7 situaciones para hablar de Dios con nuestros hijos


 

Muchas personas nos hablan de un Dios bueno en nuestra vida y nos enseñan a conocerlo y amarlo. El mismo Dios se deja conocer, se revela, deja sus huellas en la naturaleza, en el mundo y en las personas. Es un Padre amoroso que cuida de sus hijos y quiere verlos felices.

Lidia Dolores (Vengan a cenar conmigo, p. 71).

Como editorial católica, hay un tema que no podemos dejar de lado, Dios, la fe y la trascendencia. Hay personas que deciden no hablar de este asunto con sus hijos, porque les parece un tema muy difícil, pero queremos decirte que no lo es tanto y casi cualquier cosa o acontecimiento puede ser ocasión para hablar de Dios. Y es que para un creyente esto es lo que hace la diferencia: el sentirse amado, puede hacer que nuestro hijo(a) actué, piense y viva de manera diferente.

Dios es nuestro amigo

Lo que le da verdadero sustento, fundamento a la vida es creer en Alguien superior. Para nosotros, ese ser tiene un nombre: lo llamamos Dios, encarnado en la persona de Jesús. Y algo más importante todavía: quiere ser nuestro amigo. Para eso vino, para buscarnos y entablar una relación de amistad hasta tener esa comunión de vida, entrega y amor.

Es por eso que queremos compartir contigo más que un plan de actividades, algunas situaciones de la vida ordinaria en las que puedes hablar con tu hijo de Dios, de la fe con la única finalidad de ayudarlo a que se encuentre, tenga raíces y sea feliz en su vida de niño, de joven y le sirva para toda su adultez.

 

7 lugares o momentos para hablar de Dios con nuestros hijos e hijas

Y para poder demostrarte que no es difícil hablar con los más pequeños sobre Dios, la fe y la trascendencia, hemos recurrido a 7 situaciones muy típicas en las que puedes tocar estos temas con niñas y niños. Muchas veces es una cuestión de ganas, más que te no saber hacerlo.

  1. A Dios lo podemos descubrir observando la naturaleza creada, organizada y bella. Invita a tu hijo o hija a observar la naturaleza que nos rodea. Enfóquense en una realidad concreta, por ejemplo, mirando la luna por la noche; o si están de vacaciones, observando el mar y su ritmo; o cualquier cosa que llame su atención. Ayúdalo a fijarse en algo concreto. Motívalo a que se deje sorprender, que se asombre ante lo que ve. Pídele que diga lo que ve, lo que siente, lo que piensa. Pregúntale quién se imagina que hizo aquello. No se trata de discutir, sino de dialogar. Comenta cuál es tu experiencia: “Este momento me recuerda…” “De niño, tu abuelita y yo…” Puedes comentar algo parecido a “Dios se nos revela en la naturaleza creada, porque está bien hecha, organizada y, además, evoluciona, crece, se transforma”. No necesitamos ser científicos o investigadores para descubrir la belleza, las maravillas y secretos que están ahí, revelando a un ser superior. Si se presta la ocasión, puedes invitarlo a rezar: “Creo en un Dios Padre, creador del cielo y de la tierra”. Esta oración expresa que todo lo que existe y podemos ver y contemplar tiene mucho que ver con Dios.
  2. A Dios lo podemos ver en cada persona, por su inteligencia, su belleza y su libertad. A algunos niños o niñas no les gusta su nariz, o los dedos de sus pies, o alguna otra parte de su cuerpo. Puedes pedirle que observe su cuerpo: su funcionamiento perfecto y sus dones de inteligencia, su creatividad, su amor, bondad… Ayúdale a descubrirse que es valioso; a maravillarse de sí, a fijarse en lo positivo que tiene y lo mucho que puede hacer, aprender y dar, así como es. Si tiene un amigo o amiga, pregúntale qué es lo que más admira de él o ella. ¿Qué cualidades le impresionan? ¿Qué talentos muestra? Después, si se presta la ocasión, puedes comentar algo semejante: Dios se revela a través de las cualidades y dones que tienen las personas, y ellas nos muestran un reflejo de Dios. ¿Qué nos dicen las personas de Dios? Dios se nos revela en las personas y se revela como inteligente, creativo, inteligente, amoroso, atento. ¿Qué podemos decirle a Dios por los dones y talentos que nos dio? Motívalo a dar gracias a su Creador, o tú mismo inventa una oración, y que él o ella la repita.
  3. A Dios lo podemos encontrar leyendo el libro más importante de la historia: la Biblia. Si tienes una Biblia en casa, escoge un pasaje y léelo. Te sugiero Isaías 41,8: “Pero tú, Israel, eres mi servidor. Tú eres mí elegido, pueblo de Jacob, raza da Abraham, mi amigo, yo te traje de los confines de la tierra. Te llamé de una región lejana, diciéndote: Tú eres mi servidor, yo me fijé en ti y te elegí”. Este pasaje habla de cómo el pueblo fue descubriendo que Dios estaba con él. A través de toda la Biblia conocemos la profunda experiencia de fe de este pueblo. Ellos creían en Dios, el jefe y compañero de la historia que los conducía a una vida feliz. Cuando se equivocaban y se olvidan de Dios, los profetas venían en su ayuda para rehacer su amistad con él, siempre paciente y amoroso. La primera parte de la Biblia, que se llama Antiguo testamento, narra la experiencia del pueblo de Dios y nos muestra cómo nosotros también hoy podemos descubrir a Dios en nuestra vida. Invítalo a que ponga sus dos manos sobre la Biblia, mientras pueden repetir la frase del salmo: “Tú eres mi refugio y mi escudo, he puesto en tu Palabra mi esperanza” (Salmo 119,114). Que vea en la Biblia no un libro misterioso, que provoca miedo, sino que vea tras ella un amigo que puede ayudarlo, iluminarlo, cuando tiene una duda o necesita una palabra de consuelo.
  4. A Dios podemos conocerlo mejor hablando con Jesús o leyendo lo que hizo en el los evangelios. Si en casa tienen una cruz puedes tomarla y hablar de su significado. Cuando los niños entran en una capilla y ven al Cristo crucificado, les impresiona lo que ven. Entonces puedes hablar de Jesús y de su gran amor a la humanidad y a cada persona en particular. En forma de pregunta puedes sugerir: a los creyentes católicos, ¿quién nos enseña de manera definitiva el proyecto que Dios tiene para la humanidad? O sabes ¿cómo descubrimos lo que Dios quiere para cada uno de nosotros? Por Jesús de Nazaret. El es el prometido de Dios, el enviado por Dios Padre. Nacido de María en un tiempo y en lugar determinados. Con su propia vida, sus palabras y sus gestos, nos mostró a Dios. Fue el rostro humano de Dios. ¿Crees en Jesús? ¿Te gustaría conocerlo? Invítalo a repetir este fragmento de Credo:

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

  1. Dios se sigue revelando a través de la comunidad y en la liturgia Un buen momento para hablar de este tema es con ocasión de la celebración dominical. Pídele que observe a las personas, que diga cómo son (estura, color, vestidos), de dónde vienen, por qué se reúnen… Al final de la celebración, ya en casa, puedes comentar con él o ella lo que vio, pensó, sintió… Y puedes comentar iniciando con esta pregunta: ¿A quiénes llamó Jesús para enseñarles todo acerca de Dios y su proyecto de vida y amor? Jesús formó a un grupo de amigos que los llamó apóstoles. Estos primeros seguidores fueron compartiendo lo que aprendieron y vivieron con Jesús. Y de allí nació la Iglesia. Por eso la Iglesia es la comunidad cristiana, una señal, una muestra del Reino de Dios presente entre nosotros. Por la fuerza y la presencia del Espíritu Santo que nos envió Jesús, podemos aceptar, creer y amar a Dios. En la medida en que crezcamos y vivamos con los ojos y el corazón abiertos, podremos sentir la presencia de Dios, su amor, su perdón y su paz. La Iglesia es la comunidad viva, hombres y mujeres de todos los tamaños y colores, que siguen a Jesús reproduciendo sus actitudes de solidaridad, servicio, ayuda, como lo hace el papa Francisco en el mundo. Pero, además, la Iglesia reúne a todas las otras comunidades que hay en el mundo. De allí le viene lo “católica”: universal y abierta a todos. Pidamos al Espíritu santo que siga acompañando a la Iglesia de Dios:

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo, con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Amén.

  1. Dios habla a través de los acontecimientos que suceden en el mundo. Esta actividad la pueden realizar en la tarde/noche viendo las noticias. Dialoga con él o ella lo que está pasando en el mundo. Que te diga qué le molesta, qué le gusta, qué le gustaría hacer si pudiera. Una vez que ya intercambiaron sus pareceres, puedes comentar: Dios se revela en la vida, en la historia de las personas y en los acontecimientos. Hay acontecimientos positivos ante los cuales exclamamos: “¡Qué hermoso es nuestro Dios!” o “Dios está con nosotros”. Pero también pueden ser hechos negativos antes los cuales reaccionamos: “¡Eso no viene de Dios, Dios no quiere eso!” Puedes poner algunos ejemplos de acontecimientos recientes que hayan sucedido y que indiquen la presencia o la ausencia de Dios. Podemos decir que se hace presente donde hay vida, solidaridad, donde se comparte. Y donde no hay nada de esto, pues quizá los humanos no quieren dejar que Dios se haga presente, que hagas cosas buenas para los demás.
  2. Podemos conocer a Dios poniendo atención en nuestra vida Pídele que haga memoria del último año de su vida y pregúntale cuáles han sido los momentos más alegres o felices que ha tenido. Qué personas intervinieron en dichos momentos. No es necesario que recuerde muchos. Que haga memoria de los aprendizajes que tuvo con dichas experiencias. Pero también que comente algunos momentos que no fueron tan felices. E igual, que exprese qué aprendió de tales acontecimientos. La idea es que pueda sentir que en todo momento Dios siempre estuvo presente en su vida a través de nosotros, su familia, sus amigos, sus maestros, la gente que lo ama. Si es conveniente pídele que haga un momento de silencio, de oración, de agradeciendo a Dios y a las personas que siempre estuvieron para él. Ayúdalo a ver que Dios se hace presente en los otros (personas, acontecimientos), aunque a veces nos cueste percibirlo por tantas cosas que tenemos en la mente.

¿Hace falta un plan para ayudar a nuestro hijo(a) en la fe? No lo creo. El reto es llevarlo de la mano, ayudarlo a que viva cada momento, cada experiencia de la manera más profunda y atenta que pueda. Así, poco a poco, irá cultivando una vida espiritual, una vida profunda y con sentido. Entonces podrá decir que ha sentido a Dios, porque de esto se trata la vida cristiana: de sentirse abrazado por un amor inmerecido y sin límites. Si logramos esto, nuestro hijo o hija caminará solo y sabrá llegar muy lejos estando cerca con nosotros.

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