La educación en la fe les muestra a los adolescentes y jóvenes un significado y un propósito para la vida


“Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza” (Papa Francisco, Vive Cristo, n. 2).

Como maestro o maestra de educación en la fe, seguramente alguna vez te has preguntado ¿Qué significarán para un adolescente las clases de educación en la fe? ¿El tema es relevante para mis alumnos? ¿Les importa? ¿Los jóvenes captaron el mensaje? ¿Cómo puedo motivar mejor a mis alumnos?

Numerosas investigaciones demuestran, y también lo podemos constatar con personas que conocemos, que los valores espirituales y religiosos actúan como protección ante las influencias negativas en los adolescentes y jóvenes. Es decir, quienes participan o comparten la fe en una comunidad son más autónomos, libres y sanos.

Lo más común es que los chicos y chicas lleguen al grupo con una vida desordenada, inquieta, con una actitud reticente y hasta desconfiada que llega a manifestarse en expresiones como “no te metas con mi vida”, y quizá hasta violenta por su manera de decir las cosas. Pero en la medida en que van ganando confianza y expresan lo que sienten, piensan y viven, son escuchados por otros compañeros, y las actitudes iniciales se van modificando. Podemos decir, entonces, que el cultivo de la fe en los jóvenes se asocia con mayores niveles de autocontrol emocional, alegría en la vida y motivación para actuar haciendo el bien.

La fe puesta en práctica es un factor que tiende a reducir síntomas de depresión, ansiedad, nerviosismo y estrés. Esto es porque los educandos van encontrando valor o sentido a sus vidas. Esto que se dice pronto, requiere tiempo, paciencia, una comunidad y buen acompañamiento. Todo ello indica que la fe en los adolescentes y jóvenes pueden encontrar el estímulo y la fuerza para afrontar de mejor manera la mayoría de los problemas y desafíos que se les presentan en esa etapa de sus vidas.

Para el joven o la joven que descubre a Jesucristo por la fe, la vida tiene sentido, y sabe que lo que hace o deja de hacer repercute de manera directa en su vida y en la de los demás. Podemos decir que existe una fructífera correspondencia entre la fe vivida y celebrada, y una adolescencia y juventud sanas y felices.

Sobre este tema el papa Francisco ha escrito un gran mensaje de esperanza a los adolescentes y jóvenes. En él les recuerda que Dios los ama porque Dios es joven, y los jóvenes siempre han hecho un gran papel en la vida; “son el ahora de Dios”. También los invita a situarse en la realidad, pero no como espectadores, sino como sujetos activos. Los invita a mirarse a sí mismos en el ambiente en que se mueven, con sus luces y sus sombras. No deja de advertirles de algunos riesgos, pero sobre todo les impulsa a madurar personalmente, a preocuparse por las necesidades de los demás y a mejorar el mundo:

“Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza”.

Esta es la gran apuesta de la fe: sentirnos acompañados por Dios. Podemos decir, entonces, que llevar la playera de la fe, significa, entre otras cosas:

  • Tener criterios para orientarse en la vida y discernir frente a cualquier situación.
  • Conocer otro lenguaje mucho más rico e incluyente: el de la fe.
  • Entrar en el mundo de lo simbólico, con toda su riqueza y capacidad de estimularnos.
  • Descubrir que su familia es más grande que la biológica, porque es parte de una gran familia llamada “Iglesia”, diseminada por el mundo entero.
  • Que la fe es un modo de ver y vivir la vida, y que aporta valor y sentido para vivir con alegría y esperanza, pase lo que pase.
  • Que la fe nos da motivos para salir de uno mismo y actuar en favor de los demás, porque nos descubrimos amados por Jesús.
  • Descubrir que estamos llamados a colaborar por un mundo mejor para todos. Es un reto, pero es posible, porque ya muchos lo hicieron antes de nosotros. Y esta invitación es constante porque Jesús camina con nosotros.

Así pues, adentrar a los adolescentes y jóvenes en el mundo de la fe, lejos de encerrarlos o encasillarlos, más bien es ayudarles a descubrir el verdadero valor de la vida. La fe es más que persignarse y rezar; es sumergirse en lo profundo de la realidad y desde allí aprender y descubrir cómo vivir en plenitud aquí y ahora.

2 Comentarios. Dejar nuevo

  • Excelente artículo! Como maestra de catequesis y mamá de 2 adolescentes a veces siento a los jóvenes apáticos a temas relacionados con la religión. Qué importante es acercarnos a ellos y motivarlos a seguir conociendo su fe, ayudarles a desarrollar herramientas espirituales para que puedan vivir con valores y tomar buenas decisiones

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