Los 7 consejos para promover la iniciación cristiana de jóvenes y adultos


“Las parroquias y las comunidades cristianas deben ser los lugares donde se asegure la iniciación cristiana, como una de sus tareas irrenunciables”

(Cfr. Documento de Aparecida n. 293).

 

Amigas y amigos agentes de pastoral y catequistas, si tienes algún interés por implementar o mejorar algún proceso de catequesis para adultos en tu parroquia, es frecuente que nos preguntemos ¿por dónde empezar?

 

La fe se manifiesta débil en nuestras comunidades cristianas

Es un hecho que los domingos la asistencia de fieles a la eucaristía dominical comunitaria es cada vez menor. Y si hablamos de jóvenes y “adultos jóvenes”, es evidente su ausencia. El sentido de vida sacramental es de muy pocos bautizados, la mayor parte no frecuenta los sacramentos, ni se reconoce como parte de su comunidad cristiana. La fe de la mayor parte de los católicos se manifiesta débil y vulnerable. Las realidades económicas, políticas, sociales, culturales y religiosas en Latinoamérica, supuestamente católica en su mayoría, nos manifiestan que el católico latinoamericano no tiene conciencia de su misión de ser sal y fermento en sus sociedades y en su mundo.

Esto evidentemente cuestiona la manera como estamos educando en la fe y cómo y con qué estamos alimentando la vivencia cristiana del día a día de nuestros creyentes. Y nos demuestra que la iniciación cristiana en la Iglesia latinoamericana ha sido pobre, insuficiente y fragmentada (cfr. Documento de Aparecida n. 286-287). Quizá por eso Aparecida, dando voz a los obispos del continente, afirma: “Sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de iniciación en la vida cristiana que comience con el kerygma y guiado por la Palabra de Dios, que conduzca a un encuentro personal cada vez mayor con Jesucristo […] y que lleve a la conversión, al seguimiento en una comunidad eclesial y a una maduración de fe en la práctica de los sacramentos, el servicio y la misión” (Doc. De Aparecida n. 289). Es decir, hay una urgente necesidad por una iniciación cristiana que cubra todo el arco de la vida, desde la temprana niñez, hasta el ocaso de la vejez; para que haya cada vez más cristianos, de todas las edades, cumpliendo su compromiso eclesial y su compromiso ciudadano.

 

Las recomendaciones, para impulsar el catecumenado

El proceso de maduración de la fe en jóvenes y adultos, al estilo del catecumenado, es un tiempo de formación que va de la mano con el itinerario, y en Dabar, consideramos oportuno compartir algunos consejos para empezar, (preferentemente en equipo) a impulsar la iniciación cristiana de mayores de edad en nuestras comunidades y parroquias.

  • Primer consejo: Antes que nada, encomendémonos al Espíritu Santo, porque muy probablemente nos vamos a topar con lo que el papa Francisco ha llamado “una de las deformaciones más fuertes que América Latina tiene que afrontar: el clericalismo, que no solo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente” […] y coarta las distintas iniciativas y esfuerzos” de los laicos. Ojalá no sea el caso de nuestras comunidades, y podamos dialogar con nuestros sacerdotes y consagrados, lograr su convencimiento, y contar con su impulso y acompañamiento en esta propuesta pastoral.
  • Segundo consejo: Tomemos conciencia de que precisamente el Padre, en Cristo y con el Espíritu Santo, son los más interesados en que el Evangelio se anuncie y se viva en todo tiempo y por todas partes, para que la fe en Cristo, muerto y resucitado, penetre en nuestras sociedades y en cada rincón de la tierra. En estos tiempos y en nuestras comunidades y parroquias, todos hemos sido llamados y enviados. Tengamos confianza y atrevámonos a promover la iniciación cristiana, sabiendo que Jesús está con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos (Cfr. Mateo 28, 19-20).
  • Tercer consejo: Si de veras queremos impulsar un proceso de iniciación cristiana en las comunidades que servimos, debemos empezar por salir de nuestras propias comodidades y atrevernos a llegar a todas las periferias de las mismas, que seguramente están necesitando la luz y la alegría del Evangelio (Cfr. La alegría del Evangelio, 21), para “atraer” jóvenes y “adultos jóvenes”, candidatos a la iniciación. Cuando hablamos de periferias, no solo nos referimos a las territoriales, sino a todas las periferias: económicas, políticas, sociales, culturales y religiosas. Ahí es donde encontraremos candidatos a la iniciación, porque es ahí donde se mueven y viven los jóvenes y los “adultos jóvenes”. Si no salimos a buscarlos ahí, jamás llegaremos a los que la necesitan y jamás tendremos con quienes empezar.
  • Cuarto consejo: Si nuestro pequeño grupo quiere constituirse en “Iglesia en salida”, debe por lo menos involucrarse y acompañar. Es decir, debemos tomar la iniciativa, adelantarnos, no esperar a que nos “manden”, salir a buscar para invitar, atraer y convocar; también debemos meternos en la vida cotidiana de nuestros vecinos, amigos y todos los que se dejen para conocerlos, sentirlos y participar de sus necesidades e inquietudes, involucrarnos al grado de “oler a periferia”; como grupo también debemos no solo invitar e involucrarnos, sino acompañarlos en su proceso de aceptación o rechazo, por muy duro y prolongado que sea, y después en todo el proceso de su iniciación.
  • Quinto consejo: Debemos creer y confiar en que “la Palabra tiene en sí una potencialidad que no podemos predecir. El Evangelio habla de una semilla que, una vez sembrada, crece por sí sola, también cuando el agricultor duerme” (Cfr. Marcos, 4, 26-29). Si no vemos frutos inmediatos, no nos desanimemos ni seamos intransigentes con Dios y con nuestros hermanos. Debemos “aceptar la libertad inaferrable de la Palabra, que es eficaz a su manera, y de formas muy diversas, que suelen superar nuestras previsiones y romper nuestros esquemas” (La alegría del Evangelio, n.22). Pidamos a Jesús que, como él lo prometió, ponga palabras en nuestra boca y nos conceda la gracia de saber esperar, con la certeza de la fe, a que fructifiquen.
  • Sexto consejo: De ser posible, desde el principio, las cabezas de la comunidad y nosotros debemos tener muy claro el cristiano que pretendemos “hacer” con el itinerario de formación. Los rasgos más destacados a los que, según Aparecida, apunta la iniciación cristiana, nos pueden servir para perfilarlo: que llegue a tener como su centro vital la persona de Jesús, muerto y resucitado, que es fuente y sostén de toda madurez humana y cristiana; que tenga espíritu de oración, ganas de comunicarse y dialogar con Dios; que sea amante y actuante de la Palabra de Dios; que frecuente los sacramentos, sobre todo de la reconciliación y de la eucaristía; que llegue a insertarse libremente y de corazón en su sociedad y en su comunidad eclesial, que sea solidario con todos en el amor fraterno y que asuma, con responsabilidad y creatividad, su compromiso misionero con la Iglesia y con la sociedad (Cfr. Doc. de Aparecida, n. 292). Este perfil nos ayudará a dar sentido y dirección a lo que pensemos, sintamos, hablemos y hagamos, en este impulsar y en todo el itinerario de iniciación con los jóvenes y “adultos jóvenes”, candidatos y/o catecúmenos.
  • Séptimo consejo: Si queremos ayudar a que esta propuesta pastoral de la iniciación cristiana de jóvenes y adultos se realice, en nuestras comunidades y parroquias, debemos intentar hablar y actuar como hablaba y actuaba Jesús, “con autoridad”, es decir, como algo que sale del propio interior y por eso cautiva y convence. Cuidemos que lo que pensemos, hablemos y hagamos manifieste lo que realmente nace de nuestra convicción y amor interior.

Concluimos con esta reflexión del papa Francisco: “Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida” (La alegría del Evangelio, n. 49)

 

Catequistas en acción

Tomémonos en serio como laicos, “protagonistas de la Iglesia y del mundo” y echémonos al hombro la tarea de reunir un grupito de atrevidos, para impulsar la iniciación cristiana de jóvenes y adultos en nuestras respectivas comunidades y/o parroquias. Compartamos con ellos estas reflexiones, y juntos pongamos manos a la obra en hacer que pasen de ser unas reflexiones a ser los hechos que las impulsen.

Ojalá que lo compartido empiece a generar en nuestras comunidades cristianas iniciativas que no dejen las cosas como están, sino que impulsen en la Iglesia “un estado de misión permanente” como lo propuso Aparecida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.
Tienes que aprobar los términos para continuar