10 SUGERENCIAS PARA HACER EL HÁBITO DE LEER LA BIBLIA

 

Es hora de que los padres y madres regresen de su exilio, que se impliquen plenamente en la educación, (humana y cristiana) de sus hijos e hijas

Papa Francisco (Audiencia general del 20 de mayo de 2016)

 

Si como papás o mamás estamos convencidos en que una educación religiosa es importante para nuestros hijos, también deberíamos interesarnos porque se enamoren tanto de la Palabra de Dios, que se aficionen a leer la Biblia; busquemos hacer de ello un hábito de nuestros pequeños.

Conviene recordar lo que nos dicen los expertos: tratándose de formar valores, virtudes y hábitos; mientras más temprano empecemos es mejor.

Somos capaces de Dios

A veces, algunos (quizá muchos) padres de familia creen y piensan que iniciar a los hijos en la lectura de la Biblia debe dejarse para cuando estén más grandes y sean capaces de entender y comprender lo que ésta dice. Esto es un grave error, podríamos decir que los seres humanos, desde que nacemos (o quizá desde antes) traemos ya un “chip” que nos hace capaces de Dios. A cualquier edad, por tanto, somos capaces de escuchar y acoger la Palaba de Dios y de encontrarnos con él por medio de ella. Entonces, nuestra misión se simplifica, porque lo que se necesita es que hagamos lo necesario y adecuado para que esa capacidad innata de nuestros pequeños y pequeñas se actualice, es decir, se active, y, estimulándola, logremos que se enamoren tanto de la Palabra de Dios que se hagan “adictos” a leerla y buscarla en la Biblia.

El hábito de leer la Biblia

A continuación, te hacemos unas cuantas sugerencias, a modo de pasos, que te ayudarán, si de verdad quieres, a generar y desarrollar el hábito de lectura de la Biblia en las pequeñas y pequeños.

Primer paso. Consiste en hacer algunas reflexiones que nos dispongan adecuadamente para realizar lo que nos proponemos.

  1. Seamos conscientes de que en la Biblia no somos nosotros, sino Dios el que habla.
  2. El mejor camino o método que debemos usar es aquel que más nos ayude a hacer accesible y comprensible para nuestros pequeños hijos la voz del Señor.
  3. No pretendamos ser escuchados por nuestros hijos, sino asumamos la actitud de prestar un servicio al bien de nuestros hijos (y de la humanidad), dejándole espacio a Aquel que da la vida y quiere comunicarse con nuestros pequeños.
  4. Iniciar a nuestros hijos e hijas en la experiencia de Dios, no consiste en una forma nuestra de hablar, sino más bien en una forma de vivir: vivir escuchando y ser portavoz del Padre (como Jesús); O sea, no hablar por nuestra cuenta, sino de lo que oigamos de Dios y él nos inspire.
  5. No pretendamos ganar por vosotros mismos a nuestros pequeños, necesitamos ganarlos para Dios (quizá por eso Jesús predicaba de día y oraba de noche).
  6. Finalmente, convenzámonos de que ningún método o estrategia será eficaz para formar a nuestros hijos, si no está fundamentado en una intensa vida de oración (Cfr. Cardenal Joseph Ratzinger, La nueva evangelización 3-4).

Segundo paso: Consigamos una buena Biblia para niños (hablamos de pequeñas y pequeños de dos a cuatro y de cuatro a siete años) o, mejor aún, consigamos un verdadero y buen libro de historias bíblicas. Lo que debemos hacer es revisarla y leerla primero nosotros; debe tener letra legible e ilustraciones que las y los pequeños puedan ver y comentar. Recordemos que nuestra lectura debe ser atractiva para ellos, Esto requiere cierta preparación previa.

Tercer paso: Determinemos el día, la hora, el lugar y la periodicidad con la que vamos a empezar (la recomendación es que empecemos con lectura semanal y, cuando ellos lo pidan, hacerla diaria). No imponerla como una obligación, sino consigamos que, voluntariamente, emprendan con nosotros “un viaje al mundo de Dios”, que sea un acuerdo familiar, por el bien de todos. Esto va a depender de cómo vean los pequeños que lo tomamos de veras los adultos. Qué cara ponemos.

Cuarto paso: Es muy recomendable que pongamos la Biblia en nuestro hogar, en un lugar visible, fijo y permanente, donde esté a la mano de la familia. Es importante que los chicos lo vean para que vayan entendiendo que la biblia no es un libro cualquiera sino uno muy, muy importante. Que lo vean y lo sientan en nosotros.

Quinto paso: Llegado el día y la hora, todos vamos con alegría al lugar acordado (los mayores, al empezar, o mejor, previamente y en silencio, harán una oración pidiéndole a Dios ayuda e inspiración para nosotros y bendición para nuestros hijos). Llegados al sitio, papá o mamá (a quien le toque el turno de leer), toma el libro de historias bíblicas (o la Biblia), todos nos santiguamos, rezamos juntos el Padrenuestro y empezamos con la lectura de la historia bíblica previamente elegida, y empezamos a escuchar con atención la lectura, indicándoles a los pequeños que estén muy vivos porque va a haber preguntas sobre la lectura. Lectura en voz alta, pausada, entonada, dándole sentido y ritmo, dramatizando cuando el relato lo pida. Tratemos de observar a los pequeños para percibir sus reacciones; ello nos dirá si estamos despertando su interés y provocando su emoción. No olvidemos indicarles que el relato está tomado de la Biblia

Sexto paso: Dialoguemos con las y los pequeños, involucrándonos con ellos para comentar lo leído. Hagamos preguntas como: ¿Les pareció interesante el relato? ¿Qué momento del relato los impresionó más y por qué? ¿Con cuál personaje de la historia se identificó más cada uno, por qué? Si hubieran estado allí, ¿qué hubieran hecho, por qué? Alentando sus respuestas y escuchándolas con atención, nos daremos cuenta qué tan bien lo estamos haciendo y qué tanto los pequeños se van familiarizando con los relatos bíblicos. Es importante que sientan y vean que los adultos también respondemos las preguntas y que comentamos la lectura tomando en cuenta sus respuestas.

Séptimo paso: Juntos todos, nos ponemos de acuerdo acerca de cuál es el mensaje de la historia leída y comentada. Primero que opinen los chicos y chicas, luego los grandes. Darnos el tiempo que sea necesario para, si es posible, coincidir con lo que opinen los pequeños. Si leímos y preparamos antes, tendremos ya el mensaje. Si pasa el tiempo y los chicos no atinan a encontrar un mensaje razonable, pedirles permiso para exponer el que nosotros sacamos y que expresen si están de acuerdo.

Octavo paso: Definido el tema, nos ponemos de acuerdo en una actividad que todos vamos a realizar durante la semana y que tenga relación con el mensaje, por ejemplo: agradecer, perdonarnos, pedir permiso, pedir todo por favor, etc. Algo que tenga relación con el mensaje del relato. Puestos de acuerdo, haremos un dibujo o un letrero para exponerlos en algún lugar visible del hogar que nos esté recordando lo acordado.

Noveno paso: Juntos, platiquemos un poco acerca de cómo sentimos la “sesión”, dando preferencia a la opinión de las y los pequeños participantes. Después nos ponemos de acuerdo en qué vamos a corregir, añadir o cambiar para que la siguiente reunión sea mejor para todos. Esto es, en realidad, una evaluación, más para nosotros que para ellos, que nos permitirá ir siendo mejores todos, no solamente los pequeños.

Décimo paso: El término de la “sesión”, siempre lo vamos a cerrar con una oración al Señor. El compartir con nuestros hijos la lectura bíblica, no estará completo sin un momento de oración en familia. El tipo de oración (acción de gracias, perdón, petición, intercesión o alabanza) lo pauta el tema del mensaje. Las y los pequeños hijos deben participar en la oración, invitándolos a que la hagan con sus propias palabras (ayudándolos un poco cuando sea necesario); si se animan, dejarlos que ellos guíen y encabecen la oración de todos.

No dejemos de leer la Biblia

Una recomendación final. Según los expertos: para desarrollar un hábito, es ineludible la repetición, la repetición y la repetición. Por lo tanto, ahora que hemos terminado una sesión de lectura debemos empezar a preparar la siguiente. Papás y mamás, recuerden que tenemos que convertirlo en una manera de vivir y que nuestros hijos lo perciban así.

Empiecen a hacerlo y compartan con nosotros sus experiencias, les aseguro que cada vez será no precisamente más fácil, pero sí más satisfactorio y más provechoso para todos.

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