Preparemos nuestros corazones como un pesebre para que el Señor nazca y esté entre nosotros


 

Dios quiere hacer su morada entre nosotros. Es por eso que compartimos contigo algunas reflexiones sobre el Adviento y la Navidad.

 

La fiesta de Navidad fue instituida por la Iglesia en el siglo IV. Según los estudiosos, los primeros cristianos buscando la fecha de la muerte de Cristo (25 de marzo) llegaron a la conclusión de que Jesús nació el 25 de diciembre. Hay pruebas de que en Constantinopla fue introducida esa fecha en el año 379 o 380. San Juan Crisóstomo, renombrado asceta y predicador en Antioquía, menciona que la fiesta se celebró por primera vez el 25 de diciembre del año 386. Desde allí se esparció por todo el Oriente y el Occidente cristiano.

La Navidad no es la celebración de una fecha, sino de un acontecimiento, el nacimiento del Salvador, hecho absolutamente decisivo en la Historia de la Salvación. Es entonces una conmemoración del significado de ese acontecimiento. Leemos en las profecías:

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: «Consejero admirable, Dios fuerte, padre que no muere, príncipe de la paz» (Is 9,5).

 

Este hecho fue de tal magnitud que hasta el cielo lo celebró:

De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel y alababan a Dios con estas palabras: «Gloria a Dios en lo alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: esta es la hora de su gracia» (Lc 2, 13-14).

 

Nosotros, los beneficiarios de este acontecimiento, tenemos no solamente motivos, sino una verdadera obligación de celebrarlo. Por eso en el tiempo de Adviento nos preparamos con oraciones y reflexiones y participamos en la liturgia (este es el sentido del color morado en las vestimentas de los sacerdotes en las celebraciones de estos días). Como dijo el Santo Padre Juan Pablo II:

“Jesús nace para la humanidad que busca libertad y paz; nace para todo hombre oprimido por el pecado, necesitado de salvación y sediento de esperanza.”

 

Los cristianos no celebramos fechas, celebramos acontecimientos que cambiaron nuestra vida y la historia humana. Nos alegramos y celebramos el hecho de Aquel que no cabe en el universo y quiso nacer de una Virgen llamada María en este pequeño planeta del inmenso universo para reconciliar a cada persona con nuestro Creador.

 

Este es el verdadero sentido de la Navidad, cuyo centro es Jesús, y no un evento comercial o una fiesta pagana. Rescatemos la Navidad para Cristo y cantemos con los ángeles de Belén: «Gloria a Dios en lo alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: esta es la hora de su gracia» (Lc 2,14).