámbito de la fe.
Entre las actividades que pueden ayudar para esta edad están las siguientes:
- Dinámicas que ayuden a pensar y a relacionarse.
- Juegos que faciliten la participación y el compartir.
- Debates sobre un tema determinado.
- Videos referentes al tema.
- Resolver casos reales.
- Trabajos en equipos.
- Investigaciones en internet o en libros.
- Lecturas con preguntas guiadas para no perderse.
- Hacer encuestas sobre algún tema relevante.
- Cosechando los primeros frutos o forma de presentar sus aprendizajes
Aquí vale lo dijimos en el apartado 1. Aclarar bien cómo queremos que hagan el trabajo. Esto tiene mucha relación el con español o con las técnicas de investigación. Pero hay que retomarlo con ellos para que vean que todo lo que estudia tiene relación con las demás materias.
En este momento sería bueno incluir lo de las normas a tener en cuenta en el proceso de elaboración de cualquier tipo de trabajo que nuestros alumnos realicen.
- La rúbrica permite hacer explícitos, tanto para los alumnos como para los docentes, las expectativas (resultados esperados), los criterios (indicadores) del desempeño o de productos a evaluar y los distintos niveles de calidad o logro en ellos.
- Sirve también de guía para evaluar, calificar y/o retroalimentar el desempeño de los estudiantes y las estrategias de enseñanza de los docentes.
- Es útil como herramienta de autoevaluación, ya que ayuda a los estudiantes a tener mayor control sobre sus procesos de aprendizaje.
Y a la larga, ayuda a generar personas autónomas y responsables. Se evita también el “copiar y pegar”, tan común en nuestros días, debido a que todo lo pueden encontrar en internet.
Ejemplo de una rúbrica para evaluar un trabajo por escrito en equipos:
Entre los formatos de entrega sobre la evidencia de sus aprendizajes están, a modo de ejemplo:
- Videos
- Mapas mentales
- Proyectos
- Trabajos escritos…
- Autoevaluación del alumno y de los compañeros
En este último apartado se trata de revisar los procedimientos. Es lo que algunos autores llaman hacer “meta-cognición”. Caer en la cuenta sobre cómo se aprendieron tal contenido, cómo resolvieron “X” problema.
En resumen, se trata de
- Revisar los procedimientos.
- Aplicar lo aprendido en alguna situación.
- Autocalificarse según las normas previamente mencionadas.
- Evaluar lo que se enseñó. Es triste escuchar a alumnos y alumnas sobre todo de preparatoria que dicen: “el maestro preguntó cosas que nunca nos enseñó” o “nunca nos dijo cómo nos iba a evaluar”.
Sin duda, estarás de acuerdo con nosotros que educar en la fe a los y las adolescentes y jóvenes es un gran desafío por su exigencia, pero también puede ser una gran aventura por su dinamismo, su interpelación de creatividad y flexibilidad para estar a la altura de los educandos. Y si optamos por esta línea, te aseguro que lograrás muchos aprendizajes valiosos, que te dejarán muchas satisfacciones. Esperamos que estas breves reflexiones te inspiren en tu labor de pedagogo y educador de la fe.