Concepciones de mundo, de persona, de Dios que ofrece el catolicismo a los adolescentes hoy


El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona… La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común.

Papa Francisco, Laudato Si´, n. 13.

 

Claro que sí. La religión cristiana católica sí tiene respuestas a los anhelos del ser humano y, en especial, de los adolescentes. Además, queremos dejar en claro que sólo hablamos de lo que sabemos y conocemos, rede lo que hemos “visto y oído”, de la vida cristiana.

Sabemos que los seres humanos tenemos muchas necesidades, desde las más básicas como la salud, la educación, una familia, hasta las más complicadas como elegir una profesión o un estilo de vida. Al nivel que nos ocupa, la adolescencia, queremos referirnos a sus inquietudes, rebeldías, búsquedas, autonomía… Y queremos responder a todo ello con tres palabras claves: mundo, persona, Dios. En forma de pregunta lo formularíamos así: ¿Qué tipo o imagen de mundo, de persona o de Dios podemos ofrecer a los adolescentes de hoy? Es lo que nos ocupará en lo que sigue.

 

  1. ¿Qué tipo de mundo queremos construir y al mismo tiempo dejar a quienes nos sucedan, a los adolescentes que están creciendo?

Esta es una pregunta que el papa Francisco plantea en la Laudato sii (Alabado seas, nn.160-162). Y es también un tema que nos preocupa como educadores en la fe, porque la religión que conocemos no solo tiene que ver con oraciones y conceptos, sino que también debe conducirnos a un mundo bueno y mejor para todos.

Desde nuestra fe cristiana, entendemos por “mundo” al conjunto cosas que nos rodean. Y al respecto nuestra fe nos asegura que “todo fue creado por Dios” (Gn 1,1-11).  Esto significa que el mundo no es cualquier cosa, sino algo valioso, muy importante para Dios. También sabemos que el mundo es fruto del amor de Dios. Dios crea por amor, porque quiere “manifestar su ser”, su presencia. Toda la Biblia, especialmente los salmos, es una alabanza al Dios que crea y llama a la existencia al ser humano.

“Al ver tu cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has fijado,

¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él?

¿qué es el hijo de Adán para que cuides de él?” (Salmo 8,4-5).

Este texto es solo una muestra de cómo la persona de fe está convencida de que todo lo que existe tiene que ver con un Dios que es Creador y Señor de todo. Pero también en la misma Biblia, ya desde los comienzos, se nos da la tarea de cuidar de este mundo que conocemos.

“Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó.

Varón y hembra los creó. Dios los bendijo diciéndoles: sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla” (Gn 1,27-28a).

Según la visión este autor del Génesis, Dios crea el ambiente, un jardín: un lugar habitable, hermoso y bueno para todos, para que las personas puedan vivir en paz y realizarse. Con el paso del tiempo, dicho jardín se ha dañado, contaminado, a causa del ser humano hasta el punto de hacerse casi inhabitable. Si seguimos por este camino dejaríamos un planeta con “demasiados escombros, desiertos y suciedad”.

Ante la pregunta que hicimos al principio, ¿qué tipo mundo queremos dejar a los adolescentes?, la respuesta debería ser: este mundo que habitamos y que está gravemente afectado, nos pide que corrijamos nuestra forma de vivir y de relacionarnos con él, porque tal como vamos, nos avocaremos a la autodestrucción. “La atenuación de los efectos del actual desequilibrio depende de lo que hagamos ahora mismo”.

Queremos dejar a nuestros hijos, nietos, el mundo que Dios nos entregó: un mundo bello y hermoso en el que todos quepamos y del que podamos alimentarnos de todo lo que produce. Por eso, nos sumamos a la invitación del papa Francisco de hacer una “conversión” hacia una “ecología integral”. Esta “ecología integral” es “una llamada a redescubrir nuestra identidad como hijos e hijas de nuestro Padre celestial, creados a imagen de Dios, y encargados de ser administradores del planeta”.

Volver a lo necesario, a cuidar nuestra relación con la madre Tierra, al buen uso de los recursos. Para ello, hay que dejarnos sorprender por ella, agradecer su don de vida y cantar a Dios como el salmista:

“Pues me alegras, Señor, con tus acciones; yo exclamo al ver las obras de tus manos:

¡cuán grandes son tus obras, oh, Señor”… (Salmo 92,5-6).

 

  1. ¿Qué tipo de ser humano proponemos para los adolescentes?

Para nosotros, creyentes, el modelo de ser humano al que aspiramos es Jesús de Nazaret. Estamos convencidos que el mejor camino para realizar nuestras aspiraciones más profundas no puede venir de nada de lo que hay en la creación: ninguna cosa, por grande y bella que sea puede llenar nuestro interior. Este solo puede ser llenado por Jesús, el enviado del Padre.

En Jesús descubrimos las posibilidades reales del ser humano y el auténtico camino de humanización. De su praxis (su vida, su entrega), a favor del Reino de Dios podemos extraer el marco antropológico que mejor responde a las necesidades vitales de los adolescentes:

  • En Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, no solo descubrimos quién en Dios, sino que aprendemos también qué significa ser persona y a qué se le puede dar el nombre de humano. En Jesús descubrimos dónde está la verdadera grandeza del ser humano, cuáles son nuestras posibilidades, dónde está el secreto último de la vida, cómo vivir incluso lo que nos parece más inhumano: el dolor, el sinsentido y la muerte.
  • Si Dios se ha encarnado en el hombre Jesús, esto quiere decir que el hombre puede traducir, revelar y expresar de manera humana el misterio de Dios. Se nos descubre así a los creyentes la gran dignidad del ser humano: ser imagen de Dios. Vivir desde Dios y para Dios no es algo deshumanizador o alienante. La vida de Jesús es verdaderamente humana no a pesar de, sino precisamente porque vive enteramente desde Dios y para Dios.
  • Si Dios se ha hecho hombre en Jesús, los creyentes sabemos a la luz de Cristo, que Dios puede y debe encontrarse en el ser humano. Nos interesa conocer al Jesús amigo, hermano, compañero de camino. Al hombre que se alegra, que llora, que ama, que tiene aspiraciones de un mundo mejor para todos; que es en todo igual a los humanos, menos en el pecado.
  • Si Dios se ha hecho hombre en Jesús, aceptarnos como humanos, y luchar por ser plenamente humanos, es ya aceptar a Dios. Tomar nuestra vida humana en serio, es tomar en serio a Jesús. Quien acepta la vida con sus sufrimientos y alegrías, sus trabajos e interrogantes, con sus problemas y misterios, está aceptando, de alguna manera, a ese Jesús que se ha encarnado en nuestra misma humanidad.
  • Si Jesús es la encarnación de Dios, acoger al otro, sobre todo al pobre, al necesitado, es ya, de alguna manera, acoger a Dios (Mt 25,40. 45; 1 Jn 3,17; 4,7-8. 20).

Por eso, queremos que los adolescentes se acerquen a la persona de Jesús, la conozcan, la descubran como camino a seguir, como verdad para realizarse de manera auténtica y como vida plena que se ofrece a todos, sin excepción.

 

  1. ¿Qué imagen de Dios queremos ofrecer a los adolescentes?

En este punto, queremos compartirte dos imágenes que serían más interesantes para la vida de los adolescentes de hoy. Estas son: Dios es cercano y Dios es joven.

En primer lugar, queremos que conozcan a un Dios cercano. El Dios revelado por Jesús es un Padre cercano, amoroso y bondadoso para con todos. Se hizo hombre en la persona de Jesús para liberar a la humanidad y ayudarlo en su búsqueda de llenar sus más hondas aspiraciones: ser libre y más humano. Por eso, el adolescente puede acercarse a este Dios y entregarle su vida, sus aspiraciones, en la medida en que él mismo comienza a tomar las riendas de su vida. Quizá te pase como algunos que andan buscando a Dios en las experiencias cumbre, en lugares lejanos, en filosofías orientales, cuando, como dice el libro de los Hechos: “En realidad (Dios) no está lejos de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28).

No tengas miedo, haz la experiencia: busca un momento del día. Habla con él. Observa la naturaleza: una planta, una flor, algo que llame tu atención. Si esto no te ayuda, lee un pasaje de tu Biblia, un salmo, quizá. Imagínate al autor: ¿Qué sentimientos expresa ese texto? ¿qué palabras usa? Ponte en su lugar. Del mismo modo, dirige tus sentimientos o tus pensamientos a Dios. Él está cerca. Allí, contigo. Pues él es quien te ha llamado a la vida. Él ha creado el piso que caminas, el aire que respiras… Él está cerca. Trata de sentirlo. Poco a poco descubrirás que eso es la fe: encontrar un sentido a todo lo que hay a tu alrededor.

En segundo lugar, podemos hablar de un Dios joven. El papa Francisco dedicó un año al tema de la juventud. El papa Francisco está convencido de que los jóvenes son los grandes olvidados y desencantados de nuestro tiempo, pero al mismo tiempo, que ellos son lo mejor de la vida. «Los jóvenes están hechos de la misma pasta que Dios. Apoyarlos a ellos es apoyar el futuro de la Iglesia y de la humanidad».

Los adultos con frecuencia desarraigan a los jóvenes, extirpan sus raíces y, en lugar de ayudarlos a ser profetas por el bien de la sociedad, los hacen huérfanos y descartados. Los jóvenes de hoy están creciendo en una sociedad desarraigada. Hoy las redes sociales parecerían ofrecernos este espacio de conexión con los demás. Pero el problema es que la web deja a los jóvenes en el aire y por esto extremadamente volátiles. Pienso que un camino fuerte para salvarnos es el diálogo. La salvación de los viejos es dar a los jóvenes la memoria, esto hace de los viejos auténticos soñadores de futuro; mientras la salvación de los jóvenes es tomar estas enseñanzas, estos sueños y llevarlos adelante en la profecía. Viejos soñadores y jóvenes profetas son el camino de salvación de nuestra sociedad desenraizada: dos generaciones de descartados pueden salvar a todos.

Dios es aquel que renueva siempre, porque él es siempre nuevo: ¡Dios es joven! Dios es el Eterno que no tiene tiempo, pero es capaz de renovar, rejuvenecerse continuamente y rejuvenecer todo. Las características más peculiares de los jóvenes son también las suyas. Es joven porque “hace nuevas todas las cosas” y ama las novedades; porque sorprende y ama el estupor; porque sabe soñar y tiene el deseo de nuestros sueños; porque es fuerte y entusiasta; porque construye relaciones y nos pide a nosotros que hagamos lo mismo, es social. Pienso en la imagen de un joven y veo que también él tiene la posibilidad de ser “eterno”, poniendo en juego toda su pureza, su creatividad, su coraje, su energía, acompañado por los sueños y la sabiduría de los ancianos. Es un ciclo que se cierra, que crea una nueva continuidad y me recuerda la imagen de la eternidad.

 

 

Como puedes caer en la cuenta, mundo-persona-Dios, son conceptos que están muy relacionados. En la medida que la persona tenga un concepto adecuado podrá relacionarse mejor con Dios y con el mundo. Para el hombre de fe todo está relacionado y todo merece su atención y su cuidado. Pero al mismo tiempo, la fe nos promete que todo puede ser mejor si nos empeñamos en realizarlo aquí y ahora con la ayuda de Dios.

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