Los supuestos y consecuencias para que los adolescentes incidan, como cristianos, en todas las dimensiones de la vida y el desarrollo de sus sociedades.

 


En Dabar, cuando nos planteamos la educación en la fe para jóvenes, pensamos en una formación cristina integral que tenga una incidencia real sobre la sociedad.

El compromiso social de la Iglesia

Y es que, en los países de raíces cristianas, cada vez se echa de menos la influencia cristiana en sus estructuras y en sus decisiones sociales, políticas y culturales. En nuestro continente latinoamericano y caribeño, en donde una gran mayoría de sus habitantes se declaran cristianos, también tenemos que reconocer que se percibe una muy escasa presencia activa de cristianos en el modo como los ciudadanos se relacionan consigo mismos, con sus semejantes, con sus instituciones sociales y políticas, con la naturaleza y con Dios. Consecuentemente, la manera en que nos concebimos y expresamos el significado de nuestra existencia, deja mucho que desear desde el punto de vista tanto humano como cristiano.

Los supuestos y las consecuencias de una formación cristiana con incidencia social

Por ello consideramos necesario compartir algunas pistas que nos ayuden a descubrir el sentido que debe tener la formación cristiana de las y los jóvenes, para que ellos y ellas sean capaces de incidir socialmente en las estructuras, el desarrollo y la vida de sus pueblos y ciudades.

  1. Supuesto 1. Creamos o no, nos guste o no, es un hecho que no podemos vivir solos y aislados, porque requerimos de los demás para subsistir y desarrollarnos. Si queremos alcanzar una realización auténticamente humana, tenemos que participar conscientemente en una dinámica de interacción interpersonal basada en el recibir con agradecimiento todo lo que nos es dado (inclusive el propio ser), en dar con generosidad actuando la grandeza de la solidaridad que nos lleva a compartir lo que somos y tenemos, y a desarrollarnos progresivamente junto con los demás, para realizar nuestras aspiraciones más hondas. (Cfr. CEM, Educar para una nueva sociedad, 43). Este podríamos decir que es un presupuesto antropológico, es decir, así nos lo muestra el estudio del hombre a través de su historia.
  2. Supuesto 2. “Las actuales cuestiones culturales, sociales y políticas atañen sobre todo a los fieles laicos, llamados, como lo recuerda el concilio ecuménico Vaticano II, a ocuparse de las realidades temporales, ordenándolas según Dios” (Lumen Gentium, 31). (Presentación del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 4). Este es el presupuesto eclesiológico, es decir, así nos lo muestra el estudio de la naturaleza de los miembros de la Iglesia.
  1. Consecuencia 1. “Se comprende así la importancia fundamental de la formación de los laicos, para que con la santidad de su vida y con la fuerza de su testimonio, contribuyan al progreso de la humanidad” (Presentación del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 5). Esta es, pues, la formación cristiana que nos capacita para nuestra misión cotidiana de laicos en el mundo.
  2. Consecuencia 2. Transformar la realidad social con la fuerza del Evangelio, testimoniada por hombres y mujeres jóvenes, fieles a Jesucristo, ha sido siempre un desafío y lo sigue siendo más ahora en los primeros años del tercer milenio de la era cristiana. Atreverse a anunciar a Jesucristo como “buena nueva de salvación, de amor, de justicia y de paz”, no es algo que encuentre fácil acogida en el mundo de hoy, aunque es hoy cuando más lo necesita (Cfr. Presentación del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 1). Se necesita que las y los jóvenes de hoy tengan el atrevimiento de san Pablo y de los apóstoles en Pentecostés.
  3. Consecuencia 3. Los auténticos cristianos son aquellos que, “al ser renovados y formados por el amor de Dios”, son capaces de cambiar la calidad de las relaciones que los seres humanos tienen entre sí y transformar sus estructuras sociales, porque son personas que tienen criterios y principios “que les dan la capacidad de llevar la paz donde hay conflictos, de construir y cultivar relaciones fraternales donde hay odios, de buscar la justicia donde domina la explotación del hombre por el hombre”. Los jóvenes, transformados por el amor de Dios, serán capaces de construir la amistad social con otros seres humanos de buena voluntad, “para juntos entrever los vastos horizontes de la justicia y del desarrollo humano en la verdad y en el bien” (Cfr. Introducción al Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia 4). El amor de Dios transforma a las y los jóvenes en personas comprometidas y en misioneros valientes.
  4. Consecuencia 4. Es necesario que las y los jóvenes tengan clara consciencia de que la salvación que Jesús nos ha ganado a un alto precio, no se realiza solo hasta después de la muerte, sino que “atañe también a este mundo, en este tiempo, en los ámbitos de la economía y del trabajo, de la técnica y de la comunicación, de la sociedad y de la política, de la comunidad internacional y de las relaciones entre las culturas y los pueblos”. El proyecto de Jesús, al venir a nuestro mundo es el de salvar “al hombre entero y a todos los hombres” y abrirnos los ojos “a los admirables horizontes de la filiación divina”. (Cfr. Introducción al Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 1). Nuestra responsabilidad de cristianos es, en el aquí y en el ahora, de las sociedades y del mundo en que nos ha tocado vivir.
  5. Consecuencia 5. Queridos jóvenes, Jesús nos envía a donde no hay fronteras ni límites, porque el Evangelio no es para algunos, sino para todos. “no tengan miedo de salir, de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos en sus propias realidades”. Él nos envía a salir e ir “sin miedo con el anuncio donde nos encontremos y con quien estemos, en el barrio, en el estudio, en el deporte, en las salidas con los amigos, en el voluntariado o en el trabajo”…”Y a ustedes jóvenes Jesús los quiere como sus instrumentos para derramar luz y esperanza, porque quiere contar con su valentía, frescura y entusiasmo” (Vive Cristo, esperanza nuestra, n. 177). Jesús llama y envía a las y los jóvenes, la formación debe concientizarlos y provocar en ellos la aceptación y el seguimiento inmediato de Jesús para, con él y en él, darle luz y esperanza a este mundo y sus sociedades.

Nuestra acción como educadores

La formación cristiana que parta de estos presupuestos y asuma y transmita estas consecuencias, aportará jóvenes capaces de estar presentes e incidir en la vida y el desarrollo de sus sociedades, para construir un mundo más humano, justo y solidario. Por ello, es indispensable abordar la formación de estas personas atendiendo dos líneas de acción fundamentales:

Primera. Buscar y convocar, con un llamado que atraiga, a nuevas y nuevos jóvenes a la experiencia del Señor Jesús.

Segunda. Con las y los jóvenes que ya hayan tenido esa experiencia, acompáñenlos y motívenlos en el camino del crecimiento, del desarrollo, de la maduración y del discernimiento de lo que el Señor quiere de ellos.

Es también momento oportuno para cuestionarnos si estamos formando jóvenes capaces de incidir socialmente en las comunidades donde se mueven y viven.

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