El saber cristológico no se constituye ni se transmite primariamente en el concepto, sino en estos relatos de seguimiento.

Johan Baptista Metz

 

¿Sabías que la religiosidad popular, vivenciada en su mayoría por gente humilde y sencilla de nuestros pueblos puede aportarnos sabiduría y espiritualidad a nuestra vida personal y familiar?

Desde hace años la piedad popular ha marcado la vida cristiana de las familias, ha alimentado su identidad católica. Considerada verdadero tesoro del pueblo de Dios, manifiesta una sed de Dios que solo los sencillos y los pobres pueden conocer (E.N. 100).

El pueblo pobre no deja de creer y es capaz de mística, respeto, alegría, amor y seguimiento cristiano. Desde su modo popular de vivir la vida cristiana, sigue aportando valores, enseñanzas, historias, experiencias de Dios, de resistencia y de anhelos de liberación.

A todas las familias queremos compartirles algunas ideas que pueden enriquecer más el alma de su familia, el corazón de sus hijos. Pero también que les ayude a encontrar fuerza e inspiración, y sobre todo, a ser un mejor seguidores de Cristo, construyendo su Reino en un compromiso cristiano más gozoso y solidario.

 

Los ejercicios

“Algunos ejercicios de piedad se realizan por mandato de la misma Sede Apostólica, otros por mandato de los obispos; muchos forman parte de las tradiciones cultuales de las Iglesias particulares y de las familias religiosas. Los ejercicios de piedad tienen siempre una referencia a la revelación divina pública y un trasfondo eclesial” (Cfr. Directorio sobre piedad popular y liturgia).

Del enorme abanico de ejercicios de piedad que existen, te proponemos algunos, que están pensados para ser practicados en la vida cotidiana, sin dejar de lado que pueden vivirse públicamente con el pueblo y con mayor intensidad en los acontecimientos del año litúrgico. Estas ideas van acompañadas de un gesto, unas palabras, una acción; no rebasan el cuarto de hora.

 

  1. Agradecimiento y bendición de los hijos

La bendición expresada con palabras, con gestos o signos está asociada al deseo de bienestar y la felicidad. Es un deseo de que Dios Padre actúe en favor de alguien.

Cada mañana, al despertar y “saltar de la cama”, lo primero es dar gracias a Dios, a Cristo, al Espíritu Santo; el gesto que lo acompaña es haciendo la señal de la cruz en la frente.

Pues te invito a que este breve acto de agradecimiento y de ponerse en las manos de Dios, ahora lo hagas con cada uno de los miembros de tu familia.

Cuando ya se hayan levantado, llama a cada uno. Da gracias a Dios por cada uno, hijo, hermano, esposo, esposa. Haz la señal de la cruz en su frente. Dales tu bendición y dale una palmada en el hombro.

 

 

  1. La bendición en el hogar

Este momento de piedad lo puedes hacer cuando gustes, de preferencia por las mañanas. Ponte de pie en el centro de tu casa. De manera pausada haz la señal de la cruz: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Con una mano levantada y la palma abierta, dirígela hacia los lugares más significativos de tu hogar y pide a Dios Padre la bendición, la salud, la paz y la unidad en tu hogar. Este breve momento lo puedes terminar con la oración del Padrenuestro. Finalmente termina esta reunión dando la bendición y haciendo el signo de la cruz en la frente de cada uno de los miembros de la familia.

 

 

  1. El encuentro con Cristo, evangelio de amor

No debe pensarse que la proclamación del Evangelio siempre debe transmitirse con ciertas fórmulas establecidas, o con palabras precisas que expresen un contenido absolutamente invariable. Se transmite en formas tan diferentes que sería imposible describirlas o catalogarlas, y en las cuales el pueblo de Dios, con sus innumerables gestos y signos, es un sujeto colectivo. (Evangeli Gaudium 129).

Sabemos que Cristo, nuestro salvador, es la Palabra del Padre, por esta razón, te ofrezco unas ideas para que vivas con más gusto tu relación con la Palabra de Dios.

Invita a tu familia a reunirse en tu hogar. Invítalos a un momento de encuentro con el Señor Jesús a través de su Palabra. Prepara una mesita donde coloques una cruz, una Biblia y una vela. Pide que alguien encienda la vela. E inicia en el nombre del Padre, de Hijo y del Espíritu Santo.

 Invita a que alguien tome la Biblia y lea las bienaventuranzas (Mateo 5,1-12). Después de la lectura, pregunta qué frase les llamó más la atención, y que una persona comparta. Se vuelve a leer el texto y al final se pregunta: ¿qué creen que nos dice Dios? Que otra persona comparta. Se vuelve a leer el texto y se pregunta: ¿qué le digo yo a Dios? Que otra persona diga algo breve. Se vuelve a leer el texto, y al final se pregunta: ¿Qué podemos hacer como familia para ser mejores cristianos? Que otra persona comparta. Enseguida motiva a pedir una gracia de Dios para que puedan vivir el Evangelio con alegría, y juntos rezan el Padrenuestro. Como signo de este momento, amarra un listón o un hilo amarillo en la muñeca de cada uno, como señal de que quieren caminar como seguidores de Jesús. Se cierra el encuentro con un Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.

 

 

  1. Te saludamos, María, la llena de gracia, mujer santa del pueblo

Es tradición rezar el rosario en casa, con la familia. Con ello saludamos a María, Madre Santa, Madre de Jesús, y su primera seguidora. Lo deseable es que reces en familia el rosario completo, pero te sugiero, como mínimo, orar con cariño y profundidad un decenario del rosario.

Prepara la mesa con un pequeño mantel, coloca una imagen de la Virgen, una Biblia, una vela encendida y unas flores. Entrada la noche, reúne a tu familia. Sentados en torno a la mesa, inicia con una intención por la familia y las familias vecinas. Rezan juntos un Padrenuestro y enseguida, cada uno toma una flor y reza un Ave María. Al final del decenario, todos juntos dicen la oración del Padrenuestro. Puedes terminar con un aplauso a todas las personas que cuidan a los enfermos o velan por ellos. Pide a cada uno que tome uno de los símbolos colocados en la mesa y lo regrese a su lugar.

 

Como puedes ver, “en la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo” (Evangelii gaudium 126).

Somos responsables de que la alegría cristiana, el prometido banquete del Reino del amor y la justicia, tengan entre nosotros una práctica cristiana y al menos algunos signos de profunda alegría, fiesta, fraternidad, consuelo y gozo, en nuestro camino de fe. No dejemos de practicarla en familia.

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