Hablar de cuidados paliativos no es un lujo ni una moda importada: es una necesidad urgente.
Los sistemas de salud pública enfrentan carencias estructurales, escasez de personal médico y de enfermería, y una formación limitada en el trato humanizado. Vivimos en una cultura que valora la productividad, la eficiencia y la resolución rápida. Sin embargo, esto puede relegar aspectos esenciales como la presencia compasiva, la escucha atenta y el acompañamiento humano que toda persona necesita cuando su salud se deteriora y la medicina ya no puede ofrecer una cura.
Desde Ediciones Dabar creemos que estos temas deben formar parte de la conversación pública. No solo como un asunto médico, sino como una responsabilidad compartida que involucra a familias, comunidades, instituciones religiosas y a toda persona que, como cuidador, creyente o simplemente como ser humano, se enfrenta al dolor, al sufrimiento y a la cercanía de la muerte de una persona cercana y querida.
Aunque suele asociarse a decisiones clínicas complejas, es importante recordar que el cuidado no depende exclusivamente del personal de salud. Acompañar en el final de la vida también implica estar presentes, brindar consuelo, sostener con ternura y crear entornos donde la dignidad y la esperanza no se pierdan, incluso cuando la cura ya no es posible.
Incorporar estos elementos al cuidado paliativo no solo es posible, sino necesario para que este acompañamiento sea realmente humano y cercano a nuestra identidad.
Cuidar más allá de la medicina
Cuando hablamos de cuidados paliativos, muchas personas piensan inmediatamente en tratamientos médicos para aliviar el dolor físico. Pero este tipo de atención va mucho más allá de lo clínico: se trata de acompañar a personas con enfermedades avanzadas o terminales, ofreciéndoles calidad de vida, alivio del sufrimiento y, sobre todo, presencia humana.
Los cuidados paliativos no buscan curar, sino acompañar con dignidad. Incluyen el control del dolor y otros síntomas, sí, pero también la atención emocional, social y espiritual. En otras palabras, no se centran únicamente en el cuerpo, sino en la totalidad de la persona y su entorno.
Y aquí hay algo fundamental: no es necesario ser médico para cuidar. La escucha, el afecto, la compañía, el silencio compartido o una palabra de aliento son formas de cuidado profundamente necesarias, y cualquiera puede ofrecerlas. Familiares, amigos, voluntarios, ministros de pastoral, vecinos: todos podemos formar parte del cuidado paliativo cuando acompañamos desde el amor y la compasión.
Un ejemplo sencillo: una hija que cada tarde lee a su madre enferma un fragmento del Evangelio o de su libro favorito, que la peina con ternura, le canta una canción de su infancia o simplemente se sienta junto a su cama en silencio… está ofreciendo un cuidado paliativo real, aunque no haya recibido formación médica. Lo que importa en ese momento no es la técnica, sino la entrega humana que dignifica y consuela.
Una de las carencias más importantes en torno a este tema es, precisamente, la falta de una red comunitaria que sepa cómo estar presente sin pretender tener todas las respuestas. En contextos como el nuestro, donde el acceso a cuidados especializados puede ser limitado, el compromiso humano se vuelve aún más valioso.
El valor de nuestras raíces: tradiciones y fe como consuelo en el cuidado
En México y en muchos países de América Latina, la manera en que se vive la enfermedad y la muerte está profundamente influida por nuestras tradiciones culturales y religiosas. No se trata solo de creencias: hablamos de una sabiduría popular que ha acompañado a generaciones en momentos de dolor, pérdida y tránsito.
En este sentido, tradiciones como rezar el rosario, encender una vela o colocar una imagen sagrada en la habitación del enfermo no son simples costumbres, sino expresiones de amor, consuelo y acompañamiento. Le dan sentido al sufrimiento y ayudan a vivirlo de una manera más humana, más cercana, menos aislada.
En contextos donde el sistema de salud a menudo no alcanza, estas tradiciones se convierten en una fuente real de contención emocional y espiritual, tanto para el enfermo como para sus seres queridos. No sustituyen el tratamiento médico, pero lo complementan con algo igualmente necesario: una forma de mirar la vida y la muerte que habla de esperanza, comunidad y trascendencia.
Para los cristianos, esta dimensión tiene una profundidad aún mayor. Apoyarse en la fe, en los sacramentos o en la oración, no significa negar la realidad del dolor, sino atravesarla desde la confianza en un Dios que no abandona. Acompañar a alguien que sufre, desde esta mirada, es un acto de amor profundamente cristiano. No se trata de pronunciar muchas palabras religiosas, sino de hacer visible a Dios a través del cuidado, la ternura y la presencia.
Incluso acciones pequeñas —rezar juntos, recordar momentos de gracia, agradecer por lo que aún se tiene— pueden reconfortar profundamente. El cuidado paliativo, cuando se vive desde nuestras raíces culturales y espirituales, recupera lo más humano de nosotros y lo entrelaza con lo divino.
¿Dónde y cómo buscar más información?
Una primera fuente confiable son los institutos y asociaciones dedicadas al cuidado paliativo en México y América Latina. Muchos ofrecen recursos, cursos, manuales y asesoría en línea. En México, puedes consultar el CECPAM , así como centros de pastoral de la salud, hospitales universitarios, parroquias y organizaciones civiles que trabajan con enfermos terminales.
Además, algunas universidades y casas editoriales han comenzado a difundir materiales accesibles para el público en general. La clave está en buscar fuentes que hablen no solo desde lo técnico, sino también desde lo humano y lo espiritual, integrando el conocimiento con la experiencia concreta de acompañar.
Recuerda: no necesitas una formación profesional para comenzar a cuidar mejor. Basta con sensibilizarte, formarte y disponerte a estar con el otro desde el amor y la dignidad.
Libros recomendados para profundizar:
Cuídenme así (próximamente)

Una obra profundamente humana que reflexiona sobre cómo cuidar a las personas, especialmente en contextos de enfermedad avanzada o terminal. A través de textos breves y conmovedores, el autor propone un decálogo del buen cuidado, dirigido tanto a profesionales de la salud como a cuidadores informales, subrayando la importancia de acompañar desde la dignidad, el amor y la compasión.
Cuando visites a un enfermo

Un librito dirigido a agentes de pastoral y voluntarios que se encuentran habitualmente con el mundo del dolor. Es un pequeño manual lleno de sugerencias prácticas para brindar apoyo real y sensible en esos momentos difíciles.
El ministerio de la vida

Texto sencillo y popular que ofrece reflexiones y orientaciones prácticas para el trabajo pastoral con los enfermos, poniendo en el centro la humanidad de quien sufre.
Humanización y cuidados paliativos

Una propuesta que busca un equilibrio entre los extremos de la eutanasia y la prolongación innecesaria de la vida. Este texto es un grito de fe en el ser humano, que necesita ser cuidado en su totalidad con competencia profesional y calidez humana a lo largo de todo su camino.
Hablar de cuidados paliativos es, en última instancia, hablar de humanidad