Breve cuestionario para describir o redescubrir tu enojo, el trauma, la soledad o el resentimiento ocasionado por la muerte de un ser amado


 

¿Ya conoces los distintos tipos de pérdidas que cualquier persona podemos sufrir? ¿tu ya identificaste las tuyas? Si has contestado negativamente a estas preguntas te recomendamos leer el post Escoge tu pérdida. Pero si tus respuestas fueron que SÍ, nos gustaría ayudarte a descifrar mejor las emociones que vives planteándote cuatro preguntas con sus posibles respuestas para confirmar tu elección o para ayudarte a  redescubrir tu propia situación.

 

¡Empecemos!

 

1.- ¿Te sientes enojado y abrumado por la pérdida de un ser querido?

Es natural pero si es porque murió; tú sabías que naturalmente eso tenía que llegar (a todos nos va a pasar en algún momento). Piensa en tu pérdida, es dolorosa, pero piensa también en lo que esa persona puede haber ganado al regresar al Padre.

Finalmente,  si te hace sentir bien,  reclámale a Dios por qué se lo llevó, al mismo tiempo pregúntale para qué te dejó a ti en este mundo sin la compañía de ese ser querido.

  • … si es porque se fue muy lejos o de manera definitiva, abrázal@ estrechamente en tu corazón y después… déjal@ ir. Ambos sufrirán más si reaccionas con obsesión y egoísmo.
  • … si es porque esa persona no es para ti pues ya es de otr@. Piensa que no es nada bueno querer seguir siendo el primer@ en la vida de quien ya eligió su prioridad, y esa no eres tú; él o ella ya eligió, renunció a ti ¿y tú…?
En todos estos casos, debes tener el valor de renunciar y seguir viviendo.

 2.- ¿Disgustado y enfadado porque no puedes tener los bienes ni a las personas que deseas?

Ten cuidado con las obsesiones y…
  • … si es respecto de las cosas, recuerda que todo eso es de “aquí y aquí se queda”. Tú no te puedes definir como persona por tu obsesión de acumular bienes materiales, sino por tus actitudes razonables ante éstas.
  • … si es respecto a las personas, quizá nadie te ha dicho que las personas (inclusive tú) no pueden ser objeto de posesión. Porque todos somos una realidad personal, intocable, sagrada y, por tanto, no un objeto de posesión y consumo.
Considera que en ambos casos, es necesario que revises en qué estás fundamentando tu autoestima y la de los demás. Reflexiona en esta frase de San Juan de la Cruz: «Si no tienes lo que quieres, quiere lo que sí tienes».

 3.- ¿Te aturde el “ruido de tu soledad”? ¿Estás realmente sol@ y/o  sientes  que has perdido la compañía? La soledad suele definirse como la ausencia voluntaria o involuntaria de compañía.

  • Si en tu caso es voluntaria y no eres monje ni anacoreta, pregúntate y reflexiona por qué has rechazado la compañía de los otros y te has aislado. ¡Ojo! Tarde o temprano, la soledad genera nostalgia, amargura y resequedad interior. ¡Ábrete al acompañamiento de los demás!
  • Si tu soledad es involuntaria, reflexiona y pregúntate por qué los demás se han ido alejando de ti. Revisa tu estado de ánimo, tu humor. Muchas veces la nostalgia, mal enfocada, nos hace proyectar tanta amargura, apatía e insatisfacción que, poco a poco, los demás se van alejando de nosotros.
En cualquier caso, piensa que siempre es mejor tener algo en común con los demás que alejarnos de ellos. Pero ¡ojo!, el secreto de la vida exitosa en común radica en el compromiso que asumamos con los otros; ese compromiso es el que sostiene nuestra propia  vida y le da sentido y valor. Atrévete a dar y recibir acompañamiento y descubrirás muchas cosas buenas que da el compartir penas y alegrías con otros.

 4.- ¿Estás resentido porque no logras lo que llevas mucho tiempo buscando, te crees autosuficiente y rechazas la ayuda de los que te rodean?

  • ¡Ojo!, la vida no es un campeonato de atletismo humano interior y exterior.
  • ¡Cuidado!, Tu resentimiento y rechazo pueden llevarte al gravísimo peligro de atarte a ti mismo, de ser esclavo de tu yo resentido. El resentimiento te lleva a la amargura y la tristeza de sentirte decepcionado de ti mismo.
Mejor, acepta tus limitaciones y date cuenta de que no eres el único que sufre o que no alcanza todo lo que quisiera; no eres el único que fracasa en la vida. Atrévete a necesitar y a que te necesiten y verás qué bueno es vivir así.

 

Sobre estos temas profundiza muy bien Víctor Manuel Fernández en su libro Cuando amar duele, que publicamos en Dabar.

 

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