Las formas que un catequista cuida del Pueblo de Dios
“Todo lo que amamos lo cuidamos y todo lo que cuidamos lo amamos”
(Leonardo Boff)
Amiga(o) catequista, seguramente, la mayor parte del año pasado, tú y nosotros nos hemos cansado de oír la palabra cuidado (o sus variantes: cuídense, tengan cuidado, cuiden a los demás, cuidémonos), a causa del COVID19. Por eso, en esta ocasión queremos discutir contigo acerca de otro cuidado más importante. No se trata de cuidarse para evitar una enfermedad, sino del cuidado con que tu acompañas y contagias a las personas que Dios te va confiando para su maduración humana y cristiana con la finalidad de encontrarse con Él.
En tu ministerio catequístico Dios te pide que acompañes y cuides una porción de su Pueblo, que va caminando en la fe. “Por eso el Señor te regala rostros, historias y búsquedas…Y siempre te hará bien recordar que ese niño o niña, ese joven o ese adulto que pone en tu camino” son tan necesitados de Dios como tú y son tan frágiles como tú y tú estás llamada/o a acompañarlos y cuidarlos (Queridos Catequistas del Card. Jorge Mario Bergoglio, hoy, papa Francisco, pág.38-39).
¿Qué es lo que debes cuidar de cada una(o) de tus catequizandos?
- Hablando en general, como catequista te corresponde cuidar su desarrollo biológico, psicológico, social y espiritual.
- En particular, debes cuidar cómo percibe su cuerpo y los cambios que va observando en él, qué idea tiene de su sexualidad, de su alimentación, del ejercicio físico.
- También debes cuidar sus sentimientos y emociones ¿qué y cómo sienten? ¿qué les emociona? ¿qué les apasiona y por qué?
- Del mismo modo, debes cuidar sus relaciones ¿Es una persona sociable o se aísla? ¿Cómo y con quiénes se relaciona? ¿Por qué se aísla o con quiénes no quiere socializar?
- Algo que a veces no cuidamos, porque lo suponemos, es: la idea o imagen tiene de Dios, de sus mandamientos y de la religión ¿Sus ideas e imágenes al respecto son claras, confusas, superficiales o erróneas?
Conocer y cuidar todo esto de todos y cada una(o) es importante porque no sólo es el punto de partida de tu catequesis sino el objeto de toda tu atención y solicitud durante el tiempo que ellas y ellos estén bajo tu cuidado.
¿Cómo puedes cuidar todo esto de cada catequizando durante todo ese tiempo?
- “Ante la experiencia dolorosa de tus limitaciones y de tu propia fragilidad se hace necesario y urgente, me animaría a decir imprescindible, que ahondes en tu vida de oración y de adoración.” Dios Padre que te da la fuerza de hijo, de Dios Hijo que te da la gracia de cristiano y de Dios Espíritu Santo que te da la sabiduría y la fuerza del amor. Por ellos y en ellos tendrás las entrañas de misericordia y la calidad de persona de encuentro y comunión que se necesitan para hacer del cuidado el tema y estilo de tu ministerio catequístico (Cf. Queridos Catequistas, pág. 38).
- Como catequista debes ser imitador de Jesús, aprender de él la atención y solicitud que tuvo con sus apóstoles y discípulos. Se podrían llenar muchas páginas con citas evangélicas al respecto, solo te sugerimos unas pocas: El cuidado para elegir a sus apóstoles; primero los veía y luego los llamaba y los contagiaba (Cf. Juan 1, 25-42; Marcos 1, 16). Los reprendía con gran paciencia y ternura (Marcos 14, 26). Pero, sobre todo lee y medita (Cf. Juan 17, 1-26), la oración de Jesús a su Padre por aquellos que Él le dio, en la que Cristo le pide su solicitud y cuidado para los que deja en el mundo y en la que nos incluye a ti y a todos los que, a través del tiempo, creeríamos por las palabras de aquellos primeros. Inspírate en Jesús.
- Como catequista debes ser “experto en humanidad”, o sea, conocer “las alegrías y esperanzas” de los que tienes encomendados, “sus tristezas y angustias” (Cf. GS 1) y saber cómo relacionarlas con el Evangelio, para mostrarles tu atención y cuidado. (Cf. DC n 113).
- Como catequista, también debes procurar llegar a ser experto en el arte del acompañamiento: saber observar, saber detectar la necesidad, descubrir el momento oportuno y las palabras estrictamente necesarias; ser capaz de entrar e involucrarte, de manera discreta y prudente, en la dinámica de la maduración humana y cristiana de tus encomendados (Cf. DC n113 letra c).
- Reiteramos porque es algo esencial, “no prives a tu ministerio de la oración constante que oxigena tu cansancio cotidiano y te ayuda a dar testimonio de un Dios tan cercano tan Otro: Padre, Hermano y Espíritu; Pan, compañero de camino, dador de vida”; testimonio que esperan de ti los que acompañas y están a tu cuidado (Cf. Queridos Catequistas pág.38).
¿Qué queda por hacer?
- Lo primero, confiar en Dios que te encomienda a sus hijos, tener confianza en ti porque crees que el Señor te hará sacar fuerza de tu debilidad para desempeñar la compleja tarea de ser catequista.
- Procurar con entusiasmo contactar y dialogar con los papás y las familias de tus catequizandos porque forman el ámbito primario en el que la vida humana debe ser acogida y cuidada de manera adecuada; donde puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano y cristiano (Cf. Alabado seas, del papa Francisco n.213).
- Entra en complicidad honesta con las familias para que ellas, tú y los catequizandos aprendan “a pedir permiso sin avasallar, a decir <<gracias>> como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a pedir perdón, dominando la agresividad y la voracidad, cuando hacemos algún daño. Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto y cuidado de lo que nos rodea” (ibídem).
- Finalmente, te queda evaluar cómo estás ejerciendo el cuidado de tus catequizandos y quizá cambiar tu enfoque a un cuidado más específico.
Si con estas reflexiones, te ayudamos en algo, nos gustaría que nos compartieras en tu testimonio de cómo te ayudó. De antemano, gracias.