Con el método de catequesis escolar inspiramos a los niños y niñas a ver la vida de una forma más humana


Jesús, fuente de motivación

Si tú, maestro o maestra de educación en la fe, has estado atento a nuestro blog, seguro ya caíste en la cuenta de que educar en la fe es iniciar en una manera distinta de ver y pensar la vida ¿Sabes a qué se debe esto? Esto tiene que ver con la motivación, que es una mirada agradecida, gratuita que recibimos de la fe. Y su fuente es Jesús de Nazaret.

Si echamos un vistazo rápido en el currículo escolar de los alumnos de primaria, caemos en la cuenta de que la mayoría de las materias que toman están orientadas a enseñar un contenido con métodos que sean medibles, rentables, científicos. Por eso a nuestros educandos les cuesta un poco adentrarse en el mundo de la fe, porque lo sienten diferente, les parece nuevo y nada práctico para sus vidas. Sin embargo, creemos que vale la pena detenernos para revisar dónde está esa diferencia. De entrada, podemos decir que está en el método que usamos.

Encontrarnos con Jesús

Pero, ¿qué es el método? Etimológicamente se define como un “modo ordenado y sistemático de proceder para llegar a un resultado o fin determinado”. Consiste en una serie de pasos que debemos seguir para obtener un resultado. Algunos autores lo comparan con un puente que nos ayuda a cruzar un río para llegar al lugar deseado.

En nuestro caso, el objetivo es encontrarnos con Jesús, corazón de nuestra fe, para conocerlo, amarlo y seguirlo. Es lo que también llamamos tener “experiencia” de Dios. A esto se refiere el evangelio cuando habla de “conocer a Dios”. Así lo encontramos en el diálogo de Jesús con la mujer samaritana: “Si conocieras el don de Dios, si supieras quién es el que te pide de beber, tú misma le pedirías agua viva y él te la daría” (Jn 4,10).

Durante toda su vida, Jesús usó un método, una forma tan especial de enseñar y de llegar a las personas que les impactó tanto, que ¡hasta decidieron seguirlo!

El método

El mejor ejemplo que encontramos en los evangelios es aquel pasaje de los discípulos de Emaús (Lucas 24,13-38), que podemos simplificar en los siguientes pasos:

  1. Jesús se interesa por la vida de las personas, pregunta y escucha

Él les dijo: «¿De qué van discutiendo por el camino?» Se detuvieron, y parecían muy desanimados. Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: «¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?». «¿Qué pasó?», les preguntó. Le contestaron: «¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!»

A partir de la experiencia, de la vida, y no de lo que nos imaginamos, como educadores y educadoras en la fe, necesitamos conocer a nuestros educandos, lo que han vivido, lo que traen de casa, lo que han aprendido de años anteriores. Y esto hay que hacerlo en cada tema, en cada clase. Es lo que generalmente se conoce como “los aprendizajes previos”. La diferencia entre la educación en la fe y otra materia, es que la primera incluye la persona toda, sus emociones, sentimientos y no solo su intelecto o su saber sobre algo. Interesarse por la persona es ver todo su ser, todas sus dimensiones y no solo un aspecto de ella.

  1. Jesús provoca la reflexión e ilumina esa realidad con su palabra

Entonces él les dijo: «¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?» Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas.

Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como si quisiera seguir adelante, pero ellos le insistieron diciendo: «Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.» Entró, pues, para quedarse con ellos.

Con la Biblia como principal herramienta de catequesis, Aquí es cuando nosotros, educadores en la fe, tenemos que mostrar nuestra calidad de intérpretes, porque tenemos el marco más amplio, porque tenemos la experiencia de ser adelantados en la fe. Este segundo momento es para ayudar a nuestros alumnos a interpretar, a descubrir el sentido, el mensaje que Dios quiere comunicarnos para nuestras vidas.

Hay que rescatar 2 actitudes fundamentales: enseñar a pensar, pero no sobre cualquier cosa, sino yendo al centro de la vida, a lo que es valioso. Y pensar con fundamento, enraizados en la historia.

  1. Jesús celebra con ellos y es entonces cuando lo reconocen

Y mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Entonces se dijeron el uno al otro: «¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»

Lo que hoy llamamos celebración, misa, eucaristía; es el gesto que necesitaron los amigos de Jesús para comprender esa emoción: “ardía su corazón”, es decir, tenían una emoción que no podían expresar con palabras porque las rebasaba; una emoción intensa de alegría, plenitud y motivación a más no poder. En otras palabras, ya no estaban solos, porque Jesús estaba vivo y con ellos.

Esta es una experiencia que nuestros alumnos no pueden sentir con las matemáticas, la química o el inglés, ni con ninguna otra materia del programa.

Como educadores en la fe, tenemos el reto de buscar momentos para que nuestros alumnos pongan en manos de Dios lo que están haciendo, sus descubrimientos, sus inquietudes, para que siempre se sientan acompañados. Este es otro elemento que diferencia la educación en la fe de otras materias: sentirnos incluidos en el abrazo de Dios por Jesús. Ayudar a los niños/as a sentir alegría, emoción, gratitud por lo que son.

  1. Jesús motiva a una actuación, a un compromiso

De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo. Estos les dijeron: «Es verdad: el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.» Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Actuemos. El encuentro con Jesús fue lo que permitió que sus amigos emprendieran el camino hacia sus compañeros. Es a lo que el papa Francisco hace referencia cuando habla de “una Iglesia en salida”.

La educación en la fe tiene como objetivo llevar a nuestros educandos al encuentro con Jesús, y tras esa experiencia, ir a los demás para llevarles la alegría de saberse amados por Dios.

Dios no abandonó a Jesús, sino que lo resucitó para quedarse entre nosotros. Nuestro reto ahora es poder verlo en cada momento, en cada persona y en cada situación en la que vivimos. Un espacio privilegiado para ello es la celebración comunitaria, porque “donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Tenemos que buscar en cada sesión un momento para poner en manos de Dios todo lo que hacemos: nuestros estudios, nuestra familia, nuestras emociones, pero no para quedarnos allí, sino para descubrir cómo mejorar nuestras actitudes, nuestros compromisos. Llevar alegría a la familia, compartir lo que vamos aprendiendo, ayudar a los compañeros/as que les cuesta más trabajo aprender y, en casa, ayudar en los quehaceres del hogar.

Con estos cuatro pasos, dados por Jesús, e inspirados en él, podemos ayudar a los niños(as) a que se acerquen a Jesús, lo conozcan un poco mejor, y quizá se animen a ser sus portavoces como lo hicieron aquellos caminantes de los que nos habla el evangelio de san Lucas.

También, como se desprende de lo que apuntamos, esto nos ayuda a ver y a pensar la vida de otra manera. No todo es negocio, no todo es internet o redes sociales. La vida es mucho más rica que eso. Pero necesitamos tomarnos de la mano de Jesús para poder descubrirlo e interiorizarlo y, poco a poco, hacerlo nuestro y parte de nuestra forma de ver y pensar las cosas de cada día.

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