En la celebración litúrgica se transmiten los valores cristianos
Así como Cristo fue enviado por el Padre, él mismo a su vez envió a los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura y anunciar que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección nos ha liberado… y nos ha conducido al reino del Padre, sino también para que realizaran la obra de la salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica.
Constitución sobre la Sagrada Liturgia
¿Por qué la liturgia hoy?
El mundo en que se desenvuelven nuestras vidas es un mundo lleno de estupor y de orgullo por sus conquistas científicas y tecnológicas que, a la vez que nos sirven para el desarrollo, muchas de ellas nos esclavizan. Un mundo preocupado y agobiado por el trabajo, la tecnología, la industria, la economía y la política, y no por la religión. Un mundo habitado por un creciente número de personas que, por fundar sus vidas en la propia suficiencia, son incapaces de esperar nada que no sean nuevas angustias, nuevas cargas y nuevas esclavitudes.
Hoy hay mucha gente que se pregunta, ¿por qué hablar de liturgia, una cosa tan extraña que la gente ya no comprende, que no tiene repercusiones prácticas para la vida, que no resuelve los grandes problemas sociales, nacionales e internacionales, que pertenece a otros tiempos y a otras costumbres?
Esto sucede por dos razones: la primera es porque no se difunden los principales valores que la liturgia cristiana puede tener para el hombre de hoy; la segunda, porque nosotros los cristianos, además de desconocer dichos valores, no participamos ni vivimos nuestras celebraciones de modo que influyan en nuestras vidas y repercutan en nuestro modo de ser y de hacer frente a Dios y frente a las sociedades de nuestro mundo. Por eso es importante este tema.
Los valores cristianos que se promueven con la liturgia
En esencia hay cinco valores que consideramos principales, porque caracterizan nuestra liturgia cristiana:
- Es un culto eminentemente trinitario, es decir, todas nuestras celebraciones se inician y se terminan invocando a la Santísima Trinidad, el Dios único y verdadero que los seres humanos hemos buscado desde nuestro origen por necesidad innata. Todas las oraciones de cada celebración, ordinariamente, se dirigen al Padre, por Jesucristo en unión con el Espíritu Santo. Expresan el clamor que los seres humanos dirigimos a un Dios cercano que nos escucha y que, en la liturgia, viene de sí mismo a nosotros para acogernos y respondernos como Padre que nos ama, como Hijo que nos salva y como Espíritu Santo que ilumina nuestro existir y el de nuestras sociedades.
- Es un culto auténticamente cristocéntrico. En la celebración del misterio pascual de Jesús, la muerte y resurrección de Cristo se revelan como el auténtico sacrificio de expiación, de alianza, de consagración, de acción de gracias y de alabanza agradable al Padre y al Espíritu Santo. Cristo hace visible y cercano el rostro del Padre siempre y a todos. La liturgia cristiana con la que la Iglesia, como pueblo de Dios en asamblea, da honor y gloria al Padre, lo hace “por Cristo, con él y en él” y, en unión con el Espíritu Santo, lo hizo ayer, lo hace hoy y lo seguirá haciendo hasta el fin de los siglos. Cristo constituye el centro de todo el plan salvífico de Dios para los hombres de todos los tiempos.
- Es una celebración necesariamente bíblica. Toda celebración está basada en la Biblia como Palabra de Dios, revelada y actualizada para los hombres de todo tiempo, lugar y cultura. En la liturgia, Dios habla a su pueblo, y nosotros, su pueblo de hoy, dialogamos con él. La liturgia no puede vivir sin la Palabra de Dios que nos despliega la historia de la salvación. No basta con leer y estudiar la Palabra de Dios, es preciso proclamarla, comprenderla, vivirla y celebrarla en el ámbito social de la Iglesia y del mundo. Esto lo podemos hacer con nuestra participación activa en las celebraciones y la proyección de la Palabra que celebramos en el mundo que habitamos.
- Es una celebración de la fraternidad y la amistad social. Toda celebración es una invitación y un llamado a la filiación, la de Jesús como Hijo de Dios, y la de nosotros como hijos del mismo Padre y hermanos de Jesucristo, todos unidos, iluminados y santificados por el Espíritu Santo. La fraternidad y la amistad social son necesarias para la seguridad y la paz que anhela el mundo. La Palabra de Dios, la plegaria universal, el sacrificio eucarístico, el Padre nuestro, el rito de la paz y el pan compartido de la comunión, nos recuerdan de varias maneras que todos los seres humanos hemos sido creados por Dios con iguales derechos, deberes y dignidad, y nos ha llamado a convivir como hermanos. (Cf. Fratelli tutti, 5).
- La liturgia cristiana es siempre la celebración de un compromiso. La salvación realizada por Jesucristo y que se sigue aplicando por la Iglesia, pueblo de Dios, en la liturgia, a través de los tiempos, está en la entraña misma de la historia humana. El gesto litúrgico no sería auténtico si no implicara un compromiso de caridad, un esfuerzo renovado, como fruto de cada celebración, por ver, pensar, compadecer, amar y actuar como Jesucristo. Caridad y esfuerzo de renovación que nos comprometen con nuestro entorno natural y social. La participación en la liturgia como asamblea que celebra, implica y comporta de suyo un compromiso con toda realidad humana, con su promoción y su desarrollo, porque toda la creación está injertada en el designio salvador de Dios que abarca a todo hombre de todo tiempo y lugar.
Seamos buenos cristianos
No basta que como cristianos participemos plena, consciente y activamente en las celebraciones, sino que debe ser también comprometidamente, lo que implica que nuestras vidas reflejen las realidades que hemos celebrado, en nuestros entornos naturales, en nuestras sociedades y en nuestro mundo, en el metro cuadrado que ocupamos cada uno en el planeta.
Asimilemos y difundamos los valores de nuestra liturgia en nuestras comunidades cristianas, porque es nuestra manera de ser y hacer en el mundo. Reflejar la fe, la actualidad, la utilidad, la vivencia y el compromiso de lo que celebramos.