Los fundamentos de la formación del equipo de animación liturgia
La liturgia debería volver a su fin originario de servir a la educación litúrgica, es decir, ayudar a desarrollar la capacidad de apropiación interior de la liturgia comunitaria de la Iglesia… Es particularmente urgente, en esta situación, la educación a la interioridad, al acercamiento al núcleo esencial, en ello nos va la sobrevivencia de la liturgia en cuanto tal.Joseph Ratzinger (Imágenes de la esperanza)
La urgencia de la educación litúrgica
Sabiendo lo que es la animación litúrgica, es natural pensar que para esta labor hay que prepararse, estudiar, formarse. El animar es un hacer que supone el saber y el sentir. No se puede dar vida a la liturgia ni integrar un equipo de animación, si no existe una educación litúrgica previa.
Hay una necesidad urgente de la educación litúrgica. Curiosamente, en 1958, poco antes del Concilio Vaticano II, el Cardenal arzobispo de Milán, Juan Bautista Montini publicaba una carta “Sobre la Educación Litúrgica”. En ella hacía estas reflexiones: “hablamos mucho de la Iglesia visible, pero, ¿sabemos dónde y cómo la Iglesia se hace realmente objeto de visión y muestra al mundo su rostro real?” y él mismo respondía: “Solo cuando la Iglesia manifiesta su carácter de comunidad, cuando se encuentra en estado de asamblea, es realmente perceptible para nosotros creyentes y para el mundo. Y esto es lo que se verifica precisamente en la Liturgia, cuando esta se vive, en espíritu y en verdad, al unísono, por clero y fieles en comunidad, en asamblea”. Y concluía: “Debemos reconocer que la vivencia del clero y la participación de los fieles en las celebraciones litúrgicas no son satisfactorias y dejan mucho que desear” (Cf. Prólogo y presentación de la carta).
63 años después, en México y Latinoamérica, podemos hacernos los mismos cuestionamientos y llegar a la misma conclusión. Sin dejar de reconocer las múltiples y honrosas excepciones que ciertamente existen, debemos reconocer que todavía hoy nos hace mucha falta la educación litúrgica.
Las claves de la formación litúrgica
Obviamente, en este blog no podemos desarrollar todo un programa integral de formación litúrgica. Sin embargo, te compartimos algunas reflexiones que nos ayuden a orientar la formación litúrgica en nuestras comunidades y la búsqueda de materiales adecuados para la misma.
- La educación litúrgica no es algo que se pueda hacer de la noche a la mañana. Es una tarea de larga duración, una obra paciente, pero firme y constante, una obra para que clero y laicado adquiramos conciencia de la dignidad, la gracia y el valor de lo que celebramos, y para que todos, reunidos en asamblea, recibamos la vida que “mana del costado abierto de Cristo en la cruz”, que nos habilite para poder mejorar nuestras vidas y las de nuestras sociedades.
- Dicha educación, para que nos proporcione el conocimiento, la comprensión y la vivencia de la liturgia, debe realizarse mediante un proyecto, bien se trate de una primera iniciación o de la profundización de una experiencia ya adquirida, que debe entenderse bajos dos ángulos, distintos pero complementarios, que corresponden a dos momentos simultáneos de la acción educativa: la educación para la liturgia y la educación a través de la liturgia.
La educación para la liturgia
Es la que corresponde primordialmente al clero, en segundo lugar a los auténticos animadores de la liturgia, e idealmente a aquellos miembros laicos de la comunidad que no se conformen con participar sino que quieran profundizar. Esta educación debe llevar al estudio del concepto y naturaleza de la liturgia y de los contenidos teológicos, antropológicos y pastorales de la misma. Veamos un pequeño resumen de esta educación:
- El objetivo de este estudio es llegar a comprender que la liturgia es la celebración del misterio pascual de Cristo Jesús, que la Iglesia realiza por medio de ritos y oraciones para nuestra salvación. A través de la liturgia, la Iglesia celebra la obra completa de la salvación efectuada por Dios Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo.
- El punto de partida es bíblico (la historia de la salvación, a través de la palabra de Dios), y la pedagogía de los símbolos de carácter antropológico (el significado de la ritualidad en la vida humana). Dios que habla a los seres humanos, y los seres humanos que lo escuchamos, lo comprendemos y le respondemos comprometiéndonos.
- Introducirnos a la liturgia cristiana como presencia de Cristo a través de los ritos y signos que la Iglesia ha desarrollado en el transcurso de los siglos. Esto implica la información y la formación sobre los diversos momentos y elementos celebrativos que nos conducen al misterio pascual de Cristo, que ilumina la fe y alimenta la vida humano-cristiana.
La educación a través de la liturgia
Es la que está dirigida primordialmente a todos y cada uno de los miembros de la asamblea, que es enseñada e inducida por el equipo de animación litúrgica. Los contenidos de esta educación consisten en el significado y sentido de cada una de las partes o momentos de toda celebración, el sentido y significado de los movimientos, palabras y gestos litúrgicos y, sobre todo, el sentido, significado e ineludible derecho y responsabilidad de la participación de todos en la asamblea. Un breve resumen de esta educación:
- La liturgia, por sí misma, nos educa porque en ella “Dios habla a su pueblo, Cristo sigue anunciando el Evangelio, y el pueblo responde con el canto y la oración” (Constitución sobre la Sagrada Liturgia, n. 33). Es la dinámica litúrgica hoy: Dios y nosotros, su pueblo, dialogamos.
- El objetivo primordial de esta educación es hacer comprender a los fieles de cada comunidad que, por su bautismo, tienen el derecho y la obligación de participar plena, consciente y activamente en las celebraciones litúrgicas, como lo exige la naturaleza misma de la liturgia. Este es el fundamento de la asamblea y de su participación.
- El punto de partida es el conocimiento, la comprensión y la valoración de la eficacia pedagógica y educativa que tienen todas y cada una de las acciones litúrgicas, desde el inicio en “el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, hasta la conclusión con “La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Amén”. Esto en la asamblea Eucarística y en todos y cada uno de los sacramentos. Creer, entender, sentir y vivir cada celebración como una experiencia simbólico-ritual, por su particular riqueza de lenguaje, símbolos, signos y gestos y, sobre todo, por la eficacia de la gracia, propia de la liturgia cristiana, en la cual se nos da la aplicación de la redención de Cristo Jesús.
- Entender, comprender y convencer que en la liturgia cristiana todo: “los saludos, las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, las oraciones, las lecturas, los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales”, concurren a nutrir la fe de la asamblea y a alimentar la vida humano-cristiana de todos y cada uno de los integrantes de la misma (Cf. Constitución sobre la Sagrada Liturgia, n. 30). Saber no solo el qué y el cómo, sino también el porqué y el para qué de todo aquello.
- Entender, comprender, convencer y vivir que el centro y eje de toda celebración litúrgica cristiana es la participación plena, consciente, fructuosa, alegre, activa, personal y comunitaria, y comprometida de todas y cada una de las personas reunidas en asamblea, porque, a través de dicha participación, toda celebración litúrgica se convierte en “la fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano” (Cf. Constitución sobre la Sagrada Liturgia, 14). Darnos para recibir.
La emergencia educativa
El planteamiento que nos hizo el entonces Cardenal Ratzinger (hoy Papa emérito Benedicto XVI): estamos teniendo, en realidad, una emergencia educativa en lo que se refiere a la liturgia, porque los seres humanos de hoy, en general, necesitamos de toda necesidad recuperar la interioridad que hemos venido perdiendo. Y esto solo lo conseguiremos si logramos “desarrollar la capacidad de apropiación interior de la liturgia comunitaria de la Iglesia”, cuyo fin originario es servir a la educación litúrgica, que es la que nos hace falta para desarrollar dicha capacidad (Cf. cita al principio de este artículo) El resumen que hemos compartido nos invita a pensar que aún nos encontramos a tiempo de actuar.
Como educadores de la fe de nuestras comunidades, reflexionemos y apropiémonos de estas claves. Compartamos con convencimiento y respeto con nuestro equipo, con los agentes de pastoral de nuestras comunidades y con las diversas “autoridades”, pidiendo su opinión y dialogando para sacar conclusiones comunes.
Ahora es el tiempo oportuno para empezar a revitalizar nuestras comunidades con la liturgia comunitaria de nuestra Iglesia.