Los 5 ingredientes básicos para llevar una vida de oración como distintivo de la vida cristiana


Cuando hablamos de oración, quizá lo primero que viene a nuestra mente es la vida de algún santo o santa. Y es correcto. La santidad tiene que ver con una vida de oración. Pero déjame decirte que cualquier persona creyente puede llevar una vida de oración. Esto me recuerda a mi abuelo, que en paz descanse. Se levantaba a las 5 am. Rezaba el santo rosario completo, incluyendo cantos, frases en latín y su aroma de incienso. Su rosario duraba más de una hora. Y esto era todos los días, incluyendo los festivos.

Después, en la vida religiosa, conocí a mucha gente con una vida de oración profunda; comprometida, me atrevo a decir, que lo sé porque hasta en el rostro se les notaba. Su persona reflejaba energía, vitalidad, profundidad. Estas personas se parecen a alguien que está enamorado(a): su hablar es diferente, cantan bien sin motivo alguno y comparten la vida con gozo. Hasta se antoja ser como ellos.

Pero, ¿qué se necesita para tener una vida de oración? A mi parecer se necesitan cinco ingredientes básicos.

  1. Decisión. Imagino al abuelo, cuando era más joven, y tal vez por alguna situación que vivió, un día decidió y empezó a rezar. O al religioso, que al ingresar a la comunidad le dijeron los compañeros o el superior, “amigo, aquí, para mantener tu vocación y profundizar en ella, el mejor medio es la oración”. Y este hermano tomó la firme determinación de tener un momento a solas con Jesús.
  2. Un lugar o espacio físico. El evangelio de Lucas dice “Jesús se iba al monte a orar”. Busca un lugarcito en casa, un rinconcito donde no haya mucho ruido. Organízalo a tu manera. Pon una cruz, una imagen de la Virgen o el santo de tu devoción. Una Biblia es básica porque la palabra de Dios debe tener el puesto principal. Mi abuelo ponía, además de la cruz y la Virgen, flores, incienso. Si te ayuda, te concentra, ¡adelante!
  3. Un horario. En la vida religiosa hay un horario especial, común. Al principio es un poco difícil, pero a la larga se va haciendo hábito. ¿Así dice el dicho no? “El hábito hace al monje”. Pero el horario es elemental. Busca un momento del día. Muchos prefieren al amanecer porque todo es más silencioso. Ayuda a poner todo lo que vamos a realizar durante el día en las manos de Dios. Así, siempre nos sentiremos acompañados. Esto dice algo del cristiano: siempre vamos acompañados; Dios nos sostiene en nuestro caminar.
  4. Un estilo o una forma propia. Mi abuelo prefería el santo rosario. En la vida religiosa se rezan Laudes y después la santa Misa. Pero cada uno debe tener un momento de intimidad y de relación con Dios a través de la oración personal. Si gustas, tú puedes también rezar Laudes. El libro está disponible en las librerías católicas o puedes bajarlo de internet. La ventaja de este libro es que va de acuerdo al año litúrgico e incluye oraciones, reflexiones muy buenas de santos/as, salmos y cánticos apropiados para cada día. Si no te fuera posible, guíate con las lecturas del día. Estas ahora se publican por internet. Busca en Google “lecturas de la misa” y localiza la del día que corresponde. A algunos, además, les ayuda para concentrarse, poner un poco de música. Si este es tu caso, no dudes en practicarlo.
  5. Orar ¿para qué? Aquí podemos citar aquello que Jesús le dijo a la mujer samaritana: “Si conocieras el don de Dios”. Para un cristiano, lo que le da sentido a todo su ser y su hacer, es la relación que mantiene con Dios y su Reino a través de la vida de oración. La oración es el diálogo que nos permite estar en comunión con Dios. En concreto, podemos decir que encontramos tres frutos principales:
  • Oramos porque creemos en un Dios que es Padre que nos ama y nosotros queremos vivir en ese amor. Y lo pedimos de verdad. Por eso ponemos todo nuestro ser en sus manos y hacemos todo lo que nos corresponde poniendo lo mejor de nosotros mismos.
  • Oramos porque nos unimos al sueño de Jesús, su Reino: un mundo mejor para todos, y creemos que haciendo bien nuestro trabajo podemos poner nuestro granito de arena para lograr algo de ese sueño.
  • Oramos porque estamos seguros de que Dios nos escucha y nos ayuda para ser mejores personas, para educar a nuestros hijos y para hacer que nuestra vida sea más fraterna y solidaria con quienes nos rodean.

 

Como puedes ver, tener vida de oración no es de otro planeta o algo exclusivo de algunos iluminados. Más bien es algo propio de todo ser humano y un distintivo de la vida cristiana; el cristiano ora porque confía en Dios. Es cuestión de que te decidas, que escojas un lugar, te pongas un horario y empieces a practicar. Lo mismo que ocurre cuando queremos aprender un deporte. Hay que empezar. Poco a poco Dios te dará lo que necesites y empezarás a recibir los dones que él ha prometido.

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