Es necesaria la catequesis específica de adultos


 

La catequesis con los adultos se configura como un proceso, personal y comunitario, de aprendizaje, destinado a adquirir una mentalidad de fe “hasta alcanzar la medida de la madurez de Cristo en su plenitud”

Efesios 4, 13

A diferencia de lo que mucha gente piensa, también hay catequesis de adultos. Si eres catequista o agente de pastoral, seguramente esto tú ya lo sabes y eres consciente de la formación de laicos como símbolo de la acción transformadora del Evangelio.

Por qué iniciar un proceso de catequesis para personas adultas

En nuestro continente, América Latina, afortunadamente cada vez tenemos más adultos formados y/o capacitados para desempeñar las relaciones y responsabilidades familiares y sociales, de las que cualquier mayor de edad debe hacerse cargo. Pero no es así en todos los casos.

El dinamismo en el que hoy nos vemos inmersos los mayores, que entrelaza factores familiares, políticos y sociales, constantemente nos obliga a estar reestructurando y adaptando nuestra madurez. Estamos metidos en una dinámica inacabable de convertirnos en adultos, quizá porque, interiormente, no hemos logrado un arraigo suficientemente firme de nuestra personalidad propia. Y esta dinámica se refiere lógicamente también a la dimensión religiosa, porque la fe es un proceso personal e íntimo. Es más, los adultos necesitamos de la fe, porque en esta etapa de la vida, la fe misma está llamada a tomar diferentes formas, a evolucionar, a desarrollarse y madurar para que podamos ser capaces de responder auténtica y constantemente a los interrogantes de nuestra existencia humana.

Seguramente, otra sería la situación política, social y aun religiosa de América Latina si lográramos tener un alto porcentaje de adultos, auténticos católicos cristianos, que incidieran más en esas dimensiones de la vida de nuestros pueblos.

Objetivos y condiciones básicas para una catequesis de adultos

Después de explorar un poco lo que sucede con las personas adultas y sus procesos de fe en nuestro continente, es necesario entender para qué y cómo puede ayudar la catequesis a estas personas.

La catequesis procura tomar en cuenta, comprender y escuchar las situaciones y necesidades concretas de las personas adultas:

 

  1. Para despertar la fe: Valorar las experiencias, vivencias, creencias y convicciones de las personas para suscitar en ellas la fe. No tratar de imponer sino de atraer.
  2. Para purificar la fe: Todos creemos en algo, aunque las convicciones sean parciales o erróneas, podremos hacer juntos la síntesis más auténtica de la verdadera fe. No juzgando, sino comprendiendo y dialogando con respeto y honestidad.
  3. Para alimentar la fe: Si fomentamos una mentalidad madura de su fe y formamos positivamente sus conciencias, serán suficientemente fuertes para dar razón de su esperanza y de dialogar, serena e inteligentemente, con las culturas de su tiempo.
  4. Para ayudar a compartir y testimonias la fe: Procurando una enseñanza práctica y testimonial, dinamizando la formación con espacios para compartir, servir y manifestar los avances de su fe, formaremos laicos que sean signos de la presencia del Reino de Dios en su mundo.
  5. El objetivo global, por tanto, de la catequesis de adultos es la formación y maduración de la vida interior, siguiendo los principios de gradualidad y progresividad, de manera que el adulto asuma libremente la dinámica transformadora del Evangelio y la pueda aplicar y hacer efectiva en su vida personal, familiar y social. (Cfr. Directorio para la catequesis, 260-261).

Si bien hemos repasado los objetivos de establecer un proceso de catequesis para adultos en nuestra comunidad católica, también es necesario reconocer, aunque sea de forma muy general, la manera en que ésta se debe desarrollar:

  • Es esencial que en la catequesis de adultos, la comunidad eclesial se deje alcanzar y provocar por las realidades y sensibilidades de los adultos de hoy y haga los cambios que sean necesarios para acogerlos, acompañarlos y apoyarlos.
  • La catequesis de personas mayores, por ser un proceso educativo para la vida cristiana en todas las dimensiones humanas, debe implicar profundización en los contenidos de la fe, en la Sagrada Escritura y espacios vivenciales de espiritualidad, celebraciones litúrgicas, piedad popular, fraternidad humana y eclesial y ejercicios prácticos de caridad y de testimonio en el mundo.
  • Como adultos que son, es importante no tratarlos simplemente como receptores de la formación, sino como personas libres que pueden tener sus propias convicciones y con quienes queremos tener un diálogo respetuoso acerca de nuevas convicciones que consideramos le pueden hacer bien a su vida.
  • La edad madura se refiere tanto a hombres como a mujeres, la catequesis debe reconocer esa situación y tomar en cuenta la peculiaridad con la que cada sexo experimenta la vivencia de la fe y no descuidar el carácter laical de los adultos que los faculta para ser hombres y mujeres igualmente protagonistas, no espectadores ni mandaderos, tanto en la vida de la Iglesia como en los asuntos temporales de la sociedad.
  • Es muy importante y provechoso que en la catequesis de adultos se involucren todas las dimensiones de pastoral que haya en la comunidad, principalmente, aunque no solo, la familiar y la juvenil, cada una a su modo y manera. De esta manera percibirán y se sentirán pertenecientes a una comunidad eclesial articulada y que se proyecta en salida hacia las diversas dimensiones de su sociedad.

En pocas palabras, la catequesis para adultos debe ser adulta. (Cfr. Directorio para la catequesis n. 262-263).

 

Los catequistas de los mayores

Algo muy importante a tomar en cuenta, para prepararnos, es que en esta catequesis la figura del o la catequista es decisiva. Aquí es difícil determinar qué es más importante, si ser un educador competente, o un acompañante capaz de apoyarlos también en los procesos de su crecimiento personal. Si se trata de lograr en ellos la relación adulta con el Señor, y de que asuman sus opciones de testimonio cristiano en el mundo, diríamos nosotros que hay que prepararnos ya para realizar ambas funciones.

Como equipo pastoral, los invitamos a reflexionar en los puntos anteriores, porque es parte de nuestra formación como acompañantes y educadores.

También, hay que pensar, en cómo ir preparando a la comunidad y a todos sus integrantes pastorales, a que quieran cambiar para involucrarse, acoger, y acompañar a los adultos en su catequesis.

Estamos seguros que establecer un proceso de formación en la fe para adultos no es posible sino diseñamos una catequesis apropiada para adultos bautizados, no bautizados, insuficientemente evangelizados, “no practicantes” o conversos de otras instancias religiosas. Sin duda promovamos una catequesis que forme y capacite adultos para que sean protagonistas del desarrollo de sus pueblos y de su Iglesia (Cfr. Directorio para la Catequesis, n. 257-258).

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