Conoce y reconoce las características psicológicas de los niños que atienden a la formación católica de tu parroquia


Cuando preparamos las sesiones de catequesis solemos fijarnos en los temas que necesitamos cubrir, los apoyos y materiales para las actividades, las lecturas de la biblia que vamos a leer y otros detalles tanto técnicos como pedagógicos. Sin embargo, es igual de importante saber cómo son y cuál es el contexto en que viven los niños y niñas que pretendemos catequizar.

🌈 El punto de partida para la catequesis

Algo para considerar y tomar en cuenta, es que los niños pequeños que recibimos para iniciar con ellos la catequesis no son personas que traen su mente, su corazón y su vida en blanco, sin historia antecedente. Pueden tocarnos niños y niñas con tres tipos de antecedentes familiares: unos que provienen de familias con vida cristiana suficiente y “limpia”; otros que provienen de familias también de cierta vida cristiana, pero mezclada con otras creencias o influencias; y, finalmente, otros que provienen de familias indiferentes o arreligiosas para quienes la religión es algo meramente tradicional y social. Por tanto, recibiremos niños y niñas con algunas ideas sobre Dios, el Niño Jesús, María, los santos y el Ángel de la Guarda suficientemente claras y casi verdaderas, que sabrán persignarse y santiguarse casi correctamente.

Quizá llegan otros con ideas no necesariamente falsas, pero sí distorsionadas e inexactas, y quizá mezcladas con ideas astrológicas o mágicas; sabrán apenas santiguarse, y finalmente otros que no tendrán ninguna idea de la religión o la tendrán muy superficial, y estarán porque los mandaron, sin explicarles por qué o para qué, porque no poseen un fundamento religioso en la familia.

El porcentaje de cada tipo en cada grupo variará de acuerdo con el nivel de evangelización que exista en cada comunidad. Será muy raro que nos toque recibir niños y niñas iniciados en la fe en sus familias, porque los nuevos escenarios familiares han desplazado la “catequesis en la familia”. Lo importante es estar conscientes de que nosotros debemos continuar edificando sobre ese mismo fundamento, existente o carente, reordenando, corrigiendo, enseñando y educando, procurando consolidar, ampliar y esclarecer el mundo espiritual ya existente, o iniciar la siembra casi desde cero.

🌈 Condiciones y disposiciones psicológicas de estos niños y niñas de la catequesis

Por lo anterior, en Dabar consideramos muy importante tomar en cuenta las disposiciones y condiciones psicológicas propias de la edad de los niños y niñas para preparar nuestros encuentros de catequesis infantil y preadolescente.

Aclaremos que existen numerosos volúmenes acerca de la psicología de los niños de estas edades. Aquí tratamos de compartir solo un breve resumen de algunas de las principales disposiciones y condiciones psicológicas de las y los pequeños, que nos puedan servir más en la catequesis, y las englobaremos en tres grandes etapas de edad:

  1. Los niños y niñas de cuatro a siete años de edad:

  • En general, son preguntones, juguetones e incansables. Esto nos da la oportunidad, si los escuchamos y tomamos en cuenta, de conocerlos mejor, darnos cuenta de qué bagaje familiar vienen cargando y de hacerlos participar con juegos y dinámicas en la búsqueda y descubrimiento de sus primeras experiencias vivas de Dios.
  • En particular es importante saber que hasta los siete años los pequeños y pequeñas “ven, sienten y conocen” con los ojos, los oídos, la boca, la nariz y las manos. Para sentir, conocer y experimentar, necesitan observar, tocar, oír, oler y saborear. Es esta su manera propia de descubrir y de caminar hacia Dios. En esta edad debemos ser muy creativos para lograr que las y los pequeños descubran y experimenten a Dios en todo lo creado que les rodea, en la naturaleza y aun en su propio cuerpo; que logren sentir, oler y saborear a Dios.
  • Otro aspecto importante es que en esta edad los niños, cuando se alejan de casa, buscan, porque lo necesitan, afecto. Necesitan, por tanto, sentir nuestro afecto sincero y sin condiciones. Para ellos, nosotros debemos ser testigos vivos del amor de Dios. Así, ellos descubrirán, en nuestro afecto, el amor de Dios.
  1. Las y los pequeños de siete a diez años

  • La psicología infantil empieza a tener cambios en esta etapa. Los pequeños y pequeñas empiezan a ser capaces de una participación más activa en su aprendizaje. Es el momento de motivar su expresión verbal en las oraciones y reflexiones y en las actividades grupales.
  • Son dóciles, y a la vez independientes, habladores y testarudos; no soportan mucho tiempo estar quietos ni haciendo lo mismo. Debemos estar muy atentos para evitar que se pierda la calma y la necesaria concentración. Es el momento de empezar a enseñarles a dialogar más y responder). Establecer límites, pero estar dispuestos a cambiarlos por algo más divertido. Aquí también nuestro afecto sincero puede hacer maravillas.
  • Los niños y niñas de esta edad empiezan a estar dominados por el deseo de saber, de conocer. Desean conocer el mundo real en ámbitos cada vez mayores y libres de elementos “infantiles” fabulosos y fantásticos. Es el momento de tener cuidado en la narrativa de la historia de la salvación que debe ser expuesta con el “realismo” que desean ellos.
  1. Niñas y niños diez a catorce años

  • Los pequeños y pequeñas entran a una nueva etapa. Empiezan a sentir que ya no quieren ser niños; quieren ser más grandes de lo que son; están entrando a la preadolescencia. Podría decirse que se empiezan a convertir en verdaderos fanáticos de la realidad. ¡Nada de historietas, nada de cuentos! El mundo real es lo que más claramente perciben. Es el momento en que la catequesis puede empezar a manejar conceptos, definiciones y mandamientos claros.
  • Una observación importante es la siguiente: hasta los diez años, los tres tipos de procedencia familiar de que hablamos, conviven sin ninguna diferencia, pero a partir de los diez años, los que provienen de familias poco cristianas o indiferentes, empiezan a sentir la discrepancia que existe entre el catecismo parroquial y la casa paterna. Esta discrepancia no la pueden resolver por sí mismos, la resolución depende del ambiente más fuerte. Si el niño o niña no se siente en el catecismo tan a gusto como en su casa, esta prevalecerá y el trabajo de la catequesis no será totalmente inútil, pero si casi infructuoso. Esto nos advierte de que en nuestra catequesis debemos de ocuparnos de crear un ambiente auténticamente de familia.
  • Mientras más se acerquen a los catorce años, los chicos y chicas se harán más inquietos y revoltosos. La disciplina en los encuentros se convertirá en un verdadero desafío. Se sienten impulsados a toda clase de travesuras e indisciplinas, no por maldad, sino por la inquietud interior que les producen los cambios psico-biológicos que empiezan a percibir en sí mismos. Es el momento en que nuestro reto será ser capaces de tener un carácter y una mano firme, y al mismo tiempo una cabeza juiciosa y un corazón lleno de amor y ternura. Puede ayudar mucho la narración del preadolescente Jesús en el templo (Lucas 2, 51-52), para ayudarles a aceptar y saber crecer en estatura, saber y gracia ante Dios, ante su familia y ante su comunidad.

🌈 Preparemos la catequesis

Tomando en cuenta este rápido resumen de algunas disposiciones y condiciones psicológicas de los niños y niñas, como catequistas debemos analizarlas y reflexionar, para avivar nuestra conciencia de la grave responsabilidad que tenemos de acompañar a crecer, en su cuerpo y en su espíritu, a esos pequeños y pequeñas.

Sin duda, hay que pensar y poner en práctica estos aprendizajes para preparar nuestros encuentros con nuestros pequeños catequizandos, de manera que sientan que lo hacemos pensando siempre en ellos. Así, también, procuremos ir buscando materiales que tengan guías para el catequista, porque en esas guías encontraremos casi siempre estas y otras orientaciones psicológicas y cómo aprovecharlas en el crecimiento de las y los pequeños cuyo cuidado nos encomienden.

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