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La mística cristiana no es evasión de la realidad, sino la experiencia del amor de Dios encarnado en la realidad cultural en que vivimos y en la compasión eficaz ante el sufrimiento de las víctimas. Esta experiencia de algún modo despierta una semilla divina que todos los seres humanos llevamos dentro y nos constituye. De la mano de místicos de todos los tiempos, el autor nos invita a abrirnos a esa Presencia de Dios, para ir construyendo ya en este mundo la fraternidad sin discriminaciones. Siempre en la confianza de que todo lo que vayamos tejiendo desde el amor ya nunca muere. Estas meditaciones brotan de un teólogo que durante muchos años ha buscado con todos sus recursos intelectuales una mejor comprensión de la fe cristiana, encontrando al final de su andadura la experiencia mística, dejándose tocar compasivamente por el sufrimiento de las personas y comprometiéndose hasta donde puede para curar sus heridas y erradicar sus causas. Fiel a su trayectoria teológica de compasión y compromiso por la liberación de todos, defendiendo la dignidad de las víctimas, el autor nos enseña que estas preocupaciones son inseparables en toda experiencia mística. Por eso, a lo largo de cinco meditaciones, una y otra vez asoman en las páginas de esta obra, dedicadas a los grandes interrogantes del ser humano, el encuentro con Jesucristo, el caminar de la vida en su Presencia, y la Iglesia como signo de la historia y la esperanza en Dios.