En estas vacaciones busca estar bien contigo mismo para que los que están a tu alrededor puedan estar mejor


Cuando escuchas la palabra “vacaciones”, ¿en qué piensas? Yo pienso en la playa, en descansar, dormir, comer o pasear. Quizá otros piensan en fiesta, desvelos, viajes o museos. Todo eso está muy bien. Cada quien tiene sus gustos. Pero en mi caso, la primera palabra que me viene a la mente es “playa”. Todas las demás palabras se cuelgan de ella. Quizá porque toda mi niñez fue vivir cerca de la playa.

Con ello quiero decir que muchas personas estamos acostumbrados a que cuando escuchamos “vacaciones”, casi siempre, pensamos en salir de donde estamos; ir a otro lugar lejos de la rutina. Pero ¿qué hacer cuando, debido a la contingencia, eso no es posible? Por salud y por el bien de todos, no es posible salir. Pero nuestra naturaleza es movernos y tenemos que buscar “otra salida”.

Esta “escapada” de nuestra vida rutinaria, en los tiempos que estamos viviendo, tiene que ser, más bien, “hacia dentro”, hacia nuestro “interior”. Que, como dicen los grandes maestros, también es “un camino”, ¡muy bueno, por cierto! Porque nos permite conocernos más y aprender más de nosotros mismos. De allí surge la vida en profundidad, la vida con sentido. Reflexiona sobre esto.

Hace poco leí un articulo donde se decía que este “ir hacia dentro”, hacia el silencio, es un camino por que cual algunos hasta tenían que pagar para poder hacerlo. Entonces, estas vacaciones “hacia dentro” era privilegio de unos cuantos. Pues bien, en nuestro caso, este tiempo que estamos viviendo nos permite hacerlo de manera gratuita y desde la comodidad de nuestras casas.

Para ir hacia dentro necesitamos hacer un alto en nuestra vida y guardar silencio. No es fácil guardar silencio, porque estamos acostumbrados al ruido. Esto me recuerda un par de experiencias que tuve hace unos años cuando iniciaba mi labor misionera. Primero hice una experiencia de 8 días de vivir hacia dentro, en el silencio, en una hermosa montaña de Guatemala. Y, después, hice otra experiencia parecida, pero ahora de 40 días en Estados Unidos, a orillas de un lago. Imagínate un día sin TV, sin teléfono, sin radio. El primer día es complicado, pero a medida que entras en la dinámica, es agradable y vale la pena. Lo ideal sería hacerlo una vez al año o alguna vez en tu vida.

Al hacer esta experiencia hacia dentro, vamos descubriendo lo valioso de escucharnos, de estar con uno mismo. Es lo que se llama tomar conciencia. Haz el ejercicio y verás ¡qué valioso es!

 

 

¿Cómo hacerlo? 

Comienza con tu respiración. Escoge un momento del día, el que mejor te convenga. Elige un lugar tranquilo. Respira profundo. Hazlo una, dos o tres veces. Descansa un momento y vuelve a repetirlo. Siente tu respiración.

Ahora puedes agregar alguna frase, como “Me siento bien” “Estoy tranquilo” “Me siento en paz”. Siempre ejercitando la respiración. Esto es la base para hacer una buena oración, para dialogar con Dios, con tu profundidad. San Agustín escribió: “Dios es lo más profundo de mí mismo”. Y si no crees, no importa. También es la base para tomar una buena decisión de tu vida.

¿Cómo sería nuestra vida, nuestras relaciones, si cada día hiciéramos un ejercicio de éstos? Sólo educando nuestra respiración. Yo me imagino, para empezar, podríamos descansar mejor; quizá hasta el apetito despertaría y disfrutaríamos mejor la comida. Y cuando una persona está contenta normalmente eso es lo que transmite con quienes le rodean. Imagínate, harías mejor tu trabajo. Si eres cocinera(o) la comida sería más sabrosa porque le pondrías tu mejor empeño. Si eres maestro(a), buscarías la mejor manera de enseñar para que tus alumnos aprendan.

¿Tu relación familiar? Imagino que escucharás con el corazón a tu esposa, a tus hijos, y podrás darles el mejor consejo. No hablarás tanto de lo que dice la gente, la TV, las redes sociales, sino lo que tú piensas y lo que sientes. Todo podría ser mejor. ¿Y no es eso lo que todos buscamos? Un mejor trato, una buena palabra, una sonrisa agradable que nos haga el día.

 

Te invitamos a hacer el ejercicio de ir “hacia dentro” de ti mismo. Vale la pena que, en estas vacaciones de verano que, aunque me muero de ganas por ir a la playa, también puedo estar conmigo mismo. Y estando bien conmigo, los demás que están a mi lado pueden estar mejor.

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