¿Qué tan simple o complicado es orar?


Amiga y amigo que quieres relacionarte con Dios. Es innegable que el ritmo de vida del hombre y la mujer contemporáneos es más acelerado que nunca. Las exigencias que nos impone la vida moderna en sus múltiples aspectos (familiar, laboral, social, etc.) son generalmente apremiantes e inaplazables. El ambiente actual de pandemia, con su aislamiento forzado, la economía familiar y social cada vez más apretada y el futuro todavía muy incierto, genera, en todos, angustia y desasosiego. Todo esto seguramente te hace pensar que hacer oración, hoy, es muy difícil. Por eso queremos compartirte 10 reflexiones que, a manera de consejos, te ayudarán a convencerte de que, aunque el ajetreo de tu vida es cierto, el hacer oración, si tú honestamente lo quieres, no solo no es tan difícil, sino que hoy más que nunca es necesario.

 

Consejos que te ayudarán a orar

  1. Convéncete de que orar no es otra cosa que dialogar con Dios, con la confianza de saber que él siempre te escucha. Por una parte, como te compartimos en otro tema, toda persona tiene una tendencia natural que la impulsa a buscar su relación con Dios. Y, por la otra, Dios, por decirlo así, te anda buscando porque quiere encontrarse contigo. Solo tienes que creer, insistir y abrirte a la comunicación con él.
  2. Elige un tiempo y un espacio para orar. Cuando hayas hecho de tu oración un hábito, quizá puedas orar en “en todo tiempo y lugar”; pero siempre conviene que tengas en cuenta el ejemplo de Jesús: “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar solitario donde se puso a orar” (Marcos 1, 35). Asume una actitud semejante a la de Cristo, y dedica, en tu diario vivir, un tiempo y un espacio propicios para estar con Dios en la oración.
  3. ¿Te preocupa cómo y de qué hablar con el Señor? Escucha a Jesús que comprende tu preocupación: “Al orar no multipliquen las palabras, como hacen los paganos que piensan que por mucho hablar serán atendidos. Ustedes no oren de ese modo, porque, antes que pidan, el Padre sabe lo que necesitan” (Mateo 6, 7-8). Cabe aquí lo que enseñaba también Teresa de Ávila: “No quieras hablarle con oraciones muy compuestas, sino de las penas del corazón que él las tiene en mucho…y… no pido más que le mires” (Camino de perfección 26: 3). Cuidado, pues, con la palabrería y la verborrea en tu oración porque ahoga el espíritu.
  4. Al orar sé tú mismo. Comunícate con Dios de la misma manera con la que, en tu vida diaria, te comunicas, charlas con personas conocidas que sabes quieren escucharte y hacerte partícipe de lo que ellos, a su vez, piensan y sienten. Con esa misma naturalidad comunícate, charla con Dios, todos los días y comparte con él tus ideas, sentimientos, emociones, lo que te ha ocurrido, lo que ves, lo que experimentas y también lo que te propones hacer. Y pídele su opinión y su ayuda y, no te olvides de encomendarle a todos tus hermanos, sobre todo los más necesitados, y darle gracias por la vida y la creación. Recuerda que el Señor también tiene mucho que decirte: lo que piensa y siente de ti.
  5. Cuando quieras orar, concéntrate. Desconéctate de tus planes y ocupaciones, apaga el teléfono, la tablet, la computadora, el televisor y… céntrate en Aquél con quien estás hablando; la maravillosa charla que estás teniendo con Dios, ese encuentro íntimo y personal con él, hacen que bien valga la pena el esfuerzo de tu desprendimiento y de tu atención e interés anclados en Dios.
  6. En tu oración procura ser siempre específico. Las oraciones vagas se diluyen y llevan a la distracción o a la repetición estéril, porque rompen el impulso de tu comunión con Dios. Evítalo pensando un poco lo que quieres compartir con él. Si crees que te puede ayudar a ser específico, escribe algo, haz un “acordeón”, mientras aprendes a soltarte con confianza en el diálogo con el Señor. No importa si tu oración es larga o corta, lo que importa es que sea concreta y específica.
  7. Te ayudará mucho reflexionar sobre el para qué de tu oración. Sobre esto te hablaremos más ampliamente en otro tema. Pero, por lo pronto, te adelantamos un breve resumen. Puedes orar con los siguientes motivos: para adorar, alabar y expresarle tu amor a Dios; para interceder por tu familia y familiares, por tu comunidad eclesial y social y por todos los pueblos del mundo; para ponerte de acuerdo con Dios respecto a tus pecados y los de la humanidad y obtener la reconciliación de todos con él; para darle gracias a Dios por la gracia de su Hijo Jesucristo, por la inspiración y los dones de su Espíritu Santo, por la vida y por la creación; o, finalmente, para pedirle algo a Dios para ti, para tus familiares, para tus amigos y vecinos…para todo y para todos los que quieras.
  8. La oración comunitaria siempre te ayuda y te inspira. Te comparto un hermoso y autorizado pensamiento al respecto “Solo entrando a formar parte del “nosotros” de los hijos de Dios podemos traspasar los límites de este mundo y elevarnos hasta Dios” (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret 162). Esto se refiere al hacer tu oración en común con otras personas, sean de tu familia, de tu parroquia, de tu vecindario; como decimos, juntos somos más fuertes y “nuestra” oración será más eficaz, porque “en la relación con Dios: el “nosotros” de la comunidad que ora y la dimensión personalísima de lo que sólo se comparte con Dios, se compenetran mutuamente” (Ibidem).
  9. Disponte a descubrir, en tu oración, lo que Dios quiera decirte. En esta cultura de lo rápido, fácil e inmediato corres el riesgo de desanimarte, desesperarte y desistir de tu esfuerzo de oración porque, al no percibir, de parte de Dios, la respuesta “esperada por ti de manera inmediata”, sientes que tu oración fue inútil o que, en ella, no hay tal diálogo. Te resumo lo que varios maestros de oración te explican al respecto: Si Dios no hace más es porque tú no lo dejas actuar libremente, o porque no lo escuchas con atención, o porque te empeñas en que las cosas que pides se hagan como y cuando tú quieres. Recuerda que tienes que dejar a Dios ser Dios y que, como tal, sea él el que marque la pauta de la relación. Tú déjalo actuar, espera, calla y escucha, porque él se comunica “En diversas ocasiones y bajo diferentes formas” (Hebreos 1,1). Algunas veces el Señor no te dará lo que le pides, sino te pedirá que hagas lo que te hace falta. Disponte, pues, abriendo tu mente, tu corazón y tus ojos, para ver, descubrir y escuchar cómo y cuándo Dios quiera hablarte y a aceptar lo que él quiera pedirte.
  10. Tu Biblia es tu gran maestra de oración. Como libro sagrado de los cristianos, tu Biblia tiene una virtud especial para tu oración, porque las Escrituras forman parte del diálogo profundo entre Dios y los hombres y porque, por medio de ellas, el Señor se te hace presente. La Biblia, tanto en Antiguo como en el Nuevo Testamento, te habla y demuestra lo recóndito y complejo que como ser humano tienes tú, y también te habla de Dios, de su modo de ser, de su modo de amar y de su modo de actuar. Es lo que necesitas para tu diálogo con Dios. Las Sagradas escrituras “son palabras que el Espíritu Santo ha dado a los hombres, son Espíritu de Dios que se ha hecho hombre”. De esta manera con tu Biblia rezas “en el Espíritu” y “con el Espíritu Santo”. En otro tema te hablaremos de los diversos modelos de oración que puedes encontrar en tu Biblia. Aquí solo te recomendamos el Libro de los Salmos, el libro de oración del pueblo de Dios, tanto ayer como hoy. (Cf. Verbum Domini, Benedicto XVI, n.86-87).

 

¿Qué te queda por hacer?

Empieza ya a orar, siguiendo estos consejos. Aunque parezca raro, ora para orar, como los discípulos, ora a Jesús: “Señor, enséñame a orar…” (Lucas 11,1) es el mejor comienzo. Reúnete con tus familiares, amigos o vecinos y arma un grupo de oración (lo puedes hacer por video llamada).

Si los consejos te sirven o tu experiencia de oración te sugiere otro consejo, compártelo con nosotros.

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